Parece ser que Donizetti fue todo un revolucionario de su tiempo y no se sabía. Al menos eso es lo que cuentan en el programa del Teatro Real de su nueva producción, María Stuarda. Lo fue tanto, que no tuvo éxito. Como cuentan Joan Matabosch, el director artístico del teatro, y el musicólogo y crítico Mario Muñoz Carrasco en el programa que se entrega. Ya que elegir un texto del entonces rompedor Schiller no parecía lo más adecuado para la ópera, como no lo era reducir sus tiempos y cambiar las formas y maneras musicales.
Es importante señalar esto, porque la producción que se puede ver en el Teatro Real no vale mucho desde el punto de vista dramático. No dejan de ser unas señoras y señores cantando habitualmente en el proscenio y centraditos puestos sobre fondos. A veces ocupados o rodeados por la masa del coro.
Lo que produce la sensación de estar delante de una teleserie de época que se define de calidad por el elenco, los trajes que llevan sus personajes y la iluminación. Es decir, en superficie. Donde hay una mala no tan mala, Elisabeta o Isabel I de Inglaterra, un corazón despechado. Y una buena no tan buena, María Stuarda, que se considera la legítima reina. Ambas disputándose el trono y el amante, el guapo duque Roberto de Leicester. ¿Verdad que la historia da para hacer un duelo de damas?
El caso es que no ha sido así. La propuesta del director de escena ha sido poner a los cantantes para crear imágenes, tableaux vivants, que cantan fundamentalmente y se mueven lo justo y necesario para que la imagen quede más mona que bonita. Razones para hacerlo así puede haber muchas. Pero no hagamos razonamiento ficción. Serían David Mc Vicar, como director escénico, y José Miguel Pérez-Sierra, como director musical, los que tendrían que contar sus razones artísticas para hacer esta lectura.
Desde la butaca parece que han decidido que lo que se vea en escena importa poco o nada. Solo sirve para poner un poco color. A veces de verdad con el fondo rojo y los trajes de la Reina Isabel I. Pero en general dominan los colores pardos, de negro muchas veces lavado, oscuros y apagados. Ya se sabe, los colores que hay que tener en un fondo de armario que en poco comprometen. Han dejado que la coloratura la pongan las voces, la música. Por algo José Miguel Pérez Sierra recordó en la rueda de prensa que se trata de bel canto.
No hay pues, nada de riesgo en esta producción hecha en el siglo XXI de una ópera del siglo XIX. A pesar de que también en la rueda de prensa Mc Vicar hablase de que puede ser un reflejo de la polarización actual. La sectarización que se está produciendo en el mundo y que se produjo entonces en su mundo.
Y como musicalmente todos son muy buenos, la perfección técnica en lo musical de esta producción está a otro nivel. Y también en un nivel de comodidad, de confort. ¿Esto es bueno o malo? Vaya usted a saber. Lo cierto es que se les ve a todos relajados. Tanto que Pérez-Sierra va vestido con el típico frac de los directores de siempre, pero podría ir en pijama y pantuflas. Una facilidad para trabajar con él por la que Lisette Oropesa, la soprano que hace de Maria Stuarda, le alabó en la rueda de prensa ya que según ella les dejó hacer lo que les diera la gana.
A aquellas personas aficionadas que van buscando un espectáculo que no exija compromiso, que el riesgo lo deje para otras personas, que le den lo que se acepta como ópera. Habitualmente italiana. Habitualmente bel cantista como esta. Es decir, divos y/o divas cantando como los ángeles acompañados por una orquesta y un coro que saque todo lo agradable que tiene la música según lo que ya se ha oído en un disco o en producciones anteriores. Estas personas estarán en su salsa. Es este público, que como si estuviera en un musical de la Gran Vía, el que aplaudirá cada número y dirá bravi hasta a destiempo.
El resto, una vez pasado el Rubicón de apreciar la calidad de los ingredientes, se irá progresivamente aburriendo. Porque aquello no tiene ningún interés artístico ni conexión con lo que sucede en el mundo y menos con su día a día. Se dirá que no es así por lo que se ha comentado que Mc Vicar dijo en la rueda de prensa. Pero aquellas personas que estuvieran en la cola del ropero a la salida un viernes tras escuchar al primer reparto, podrían apreciar las caras de cansancio, los bostezos, el poco interés en comentar o hablar sobre la ópera de los grupos que esperaban pacientemente a coger sus pertrechos frente al frío. Todo eso después de una ópera no muy larga que permite cenar a las diez de la noche.
Sí, Donizetti sería un innovador como señalan en el programa. Pero ese espíritu no está en esta producción. Quizás porque trata de agradar a un público, el operístico, que habitualmente se califica de manera mayoritaria conservador en todo tipo de opciones. ¿Y si lo que ocurriese es que este público tuviera los medios para hacerse oír y para presentar su queja o disconformidad, cada vez que se hacen innovaciones como las que hacía Donizetti en su tiempo, y el resto de espectadores no tuviesen esos medios para hacerlo? ¿Quién le canta a este público que vive en la ya olvidada sociedad del riesgo y riesgo que les niegan sistemáticamente en el ámbito artístico?