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“Martha Argerich y Nelson Goerner. Concierto a dos pianos”, un fallido homenaje a Pollini

Portada del programa del concierto de Marta Argerich y Nelson Goerner
Portada del programa del concierto de Marta Argerich y Nelson Goerner dentro del Ciclo Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo

Ciertamente se esperaba mucho más de este concierto que Marta Argerich y Nelson Goerner dieron en el Auditorio Nacional, dentro del Ciclo de Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo con el que se rendía un homenaje al recientemente fallecido Maurizio Pollini.

El concierto pasó entre la interpretación rutinaria de la Sonata en Re K 381 para piano a cuatro manos de Mozart y la interpretación incomprensible, musicalmente hablando, de Danzas Sinfónicas para dos pianos, Op. 45 de Rachmaninoff.

Mientras que la primera interpretación es perfectamente olvidable, una más entra las que se pueden escuchar con mejor o peor fortuna en el auditorio, la segunda, de vez en cuando dejaba oír algo que captaba la atención. Una música que no acababa de brotar pero que mostraba su capacidad de hacerlo.

Entre medias, dos composiciones que brillaron más. No se sabe si porque en origen son más lustrosas por sus escalas que las dos anteriores. O si porque los dos pianistas se encontraban más cómodos con ellas. Tanto como para disfrutarlas y hacerlas disfrutar.

Las dos piezas eran, la Petite Suite para piano a cuatro manos, L 65 de Debussy y Scaramouche para dos pianos, Op. 165b de Milhaud. Piezas que caldearon el ambiente y si no alcanzaron cotas de belleza se mostraron lo suficientemente bonitas como para mantener el interés por la música, sus intérpretes y la velada.

Nada de lo anterior tiene que ver con la competencia de los dos artistas. En lo técnico se mostraron impecables, al menos así parecía desde la butaca. Pero faltó que cogieran por los cuernos ese margen que deja todo compositor, para hacer que las interpretaciones fueran suyas. Que la presencia de unos u otros músicos marcara una diferencia sustancial. Ese punto de originalidad en la lectura de partituras que justifica que la misma pieza se pueda repetir por diferentes intérpretes, incluso en conciertos seguidos.

Y, a parte de la reacción entusiasta del público que arrancó tres bises a los interpretes ¿se puede decir algo más de este concierto? Ciertamente, no. Excepto que un verdadero homenaje a Pollini, pianista que gracias al esfuerzo de la Fundación Scherzo ha pasado varias veces por el Auditorio, queda pendiente.

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