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Mientras tanto¡Más caballos!

¡Más caballos!


 

Lunes, 3 de noviembre

 

Primer lunes de mes. El sábado nos ha birlado un festivo y el fútbol queda lejos. Los equipos que dan que hablar jugaron hace dos días. El Madrid va primero, el Barça cae; y aun así estamos cabreados. Muy cabreados.

 

Es lunes. El primero del mes.

 

Necesitamos “nuestra correspondiente descarga de basura”, dice Manuel Vicent. Así que la Fiscalía se niega a que Isabel Pantoja, tan sentida ella, se libre de la cárcel. El juez está encantado de mandar a la cantante a limpiar los barrotes como hizo con el dinero de su querido.

 

El fin de semana es para descansar, escribe Vicent: fútbol y toros. En las corridas, cuando “los pencos agonizaban con las tripas fuera”, el público gritaba: ¡más caballos! “Al final la corrupción política en España se está convirtiendo en una fiesta nacional. Ahora mismo en medio de este ruedo ibérico hay decenas de políticos y financieros destripados. Llega el lunes y el público vuelve a gritar: ¡más caballos!”

 

A los españoles se nos enamora el alma viendo caer a los dignos. Antes reían –se reían de nosotros– y ahora desesperan.

 

El alcalde de Collado Villalba ya no lo es. Dimite, atrapado en la red Púnica, la del tres por ciento madrileño, pero dice que es inocente. El de Serranillos del Valle se siente impune… y le cazan sacando cajas de documentos de su despacho. Horas después dimite. Otro menos. Mañana lo espera el juez.

 

No hay perdón. No nos da la gana de perdonarlos, escribe Manuel Alcántara.

 

Primer lunes de mes: ¡más caballos!

 

*     *     *

 

Martes, 4 de noviembre

 

Malaparte, escribe John Gray en ‘El silencio de los animales’ “fue uno de los poquísimos corresponsales de guerra a los que se les permitió acompañar a las tropas alemanas en el frente oriental en el verano de 1941, cuando estas invadieron la Unión Soviética, y decidió ir allí únicamente porque para él la guerra era la experiencia estética suprema”.

 

Me recuerda a Vasili Grossman, que acompañó al Ejército Rojo en la Segunda Guerra Mundial. Acosado por los los alemanes, se cuela en una habitación que ya no es de nadie, y lo narra así: “En el último instante entramos en la pequeña y dulce habitación de la chica que ya está sentada en el camión. Ahora no es la habitación de nadie. Damos brillo a nuestras botas con crema cosmética y su ropa interior, como para recalcarnos a nosotros mismos que la vida ha quedado arruinada”.

 

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Miércoles, 5 de noviembre

 

Alfonso Guerra deja la política.

 

El poderoso número dos de González cae víctima del síndrome Pedrojota, el del “en buena hora me dio por hacer de reportero”. El chiquillo travieso de ‘El Mundo’, cuando veía cómo le quitaban su juguete, título al año 2014. El año de la revolución de la coleta.

 

Cayó Pedrojota y también Javier Moreno, que dirigía ‘El País’. Y José Antich en ‘La Vanguardia’. Incluso Jill Abramson, de ‘The New York Times’. “Cuatro horas con Snowden. En buena hora me dio por hacer de reportera”.

 

Cayó el rey, que en buena hora se hizo bloguero. Y Rubalcaba, que en buena hora se vistió de hombre de Estado. Cayó Gallardón, cayó la ‘obamamanía’ y cayó el ‘pequeño Nicolás’. En buena hora les dio por hacer de reporteros.

 

Y allí seguían Rajoy fumando un puro y Guerra en el Congreso, cuya presencia en la Cámara era una atracción turística más, como los disparos del 23-F. El día en que un ‘ñapas’ los borró debió de entender que su hora se acercaba.

 

Que “ya está bien”. Que ha estado “cotizando cincuenta años a la Seguridad Social” y a ver quién es el guapo que consigue hacer lo que él, “tal y como están las cosas”. Tal y como él y los que son como él nos las han dejado.

 

Se va quien fue uno de los hombres más poderosos del país y, en lugar de reciclarse, se hizo construir un busto en su propio escaño. Es diputado desde el año 1977. A la primera legislatura, la Constituyente, le siguieron diez más. Le dio tiempo a ser vicepresidente, a ser la mano derecha de González, a enfrentarse a él y perder… para seguir en la política.

 

Dice que ya quiso dejar la política antes de las últimas elecciones, pero que le obligaron a seguir. Y que ya comunicó su intención de irse hace un año. Los diputados, al enterarse de la noticia, se han sorprendido. Si Guerra se va, ¿qué será lo próximo?

 

Es el síndrome Pedrojota. La revolución de la coleta.

 

Guerra deja la política el día en que Podemos –“están todos locos”– se confirma como una verdadera alternativa de partido de gobierno. No es casualidad que el dinosaurio socialista haya elegido este día. Sus últimos años como diputado han sido muy discretos. En esta legislatura se ha superado: su casillero de iniciativas e intervenciones parlamentarias está a cero.

 

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Viernes, 6 de noviembre

 

Kate Murphy escribe en ‘The New York Times’: “Imagine un mundo en el que de pronto desaparecen las puertas. Y que las autoridades le dicen que, si usted no hace nada malo, no debería preocuparle que todo esté abierto. Pues eso es, en esencia, lo que pasa en internet. Que no hay privacidad alguna”. 

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