El otro día vi a Pablo Iglesias y creí firmemente que es él quién gobierna en España. Aunque sea por defecto. Lo veo en sus gestos. En su pausa. Ya no levanta el puño nunca, como si ya hubiera ganado. El doctor Sánchez recibe los golpes. Es como un púgil al que Iglesias entrena desde la oscuridad, más allá del cuadrilátero. Pablo Iglesias se sienta en el escaño como en una esquina, pero no se mancha de sudor ni de sangre. Ha encontrado un pelele y lo va a usar hasta que no se tenga en pie.
El doctor Sánchez está aprovechando su gloria efímera. Es un presidente de una sola canción y lo sabe, pero se presenta como los Beatles a pesar de ser como el grupo aquel de la película de Tom Hanks: The Wonders. Está viajando por el mundo y disfrutando de los privilegios. Está viviendo un sueño. Se ha ido de concierto en el avión presidencial. Ha viajado a la boda del cuñado en helicóptero. Esta de turismo en Canadá y Estados Unidos, pavoneándose. Acabará eligiendo cónsul a Lastra.
El doctor Sanchez vive deprisa. Corre y vuela bajo los flases mientras Iglesias piensa. Pero seguro que Iglesias se esperaba disponer de más tiempo. Nunca un verano fue tan corto. El tiempo del doctor Sánchez está resultando una falsa estación fugaz, como si el sol fuera un foco y los árboles estuvieran pintados. Todo es un decorado en esta legislatura tragicómica. Un decorado “cutre” (como dijo el mismo Iglesias), que cada día a más espectadores indigna.
La única misión del doctor Zascandil es mantenerse en cartel a cualquier precio, incluso falseando los resultados de taquilla, con tal de prolongar su estatus de estrella que cada vez parece más malvado, caprichoso, ignorante y soberbio. Y eso que el doctor habla en inglés. Cada vez hay menos personas a las que les falta hablar el inglés y más habladores de inglés a los que les falta la persona.
El doctor Sánchez parecía ser el invencible Rocky Marciano (al menos durante un par de años más) y ha resultado ser Toro Moreno, para sorpresa de los menos optimistas. El cartón piedra de su fachada y lo viscoso de su trayectoria y de su currículum han superado todas las expectativas negativas, incluso para un político. El doctor Sánchez ha hecho explotar su propia burbuja política, lo cual podría marcar un hito de torpeza o simplemente ser una consecuencia natural.
Su posterior y actual desempeño confirman el desastre, el error. A veces creo que esta gobernanza, esta regencia de plástico no la quiere ni Iglesias. Yo lo miro y pienso que, después de todo, se arrepiente de haber dado su apoyo a esa caterva gubernamental que ni siquiera sirve como pensaba a sus intereses rojo oscuro. A veces creo que un día de estos se desprenderá de su porcentaje de beneficios como el Humphrey Bogart de Más dura será la caída. A veces creo, también, que he visto demasiadas películas.