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Mientras tantoMás tornillos

Más tornillos

Los dos lados de la crisis (las dos orillas)   el blog de Moncho Veloso

 

Fábrica de lápices Hispania, Ferrol (A Coruña)

(Fotografía de Merce Blanco)

 

Algunas tardes las matábamos en el aserradero de San Cosme lanzando croios contra los pocos ventanucos que aún le quedaban. Y cuando el mar se encabritaba marchábamos desde las rocas entre El Altar y San Bartolo hacia la cantera ya consumida. Desde su poyete natural nos lanzábamos en pirueta al agua –¿de lluvia?– estancada. Siendo un crío alguien me regaló un lápiz Johann Sindel; para entonces ya era sólo un recuerdo de la destartalada fábrica Hispania, que miraba a la ría enmarcada por la vigorosa grúa azul de dos patas del astillero Astano, hoy figuradamente enclenque. El viejo Citröen BX blanco bajaba por Fene y Dolores y yo la buscábamos para confirmar que habíamos llegado a Ferrol. Pero el desmantelamiento industrial ha dejado a una España hoy irreconocible.

 

«A España no la va a conocer ni la madre que la parió», espetó recién estrenada la democracia Alfonso Guerra, ahora en lenguaraz tour, augurando el porvenir. Y quizá sin pretenderlo la debacle fabril que comenzó al rato. Dos reconversiones, fruto de la crisis del petróleo una y de la integración del país en la Comunidad Económica Europea la otra, que desarmaron el naval y la siderurgia de Cádiz a Ferrol y de Vigo a Sestao. Se decidió –¿quién, Alemania y Francia?– que España no podía competir con las grandes naciones industriales del Viejo Continente. Que nuestro país debía dedicarse al turismo: menos tornillos y más sombrillas.

 

La ennegrecida margen izquierda del Nervión se revistió con plateada chapa al tiempo que Londres apagaba los 90 metros de chimenea de la central de Bankside para dar entrada a la modernidad. Tal y como lo había proyectado dos décadas antes Supertramp en portada (Crisis? What crisis?). Se empezó entonces a hablar de política monetaria en lugar de manufacturas. Hasta se antoja que el paisaje fabril nos avergonzó, y lo fuimos ocultando bajo distritos financieros y barrios residenciales uniformes –»el sueño capitalista tiene una estética comunista», leí un día en una viñeta–. Los jóvenes dejaron de soñar con remachar buques para poner los pies en un encofrado. La fiebre del ladrillo: el dinero fresco versus la sudada nómina. Dinero ficticio o dinero real, ¿recuerdan? 

 

«La industria genera empleos, los mercados financieros no», espeta el viernes un tertuliano de la radio en medio del atasco. De tráfico en hora punta y de opinadores: siguen hablando de política monetaria y ahora también de primas de riesgo. No de que la producción industrial se ha desplomado. El sector secundario ha perdido 768.000 empleos en estos cinco años de tozuda crisis. Para cerrar tomo prestada la pregunta, muy acertada, que se hacía días atrás la colega María Vega: «Míster Guindos, ¿qué industria les va a sacar de la crisis?».

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