Para los que no están bien puestos en cuestiones guineanas, Masié Me Nguema, quien en otro tiempo se llamó Francisco Macías Nguema, fue el que accedió al poder guineano tras la independencia. Ahora ya se sabe sin ningún género de duda que él no estuvo solo en la confección de la historia en la parte que le tocó. Él había sido un don nadie que ejerció como intérprete en los tribunales coloniales, habida cuenta de que sus paisanos sólo hablaban lo mismo que él. Luego fue alcalde de Mongomo, y porque al haber trabajado con colonos le dio notoriedad. Cuando se empezó a hablar de la independencia fue incluido en las discusiones, y de las transcripciones hechas se ve que era el que menos preparación intelectual y teórica tenía, pero a algún colono, o a más, le convenía que el futuro presidente tuviera pocas luces, y como milagro, fue elegido.
Habiendo trabajado con colonos españoles, él se olvidó de cualquier vínculo colonial e hizo del anticolonialismo la bandera de su triste mandato, al menos de manera discursiva, porque en la práctica fue acérrimo defensor del colonialismo. Así, cambió nombres coloniales, cerró iglesias, pero se proclamó el único milagro de Guinea Ecuatorial. (bueno, ya dijimos que fue un milagro que hubiera sido elegido) Eso lo aprendíamos de memoria, así que hasta ahora no sabemos lo que quería decir que era un milagro. O sea, hombre-milagro, persona–milagro. Por su carácter soberbio, creemos que está en el infierno ahora. Están vivos muchos de los que le hicieron creer que sí era un milagro, y esto es un asunto que se tratará aparte. Pues en el infierno donde está no da crédito a la pasividad de los guineanos y apela a su cordura y les conmina a levantarse de donde están para que no se repita la historia. ¿No dicen precisamente que las estatuas y los hechos de la historia deben permanecer para servir de lecciones para el presente? Pues Masié está estupefacto.
Y es que con él nos fue fatal. Sabiéndose ignorante, pronto eliminó a todos los que pudieran hacerle sombra, y de cualquier tipo, en cualquier escenario. Intelectual, social, amoroso, económico. Despreciaba a los fernandinos, y trasmitió este desprecio a los que le auparon al poder, la gente de su etnia. Bajo su ignominioso mandato, la palabra intelectual fue prohibida y la posesión de cualquier libro bastaba para que acabaras en la cárcel. Y como muchas veces el calor despierta la inteligencia, desde el infierno donde está cree que este sueño en que están los guineanos no es bueno. Y es que estamos en las vísperas mismas de que el hijo predilecto de Constancia Mangue suba al poder y estamos tranquilos, como si la desaparición de su padre supusiera la normalización de las cosas y alcancemos la libertad. ¿Cómo es posible que la trágica situación intelectual del país con la subida de Macías no hubiera servido de lección para nadie? Alguno se removerá en la silla y preguntará si con Obiang algo cambió.
La realidad es que el régimen de Obiang es una continuación del de Macías, y nos callamos porque mientras los adultos de aquel tiempo se tomaban un respiro, el hoy general en jefe nos engatusó con buenas palabras. Además, todos estaban avergonzados de lo que nos dejamos hacer, vejaciones de cualquier tipo. Y sí, con Obiang mucho de aquello continuó, pero fue porque nos creíamos que nos salvó realmente. Con su hijo no hay ninguna excusa, no nos salvó, y no tiene sentido que queramos volver a una etapa de oscuridad porque el máxime mandatario anda flojo de entendederas. Ya lo hemos dicho todo. Ahora toca por decir que no solamente la gente no estuvo atenta para decir que había gestos y hechos que no debíamos permitir, y ahora tenemos poco margen, sino que hay muchos guineanos que están sumamente excitados ante la eventualidad de quedarse fuera del pastel sucesorio y que el mismo no caiga precisamente en sus dominios autóctonos, es decir, de la actual región del general-presidente. ¿Cabe mejor estupefacción? Entonces el silencio de muchos reside en la creencia de que las cosas están yendo bien para sus pequeños intereses. Y esto es, francamente, condenable.
Antedata: Allá en Malabo, donde estuvimos desde febrero, no pudimos escribir en este blog porque internet era escaso y no creemos que este camino económico lo debemos recorrer en soledad. No hay más, no habrá lugar para llantos cocodrilianos posteriores.
Barcelona, 1 de agosto de 2020 Después del Covid.