“Max Aub como fabricante de alpargatas, un personaje más de la desconocida odisea de los exiliados en el Magreb”. Así titulaba Amanda Rodríguez su artículo sobre la exposición Del éxodo y del viento: el exilio español en el Magreb (1939-1962), que acoge Casa Árabe en Madrid. Así arranca el artículo de Amanda Rodríguez publicado en elDiario.es: “‘Vi Túnez como un espejo de sol’. Con estas palabras, Bonifacio Caparrós resume sus primeras impresiones al llegar a Túnez en 1950. Este cartagenero, ahora de 85 años, tenía solo 11 cuando puso los pies en ese rincón del norte de África. No iba solo. Junto a él viajaba su madre, en un periplo cargado de esperanza y emoción: el reencuentro con su padre, un hombre al que Caparrós no había llegado siquiera a conocer. Su progenitor, un teniente de navío republicano de Cartagena, había huido de España una década antes, al término de la Guerra Civil. La represión franquista que siguió a la victoria del bando nacional convirtió su partida en una cuestión de supervivencia”. Recoge también las palabras del fotógrafo Juan Valbuena, comisario de la muestra: “‘Muchos esperaban ser bien recibidos por el gobierno francés, que controlaba las colonias del norte de África’. Pero la realidad fue mucho más cruel. A los exiliados se les privó de la libre circulación y se les confinó en campos donde se les obligaba a realizar trabajos forzosos. ‘Al principio los llamaban campos de acogida, pero pronto se convirtieron en campos de concentración’, explica Valbuena. Pese a las duras condiciones, los exiliados lograron organizarse para mantener algo de normalidad: fundaron escuelas, publicaron pequeños periódicos e incluso aprendieron nuevos idiomas. (…) No todos los campos eran iguales. Uno de los más temidos fue el de Djelfa, ubicado en el interior de Argelia. Allí se enviaba a los considerados ‘díscolos’, aquellos que cuestionaban las órdenes o intentaban rebelarse. Según el exiliólogo José María Santacreu, de la Universidad de Alicante, las condiciones en Djelfa eran extremas. ‘El calor durante el día era insoportable y por la noche las temperaturas caían en picado’, describe. Entre los retenidos en Djelfa estuvo el poeta de la Generación del 27 Max Aub. ‘En Djelfa se dedicó a fabricar alpargatas’, revela María José Calpe, archivera de la Fundación Max Aub. El autor permaneció en este campo entre 1941 y 1942, antes de conseguir partir a México. ‘En ese tiempo escribió su poemario Diario de Djelfa’, afirma Calpe”. El poemario está editado por Visor. Como recoge la página web de Casa Árabe, “la exposición ofrece un recorrido histórico y emocional sobre el exilio español en el norte de África, un exilio que tiene el tamaño de un mar, no un mar cualquiera sino el nuestro, el Mediterráneo. Un exilio en cuatro movimientos: miedo, indignación, esperanza y resignación. Se calcula que unos 13.000 españoles llegaron al norte de África en el mes de marzo de 1939, al final de la Guerra Civil. Salieron de los últimos aeródromos y puertos de la República en aviones y barcos de diversos tamaños. Posteriormente, otras 4.000 personas serían deportadas a Argelia desde los campos de concentración de Francia”.
Dónde: Casa Árabe, Madrid, España
Cuándo: Hasta el 25 de marzo