Hay quien considera que «el cinematógrafo, nacido en la última década del siglo XIX, es el medio de expresión más característico del siglo XX». Y es que, si bien lo principales núcleos de su desarrollo se situaron en Estados Unidos y Europa, su expansión fue, quizá, una de las más rápidas que haya presenciado la historia del arte y la tecnología. De este modo, y como si de un virus se tratara, se fue contagiando, traspasando fronteras y, a través de mutaciones particulares, convirtiéndose en base constitutiva de las expresiones culturales de sociedades de todo el mundo. Resulta complicado entender la causa (seguramente no haya una sola) que provocó semejante diseminación, aunque puede que sea, como afirma Mack Cousins, que el cine sea por excelencia «una máquina de empatía». En cualquier caso, tenemos que considerar que trazar una historia del cine es como realizar un estudio epidemiológico que busque el origen de una pandemia: el foco inicial da lugar rápidamente a otros y los focos simultáneos son así una constante. Este problema se acentúa cuando utilizamos un marco temporal y espacial concreto, que en el caso del cine y sus inicios se suele centrar en las dos etapas que divide la Primera Guerra Mundial; y en el ámbito de Europa y Estados Unidos. Así, si bien «toda historia universal del cine peca de no ser propiamente universal o de serlo sólo desde una perspectiva parcial», intentemos trasladar el microscopio hacia el continente africano, y más concretamente al cono sur, para ver qué pasaba mientras los hermanos Lumière y Thomas Edison lanzaban sus propias creaciones.
Podemos decir que el cine se propagó por África a la vez que ya lo hacía por Europa y Estados Unidos. Ya «en 1896 se podían ver películas en Argelia, Egipto y Sudáfrica, en 1897 en Túnez y Marruecos, en 1900 en Senegal y tres años más tarde en Nigeria. El catálogo de los hermanos Lumière de 1905 contenía más de 50 películas con secuencias rodadas en África, tierra perfecta para satisfacer la sed de exotismo y evasión del público europeo». De entre toda esa vasta geografía, Sudáfrica fue una de las áreas donde su desembarco resultó más florido y donde se implantó con más solidez. Es pertinente apuntar que cuando el cine llegó a Sudáfrica, ni siquiera existía como país y era una zona donde la tensión étnica y colonial estaba a la orden del día. Los primeros cines de variedades se abrieron en Johannesburgo en 1895, y se propagaron de manera rápida, fundamentalmente con películas venidas de Gran Bretaña, gracias a la Warwick Trading Company. Cabe destacar, además, que, junto con la egipcia, «la industria cinematográfica sudafricana es la más antigua de África y una de las más antiguas del mundo: comenzó oficialmente en mayo de 1896».
El Modo de Representación Primitivo (MRP) y la guerra anglo-bóer
Sin embargo, fue a raíz de la segunda guerra anglo-bóer sudafricana (1899-1902) cuando el cine se explotó como nuevo medio de propaganda. Esos metrajes tienen las características de lo que Burch ha calificado como MRP. Tal es el caso de Escena en la granja de avestruces del Señor Smit (Joe Rosenthal, 1900), en la que se ve un conjunto de avestruces alimentándose con la comida ofrecida por ciertas personas. Se constata en dicha cinta lo que para Burch es uno de los fundamentos del MRP, que es la autarquía del plano que, tal y como explica Jorge Pérez Iglesias, supone «un único plano autónomo sin encadenamiento a otros. Es fijo y todo contenido fílmico se reserva en este plano». Pero también otros como son la estricta horizontalidad y frontalidad de la cámara; o el predominio del plano de conjunto. Además, resaltar que el propio Señor Smit, parece mirar fugazmente a la cámara al final de la escena, «error» permitido en los primeros años del cinematógrafo.
–Escena en la granja de avestruces del Sr. N. Smit, Impanzi, Natal, Sudáfrica (Joe Rosenthal, 1900). Fuente: Catálogo de la Warwick Trading Company número 5548.
Pero más allá de está idílica escena, fue la guerra y sus imágenes las que terminaron por favorecer el desarrollo del cine en Sudáfrica. En la siguiente imagen, de hecho, podemos ahora presenciar el paso de un tren por un puente que cruza el rio Modder, mientras que las tropas se acumulan en los vagones blindados que avanzan hacia la cámara.
-Tren atravesando el río Modder (John Benett-Stanford, 1899). Fuente: Número de catálogo 5525 de la Warwick Trading Company. https://www.britishpathe.com/asset/98557/
Dentro de la gran cantidad de imágenes dedicadas a las tropas y a los soldados que participaron en la contienda anglo-bóer, es interesante resaltar la escenificación de un ataque en el que la caballería avanza hacia la cámara, los soldados desmontan y, tras preparar los cañones, disparan desde detrás de unos matorrales. Y es importante porque ya avanza el paso hacia el Modo de Representación Institucional (MRI), ya que juega con el poder del relato y pasa de ser una cámara representando la realidad, a una cámara filmando una escena preparada. Se percibe aquí esa «voluntad de generar un espacio inmersivo y rodear al espectador en una especie de recreación total del mundo», pero también la necesidad y la voluntad de empezar a controlar la narración.
-Escaramuza con los bóeres cerca de Kimberley (un ataque escenificado de las tropas británicas en Sudáfrica aunque la descripción del catálogo da a entender que estaba destinada a ser tomada como un hecho real. (Joe Rosenthal, 1900). Catálogo de la Warwick Trading Company número 5545. https://www.britishpathe.com/asset/98557/
MRI y el Gran Trek
El tránsito desde el MRP a MRI lo delimita una película que ha marcado la historia de Sudáfrica, como veremos más adelante, tal y como lo hizo en Estados Unidos El nacimiento de una nación (The Birth of a Nation, D.W. Griffith, 1914). La cinta más antigua de ficción que se conserva en Sudáfrica es de «cine mudo grabado en 35 milímetros que en 54 minutos recrea cuando los afrikáners (descendientes de holandeses de Sudáfrica) masacran a miles de zulúes en la batalla de Blood River. Rifles contra lanzas en una contienda real que ocurrió en 1838. La cinta, dirigida por Harold M. Shaw, se tituló De Voortrekkers». Harold M. Shaw, llegado de los Estados Unidos, fue contratado por Isidore W Schlesinger, el pionero de la industria cinematográfica en Sudáfrica, fundador de African Film Productions Ltd, el primer estudio cinematográfico de África, en Killarney, un suburbio de Johannesburgo. En esta película existen ya las características del MRI tales como la continuidad de la diégesis, la transparencia narrativa, la causalidad lineal y la alta clausura del texto.
-Cartel de De Vortrekkers. Fuente: https://we-love-cinema.com/movies/11145-de-voortrekkers/
El universo narrativo donde se desarrollan los hechos se centra en el Gran Trek y lo que hace esta película es ofrecer un relato épico de aquel acontecimiento histórico en el que los bóeres, con sus casas a cuestas, marcharon hacia una tierra prometida. El clímax de la película lo marca, como señalábamos anteriormente, el transcurso de la famosa batalla de Blood River, sacralizando la victoria del pueblo blanco elegido sobre el barbarismo del pueblo negro.
-Premier de De Voertrekers en la que se puede notar el titulo con el que se la conoció en el extranjero: Winning a Continent. West End Cinema Theatre, Londres, 1917. Fuente: http://www.britishpathe.com/video/cinema-showingpropaganda-film
El éxito de De Voortrekkers vino dado por el fervor nacionalista afrikáner de la época, obteniendo un éxito sensacional a nivel local e incluso consiguió algunas proyecciones en el extranjero. Mientras la película hace especial hincapié en el salvajismo de los pueblos nativos parece que «las noticias de la época destacaban la autenticidad del atrezzo y el vestuario, así como el gran número de personas que participaron: cientos de extras, negros y blancos, muchos de ellos empleados de las minas».
-Harold Shaw junto con Tum Zulu en el rodaje de De Vortrekkers. Fuente: https://www.pinterest.co.uk/pin/harold-shaw-with-tom-zulu-playing-king-dingane-on-the-set-of-de-voortrekkers-at-killarney-studios-johannesburg-stage-and-ci–554365035353023361/
El dispositivo ideológico del cine
Hay que aclarar que, a diferencia del cine en Estados Unidos y su conversión en fenómeno de masas «el cine mudo sudafricano era un cine minoritario: propiedad de blancos, producido por blancos, interpretado por blancos (aunque no absolutamente) y exhibido para blancos (de nuevo, no absolutamente)». Tan es así que la posición del cine sudafricano como cine africano es problemática y antes del fin del apartheid en 1994 fue excluido de dicha categoría y De Voortrekkers hace evidente el porqué. Esta es una película que ha sido vista en los colegios y reproducida cada año en las conmemoraciones del pueblo bóer sudafricano y si la película de Griffith consiguió resucitar al Ku Kux Klan, la cinta de Shaw mantuvo muy vívida la pujanza y actualidad de las ideas racistas en Sudáfrica.
De Voortrekkers ejemplifica el marco ideológico en el que puede sustentarse el cine y la influencia del momento histórico en su desarrollo, concretamente el del racismo. Y es que el nacimiento del cine coincidió, entre otras cosas, con la Conferencia de Berlín, en la que las potencias europeas se repartieron el continente africano y su difusión también coexistió con la expansión imperialista. Así, el cine formó también parte del amplio aparato de propaganda (que abarca otros campos como el de la literatura o el de la medicina) que vendió las ideas de un continente atrasado hasta convertirlo en lo que Achille Mbembe ha calificado como un yacimiento de fantasías. Se podría decir pues que si es cierto que el cine utiliza la ficción para contar una verdad, también lo es que es muy capaz de utilizar la mentira para disfrazarla de verdad. El panorama actual de los cines africanos es mucho más rico y dista mucho de sus inicios, pero siempre es enriquecedor hacerse una idea de ellos para entender el contexto artístico y cinematográfico del continente.
Bibliografía consultada
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