Home Mientras tanto Mear y no echar gota

Mear y no echar gota

 

 

Había dudado si llamar a este post “la gota que colmó el vaso”, pero al final me decidí por este otro título porque aunque los dos tienen que ver con lo que os voy a contar, este me pareció más próximo a la realidad mientras que el otro se refería sólo a  mi estado de ánimo en un momento determinado.

 

Bueno, esto tampoco es exacto.

Más que un momento determinado habría que decir que son una miríada de momentos en los que la gota está a punto de desbordar el vaso de mi paciencia.

 

También es culpa mía porque no acaba uno de conocer y empaparse de la cultura local y los prejuicios con los que venimos a un país, y continente, tan diferente del nuestro nos impiden ver, y entender, las cosas con claridad.

 

Aquí es donde transcurren los hechos: los aseos.

Pero esta es la foto de los mil errores (o defectos constructivos), en todo caso hay uno que salta a la vista, pero yo no me di cuenta hasta que ya me dio pereza que empezaran a picar todo otra vez: ¿quiénes son más gordas? 

 

 

A lo que vamos.

Estábamos en la reunión semanal de los miércoles, con el personal de la Biblioteca OLVIDO, y estaba yo mesándome los cabellos por los múltiples problemas cotidianos (esto es una licencia literaria que no estoy yo para arrancarme los cuatro pelos que me quedan) y decido quejarme, amargamente, de la mala voluntad de la gente contra la biblioteca.

 

Porque, diabético prostático que es uno, tengo que visitar frecuentemente los aseos y me encuentro en muchas ocasiones que alguien ha tirado papel higiénico por el urinario, atascándolo.

 

Esto está casi siempre así, atascado

 

 

Ya estoy acostumbrado a recoger a mano (luego me lavo bien, eso sí) los restos que pueden verse para intentar deshacer los atascos, incluso compré ex profeso un súper producto desatascador, pero lo que no llegaba a comprender es la mala baba de la gente contra la biblioteca, llegados al punto de querer atascar los urinarios para fastidiar.

 

Transmitía mi indignación a los empleados cuando me para mi perorata uno de ellos y me explica que no es mala idea, que es para limpiarse la gotita…

 

Sí, sí, la gotita de orina, como lo oís.

No acaba uno de conocer los usos y costumbres y menos las intrincadas normas religiosas.

 

Amigos míos, conocidos y otros animales, como os lo cuento, parece que para los musulmanes es norma de obligado cumplimiento realizar abluciones antes de cada uno de los 5 rezos diarios. Y eso implica no sólo lavarse la cara, cabeza, manos y pies, sino también en algunos de ellos tronco y extremidades, sobre todo la central: los bajos.

 

Esto lo sabe cualquiera, lo que yo no sabía es que cuando se orina ninguna gota de orina puede tocar su pantalón que se volvería impuro…

No sé si son cosas forzadas por el lobby de las tintorerías o las empresas fabricantes de detergentes, pero ya les vale…

 

 

           

¿Súper desatascador o cacillos para lavado de bajos? Se pone perdido de agua el suelo con las abluciones

 

 

Quizás esta es otra razón poderosa por la que no puedo abrazar el Islám, ni siquiera palmaditas amistosas, porque no me llegaría el presupuesto para calzoncillos y/o pantalones.

Puede que por esto la moda islámica impone esos sayales amplios y largos, que a veces ocultan unos pantalones debajo y a veces los bajos, directamente.

 

Así que me sugirieron que pusiera unos cacillos para que se lavaran el pene o la polla, lo que sea que tengan, después de mear. Pero a mí me tienen hasta la misma.

 

Por mi parte les pediría que vengan meados y rezados de casa a ser posible (que hay margen horario, creo) porque esto para mí es de mear y no echar gota.

 

 

GALERÍA DE RETRATOS DE JAVIER NAVAS

Salir de la versión móvil