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Melodramas mutantes

 

‘A Day in the Life’


THE BEATLES

 

Hubo un tiempo en España en el que, hiciera o no calor, los lectores de El País se daban aires con el periódico. El papel de la prensa. Hoy, que el papel está en baja, la prensa ha perdido los papeles. Recuerdo con nostalgia, aunque no estuve allí, no me dio tiempo, cuando muchos ingleses ponían su reloj en hora por el Times. Llegaban siempre tarde, o pronto, a todos sitios, porque el periódico para saber la hora no sirve, pero eso dice mucho de la confianza que se tenía entonces en la prensa. Leías El País, había gente, y ya. Incluso había gente que lo llevaba bajo el brazo por mucho que jamás lo leyese: para que se lo vieran. Mira, ahora, El País y todos los periódicos. El tiempo cambia mucho.

 

SITGES RETROSPECTIVA

 

Cuarto día (lunes 12 de octubre)


Ayer, Nicolas Winding Refn recibió en Sitges la ‘Máquina del tiempo’.

 

 

 

El tiempo pasa en Sitges. Desde Sitges, más tiempo todavía. Y hasta Sitges, más tiempo por venir. La máquina del tiempo, los eloi. La máquina del tiempo es el vehículo que permite a un criminal huir hacia el futuro en la película ‘Time after time’, de Nicholas Meyer: ¡nada menos que a Jack el Destripador!, lo que no deja de explicar el que, en su tiempo, no lo encontraran nunca. Eso fue por 1979. Huir de nuestras torpezas, nuestros males, es lo que hacemos, subidos en el tiempo, cada día; pero el pasado acaba por alcanzarnos: lo hemos visto este Sitges. Lo veremos en casa. Casi veinte años antes, en 1960, George Pal llevó a la pantalla una versión mucho más ajustada a la novela de Wells (parte de la novela), publicada en 1895: ‘The Time Machine’, con Rod Taylor como el propio Wells e Ivette Mimieux, casta clámide desvalida amenazada por los morlock: primitivos peluches antropófagos, horror de vestuario, con el aspecto de haberse caído de la cama. Feroces, sin embargo. Los eloi, la civilización, son, por el contrario, seres melifluos, ternes, incapaces de cuidarse a sí mismos. ¿Qué nos quieren decir? Viene aquí a colación cierto relato en el que se nos cuenta la peripecia de un macho al que su tiempo ha congelado, como a Disney, por una enfermedad; y que es reanimado en el futuro, en una sociedad idílica, donde no hay injusticia, no hay desigualdad, no hay competencia. El hombre del pasado se aburre, echa de menos el escalofrío de la caza, el puñetazo, la pelea, el riesgo, la lucha por la vida. Compadecidos los científicos, que habían conservado muestras de la bacteria que la causa, le inoculan la peste bubónica. En 2002 un nieto del propio Wells, Simon Wells, vuelve a subirse a la máquina del tiempo, con Guy Pierce y Jeremy Irons, año 802.701: el futuro. Es curioso: la percepción del tiempo. La Luna está más cerca, ¿es que tú ves Sevilla? Parece, 1895 -o hasta 1979-, hoy más lejano que el 802.701. Hoy, por ejemplo, pregunte por la calle (personalmente, añoro a Malcolm McDowell y aún más a David Warner, o tanto, por lo menos) quién es Ivette Mimieux o qué pájaro pudiera ser Rod Taylor. Así que, nada: el tiempo.

 

Pasajero del tiempo, Nicholas Winding Refn, menos eloi que morlock, tiene el tiempo en sus manos.

 

‘Maggie’

 

‘Maggie’, de Henry Hobson.

 

La leña cortatiempo, desde ‘The Witch’ aquí y hasta ‘Into the Forest’. Cortar leña es una actividad que te permite no pensar en otra cosa: pasa el tiempo sin darse cuenta uno. Un atajo, la leña. La leña: una coartada. La leña, un desahogo. Melodrama con zombies. Si le quitas los zombies, ‘Maggie’ podría ser una sesión a mediodía en la televisión. Niña enferma y el rechazo y el miedo ante los males contagiosos.

 

La sorpresa: Schwartzenegger es capaz de emocionarse.

 

‘LOVE’

 

‘Love’, de Gaspar Noé.

 

Porno soft con derecho a vecina. “¿Y ahora qué hago yo con esto?” El embarazo al alcance de los niños. Poco más. Y entusiasmó a bastantes. Melodrama en el semen.

 

Dígaselo con fluidos.

 

Scott Matthew


SCOTT MATTHEW

 

Una hermosísima canción de despedida. Scott Matthew: ‘Language’. Se escuchaba en la película ‘Shortbus’, de John Cameron Mitchell, donde el sexo, sobre todo verbal, fluía por estos cauces y por otros. Comunión en los labios, comunión en la piel.

 

Ama y haz lo que quieras.

 

Bautismo, confirmación, eucaristía, penitencia, unción de los enfermos, orden sacerdotal y matrimonio. Tres imprimen carácter: el bautismo, la confirmación y el orden sacerdotal. Santos óleos, la hostia consagrada, el anillo de bodas, confesar nuestras faltas: no nos cambia. Carne, el hombre, de la Revelación, en tres etapas: bautismo, confirmación y sacerdocio, que a la mujer le niega la tercera y le veda administrar la penitencia: ¡qué sabrán las mujeres de culpa, si la culpa son ellas!, al hombre lo despierta a la vida la pila de lavar nuestros pecados, en los que incurres antes de nacer. Venimos a la existencia condenados -una idea brillante-, desde un mundo en el que estábamos previstos y a cuyas hechuras debemos conformarnos. Así, somos prejuicio, déjà vu.

 

‘Sacramento’, de Carlos Cañeque, que presentó Román Gubern, tras dedicarle en los papeles palabras elogiosas, es la última película del día por lo que a nuestros cortos alcances se refiere.

 

‘SACRAMENTO’

 

El clip es fiel reflejo de la cinta Señor, yo no soy digno.

 

El sol incendia el cielo. Crepúsculo de lunes. Las cenizas del día quedan entre los dedos.

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