Tuvimos que salir por la tarde, así que se nos hizo de noche. Pero una autovía a oscuras y buena música convierten la vida en una película, y eso ameniza mucho los viajes. Más de tres meses sin poder movernos entre comunidades autónomas, más de tres meses sin ver a nuestros familiares: ¿cuántos alemanes se habrán emborrachado en España mientras tanto? Pero todo llega, incluso el final del estado de alarma y los consecuentes reencuentros. Ya solo queda tener cuidado con el sentimentalismo radical.
Regodearse en los sentimientos es una pérdida de tiempo: es mejor ponerse a la vida que pararse a pensarla. Por eso llegamos y actuamos como si nada, como si cenar a la una de la madrugada fuese lo más normal del mundo. Además, mientras asentía para manifestar lo bueno que estaba el pulpo, pensé que nada había cambiado. Aunque cada vez me fío menos de mi memoria. ¿A vosotros también os habré contado ya setenta veces lo mismo?
El primer capítulo de la serie The Affair muestra cómo se conocieron dos amantes desde el punto de vista de él y desde el de ella. Las dos versiones coinciden en que se conocieron, claro; sin embargo, cambia casi todo lo demás: las palabras, el aspecto, las actitudes. Ninguno considera estar mintiendo, pero probablemente ninguno acierte a contar la verdad con precisión. Lo que pasó exactamente es lo único que deja de existir. Es lo que tiene la memoria, que hace lo que le da la gana con el pasado.
No hay nada como aprender a decorar los recuerdos, porque al final puedes terminar teniendo una vida estupenda. Además, así se vive el presente sin demasiada presión, con la certeza de que luego cada uno lo puede convertir en lo que le dé la gana. Estuve revisando lo que escribí hace más de tres meses sobre el mismo viaje que hago ahora, y lo cierto es que me apetece repetir. Cerveza, mar, arroz: lo importante creo que puedo conseguirlo. En cuanto a los adornos, ya veré lo que se me ocurre a la vuelta. ¿En qué convertiré el fin de semana que viene cuando lo cuente?