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Mientras tantoMensaje Póstumo de Jacques Cousteau a la humanidad (Parte I)

Mensaje Póstumo de Jacques Cousteau a la humanidad (Parte I)


Ya no se ven los vídeos de Jacques Cousteau, el gran amante del mar que nos enseñó sus misterios. No se reproducen sus enseñanzas. Existe un tremendo vacío consentido por parte de Francia y de otros sectores que han acallado su voz para siempre y es por eso, que desde Reflexiones de un Simio, quiero dejaros un último mensaje póstumo en formato de libro que se publicó después de su muerte.

Lo extraño e inaudito es que su legado no haya tenido continuidad en una Francia que como en otros países, han despreciado a los grandes hombres que han querido marcar su vida rompiendo esquemas muchas veces contra las propias Instituciones. Le pasó a René Quinton con el agua de mar que algún día podremos tocar, a Nicolas Tesla, a Felix que no ha sido olvidado gracias a su Fundación y a la semilla que dejó en muchas personas que amamos la naturaleza y que constantemente le recordamos.

Por ello, quiero que conozcáis el mensaje que este hombre curtido en el mar y amante acuático de la vida y reivindicar su obra para que los más jóvenes sepan quien erac y como luchó en defensa de nuestros mares.

Lo voy a ir subiendo en varios capítulos para que su lectura no se haga pesada. Es un homenaje que le he querido hacer y qué bien se lo merece. He analizado su libro póstumo y he sacado el jugo, la voz de Cousteau que surge desde las mismas profundidades de los océanos.

MENSAJE PÓSTUMO DE JACQUES COUSTEAU A LA HUMANIDAD

“Nos dejó un legado póstumo, una advertencia a la humanidad, un mensaje que muy pocos han sabido recoger y que otros han pretendido ocultar”.

Si Felix Rodríguez de la Fuente nos transportó al mundo de la naturaleza y de la biodiversidad y Julio Verne nos enseñó la aventura y la ciencia, Jacques Cousteau nos reveló las maravillas del mundo submarino, sus habitantes, las cuevas subterráneas, lo corales de mil colores y el mundo mágico del mar. Lo que antes sólo podíamos intuir en los acuarios, el nos dejó kilómetros y kilómetros de cinta grabada en sus documentales traducidos a todas las lenguas del mundo.

Con su gorro rojo y a bordo del Calypso, surcó todos los mares y océanos, nos mostró también la belleza de los cetáceos, su vida, sus costumbres, el mundo mágico que Julio Verne nos quiso hacer soñar con “20.000 leguas de viaje submarino” y que Cousteau, paisano suyo, logro hacer realidad.

Pero además de toda la belleza submarina que supo transportar a las pantallas de la televisión y cine en cientos de documentales, también nos dejó un legado póstumo, una advertencia a la humanidad, un mensaje que muy pocos han sabido recoger y que otros han pretendido ocultar.

Como si supiera que pronto le llegaría la hora de abandonar este mundo hermoso lleno de maravillas pero también de horrores cometidos por los humanos, quiso escribir un último libro que fuera un mensaje para las generaciones futuras, para esos niños que veían sus documentales y de mayores se enfrentarían a una sociedad gravemente manipulada por ocultos poderes financieros. Con este pensamiento, se reunió con Susan Schiefelbein, que fue editora de la Saturday Review y  periodista, escribiendo guiones de muchos de los documentales de Cousteau. Durante semanas, Susan fue escribiendo lo que Jacques quería expresar y denunciar de forma contundente.

El libro titulado “Los humanos, las orquídeas y los pulpos. Explorar y conservar el mundo natural” no fue publicado hasta 2007, diez años después de escribirlo, lanzándonos claras advertencias para la humanidad. ¿Por qué se tardo tanto tiempo? ¿Qué era lo que impedía su publicación ante un personaje como el de este gran científico? Pero curiosamente ha sido descatalogado, olvidado de forma intencionada una vez más, escondido y tachado de revolucionario por algunos que le cerraron las puertas aún estando con vida.

Desde el otro lado del mar donde descansa eternamente Cousteau, este rey del mar, genio de la vida marina, nos abre después de tantos años de silencio, su corazón y su mensaje para que quede grabado en la frente de la sociedad adormecida.

Susan, en el Epílogo del libro nos dice: “Jacques-Yves Cousteau y yo, acabamos este libro poco antes de su muerte en 1997. El y yo habíamos colaborado en varios proyectos durante más de veinte años…….Durante esos años, Cousteau hizo muchas advertencias sobre las direcciones que estaban tomando los seres humanos. Siempre que se presentaba a la perspectiva de una calamidad, buscaba una salida. Su clarividencia demostró ser excepcionalmente clara. Algunas de las puertas de salida que él había identificado, por desgracia se han cerrado desde entonces. Pero la mayoría de sus soluciones no sólo siguen siendo válidas sino que requieren una atención urgente”.

A este gran hombre, siempre se le ha conocido por sus documentales, por mostrar las maravillas del mundo submarino, pero siempre que podía y en cualquier evento o conferencia, lanzaba mensajes de advertencia, mensajes que no eran bien visto por los políticos y que los medios de comunicación silenciaban, hasta tal punto que dejaron en muchas ocasiones de invitarle a actos oficiales por temor a lo que pudiera decir públicamente. Sus actos eran vigilados de forma continua y solo dejaban filtrar por aquella época, lo que los Estados querían que saliera a la luz pública. Si las redes sociales hubieran existido por aquella época tan fuerte como están ahora por el momento, hubiera revolucionado la sociedad y sus denuncias hubieran sido escuchadas de forma clara.

Por todo ello, he querido desenterrar su legado humano dirigido a las generaciones jóvenes y futuras, porque no pueden seguir estando ocultas en un libro descatalogado y que muchos de sus seguidores ni siquiera saben que existe. Seguro que desde ese otro mundo del mar donde descansa mecido por las olas de la vida, Cousteau agradecerá este artículo y apoyará con todas sus fuerzas para que sea divulgado en los mil mares de la vida, la justicia, la verdad y la igualdad.

En 1996, el Calypso fue hundido de forma extraña en un supuesto accidente mientras estaba anclado y a salvo en el Puerto de Singapur. Me recuerda a ese otro atentado del Rainwo Warrior de Greenpeace hundido en el Puerto de Auckland (Nueva Zelanda) cuando iba a participar en una flota verde por la paz contra las pruebas nucleares francesas de Mururoa.  Pocos meses después de la pérdida del Calyso, Jacques se encontró con la muerte.

Sobre las conclusiones de la Cumbre de la Tierra realizada en Rio en 1992, dijo: “Río le declara la guerra a la pobreza, pero los delegados sólo ofrecen una fórmula para erradicarla: lo que ellos llaman desarrollo sostenible. Lo que en realidad quieren decir es desarrollo económico, puesto que el desarrollo económico sostenible es un contrasentido. La Tierra no puede sostener una creciente explotación de sus recursos no renovables, les están diciendo a los pobres: ¡haced lo que hacen los ricos!….Pero si cada individuo de la población proyectada de la Tierra..siguiera su ejemplo al pie de la letra….acabaríamos con nuestro planeta”.

Voy a desarrollar cada capítulo del libro y recoger lo más llamativo, el mensaje más claro, las palabras que lanzo este gran hombre para que ahora podamos utilizarlas como símbolo de unidad y libertad hacia un mundo que nos depara graves consecuencias, si no viramos 180 grados la nave de nuestro destino.

Ya en su primer capítulo “El impulso de explorar”, Cousteau no hace el primer razonamiento y llamamiento a problemas sociales y ambientales con los que se había encontrado y una gran lista que aumentaba día a día, como la lógica absurda de los pescadores que responden al declive  de las poblaciones  de peces doblando su esfuerzo de captura, agotando los stocks y pasando de pérdidas en un año a la bancarrota al año siguiente. La lógica absurda de creer que debemos aplicar todos y cada uno de los descubrimientos científicos, de pensar que el progreso exige subordinar los intereses humanos a las nuevas tecnologías en lugar de utilizar las nuevas tecnologías para satisfacer los intereses humanos. La lógica absurda de los militares  que proponen compensar la amenaza que suponen las crecientes reservas de plutonio y bombas nucleares de su vecino aumentando las propias. La lógica absurda  de intentar fortalecer la economía mundial institucionalizando el mercado global, enriqueciendo a los ricos y empobreciendo a los pobres. La lógica absurda de los líderes políticos que proclaman su apoyo a los derechos humanos al tiempo que ignoran los derechos de las generaciones futuras.

Estas y otras afirmaciones y por ser una persona popular y televisiva, era el temor que tenían a Cousteau el poder político y científico y que intentaran por todos los medios que jamás hablara en un acto público en directo frente a políticos y ciudadanos. Temían sus declaraciones. De hecho este libro solo se publicó diez años después de su muerte.

RIESGO PÚBLICO

En la primera página de este tercer capítulo ya avisa sobre la irresponsabilidad de los políticos. Dice que ante los vertidos, escapes radiactivos y el cambio que supone el clima global, las autoridades intentan tranquilizar lo que perciben como temores frívolos de los ciudadanos. Nos dicen que por razones muy complicadas, los expertos consideran que el riesgo es aceptable, los seres humanos deben aceptarlo para que continúe el progreso. Ante ello Cousteau considera que la libertad, fraternidad, el albedrío para tomar decisiones personales y el derecho a disponer de información veraz y completa, éstos son valores que se ven comprometidos cuando unas autoridades empujan a los miembros del público, de la ciudadanía a afrontar riesgos peligrosos sin una cuidadosa evaluación previa, a menudo sin contar siquiera con su consentimiento.

Hacer recortes en los planes de seguridad de las centrales nucleares, hacer caso omiso de los riesgos para la salud que representan ciertos productos químicos lucrativos, son ejemplos de riesgo que no demuestran reverencia por la vida, solo indiferencia. No persiguen metas humanitarias desinteresadas, solo el beneficio económico. Quienes lo infligen recogen los beneficios a corto plazo, mientras que son los ciudadanos quienes lo afrontan y sufren los costos a largo plazo. Como vemos, nada ha cambiado desde que Cousteau afirmara estas verdades en su legado. Continuaba diciendo que los riesgos públicos no razonables no se aceptan razonablemente. Con demasiada frecuencia, estos riesgos se ocultan a la sociedad, censurados por gobiernos e industrias que de manera ilógica citan el interés nacional como justificación del peligro al que someten a los intereses humanos. Como se está viendo con estas afirmaciones, Jacques era un estorbo para las instituciones oficiales, para los políticos de su país y del resto de las naciones del mundo, para las industrias contaminantes.

Esta capacidad crítica de Jacques, es la que ha estado siendo ocultada mientras vivía, poniendo barreras a sus palabras, silencios a sus declaraciones, muros a sus advertencias.

Mucha gente escribe, da por seguro que si el gobierno ha aprobado un producto, éste debe ser seguro. Pero no es verdad. Los tecnócratas nos están convirtiendo en temerarios. Los juegos de azar que nos imponen a menudo ponen en riesgo nuestra seguridad en beneficio de metas que no hacen avanzar la causa humana, sino que la socavan. Al apostar con nuestras vidas a sus planes, quienes nos gobiernan no cumplen con el mandato de una sociedad democrática, sino que la traicionan. No nos ennoblecen, sino que nos convierten en víctimas. Y al consentir riesgos que han tenido como consecuencia daños irreversibles para el medio ambiente, nosotros mismos no solo renunciamos a nuestros propios derechos como ciudadanos. También nosotros victimizamos a los no voluntarios últimos, a los niños del futuro, indefensos, sin voz y sin voto.

Si la mala administración del riesgo en la actualidad fuera solo un problema de políticos corruptos y técnicos malvados, la historia sería más melodramática y el problema más fácil de resolver. Pero los errores en la gestión del riesgo nacen del hecho de que, a medida que la tecnología progresa, vamos perdiendo de vista hacia dónde queremos ir.

En una ocasión, un evaluador de riesgo o como podríamos decir ahora, una compañía de seguros o un Ministerio de Economía, valoró  cada ave muerta por un vertido de petróleo a dólar la pieza. Cousteau quedó atónito y le dijo: ¿Cómo se atreve a poner un valor en dólares a un ave? ¿A la vida? Si vemos el catálogo de especies en peligro de extinción que al entrar ilegalmente sin un documento que lo ampare, es considerado contrabando, veremos como cada especie tienen presuntamente un valor. En esto Cousteau estaba totalmente en contra. La vida no se vende, no tiene valor. No puede asignarse un valor monetario a la vida sencillamente porque la vida trasciende el valor económico, nos dice este genio en su libro. Una vez y otra vez, han sido los valores de mercado, en lugar de los valores humanos, los que han dictado las decisiones políticas.

Nos cuenta que cuando el consejero de un gobierno minimizó la posibilidad de una catástrofe causada por la energía nuclear afirmando que “los terremotos, los huracanes y los tornados son mucho más probables y pueden tener consecuencias comparables a los de un accidente nuclear, o incluso mayores”, olvidó mencionar la simple verdad que invalida este argumento: no podemos prevenir los terremotos, los huracanes o los tornados, pero podemos prevenir desastres tecnológicos innecesarios. Uno nos lo hace la naturaleza; el otro, nos lo hacemos nosotros mismos.

Denuncia también que la industria utiliza de manera habitual decenas de miles de sustancias químicas y que lo que la gente no sabe, es que solo se han comprobado los efectos sobre la salud de aproximadamente un 20 por cien de los productos de uso diario. Si no sabemos nada sobre los efectos individuales de miles de sustancias químicas, ¿cómo puede alguien predecir los efectos que pueden tener una vez mezclados, en innumerables combinaciones, en el aire y el agua donde los rociamos, emitimos y vertimos? ¿Realmente  (se pregunta) nos importan tan poco nuestros hijos que también nosotros podemos ignorar los costes desconocidos de tecnologías no probadas en un futuro inimaginable?. Las autoridades anuncian urbi et orbi como verdades incuestionables la seguridad de las tecnologías. Pero la historia ha demostrado demasiado a menudo que son incuestionablemente erróneas. Se decía que uno de cada 17.000 años por central  nuclear, eran los riesgos de una fusión del núcleo, según el Informe Rasmussen. Pero cuando las centrales nucleares en conjunto llevaban 4.000 años de funcionamiento en el mundo, se habían producido ya dos fusiones del núcleo. El de la central nuclear de Chernóbil, irradió solo en Rusia a 75 millones de personas, produciendo la muerte de decenas de miles que aún hoy continúa produciéndose víctimas mortales y malformaciones. Lo mismo ocurrió con el Challenger, en las probabilidades estaba un fallo entre 100.000 lanzamientos. Solo en 25 lanzamiento explotó por los aires dejando ocho astronautas muertos. Son datos para reflexionar como así lo ha hecho Cousteau en este magnífico libro.

Por ello, los responsables de las decisiones políticas, continúa Jacques, nos abandonan a un juego de la ruleta rusa, pidiéndonos que apretemos unos gatillos tecnológicos sin decirnos si hay balas en la recámara. Esto no es dirigir. Esto no es democracia. Esto es dictadura tecnocrática, dictadura del mercado.

Y hoy lo estamos viendo con la crisis y el poder financiero que está realizando sin miramientos golpes de estado a las democracias del mundo. Cousteau ya nos lo advertía: “dictadura del mercado”.

Dentro de este mismo capítulo, continúa diciendo que después de que las naciones desarrolladas declararan que el tabaco era perjudicial para la salud, las compañías tabacaleras comenzaron a comercializar intensamente sus cigarrillos en países en vías de desarrollo donde la información sobre los riesgos no se había divulgado ampliamente. Después de que ciertos dispositivos para el control de natalidad provocaron daños internos y esterilidad en mujeres de países desarrollados, las compañías farmacéuticas se llevaron sus productos a naciones en vías de desarrollo donde las mujeres no estaban informadas. Después de que la entonces Alemania Occidental prohibiera la telidomida a causa de su vinculación con la focomelia, una malformación congénita, su fabricante siguió vendiendo el fármaco, durante trece angustiosos meses más, a italianos desinformados. Después de que el pueblo austriaco y el alemán comprendieran la amenaza que suponían sus crecientes residuos radiactivos, las industrias implicadas negociaron su envió a China, Egipto o Somalia. Una práctica que hoy sigue en plena vigencia tras la muerte de Cousteau hace ya más de catorce años. Decía que al negar a la gente el derecho a la información sobre los riesgos que introducen en sus vidas diarias, los responsables políticos les niegan los derechos que les corresponden como ciudadanos. El señalaba que según escribía James Madison “Un gobierno popular sin información popular o los medios para adquirirla, no es más que el prólogo a una farsa o una tragedia, o quizás ambas”. Por desgracia, concluye, que en todo el mundo son muchos los políticos que demuestran lo que dice Madison con sus trágicas y absurdas maneras de imponer su voluntad: ahogando todas las objeciones públicas en el caso de que se filtre a los ciudadanos la información sobre los riesgos y burlándose  de los miembros de la comunidad que protestan, mofándose de ellos para desacreditarlos. Lo estamos viendo hoy en día en los movimientos del 15M o diferentes ONGs cuando denuncian o cuando el Proyecto Gran Simio fue ridiculizado por el Gobierno y la oposición  en el 2006 y 2008.

La gente, sigue escribiendo, teme alzarse contra las autoridades que imponen el peligro más de lo que temen el propio peligro. Se confunde la temeridad con la bravura. Se desprecia a los “quejicas” por bloquear la versión oficial del progreso, cuando en realidad aspiran al verdadero progreso, el de presionar para que las tecnologías sean cada vez más seguras.

En una placa expuesta a la entrada de la Exposición Universal del Chicago de 1933, decía: La ciencia descubre. La tecnología ejecuta. El hombre se adapta.

¿Es éste-dice Cousteau- el “progreso” que queremos comprar con la moneda del riesgo humano? ¿Son la sumisión y la resignación las metas por las que debemos jugarnos la vida o la vida de nuestros hijos?

Continúa advirtiendo, que ningún periodista que se precie puede considerar noticia el hecho de que los gobernantes y los funcionarios mientan y que la gente lo sepa. Lo sorprendente, lo terrible, es que la gente sepa que sus gobernantes mienten y no hagan nada al respecto. En este sentido, Yacques se adelantaba a lo que iba a ocurrir en 2011, con las manifestaciones ciudadanas de todo el mundo.

El problema de la democracia moderna, dice, no es que la gente haya perdido el poder que tenía, sino que haya dejado de valorar en su justa medida el poder que posee. Considérese esta asombrosa verdad: el hambre nunca ha asolado a una democracia. Los déspotas pueden gestionar mal los recursos de su  pueblo, pueden consumir las arcas de sus naciones y pueden almacenar reservas de alimentos para ellos mismos porque no tienen que dar cuenta de su fracaso como dirigentes. Los sociólogos proponen que el arma más poderosa contra el hambre es la libertad, la libertad del pueblo a pedir y recibir información, la libertad del pueblo para participar en los asuntos públicos.

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