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Mientras tantoMerienda en La Habana

Merienda en La Habana


Entiéndase bien: nada en contra de las meriendas en La Habana, aunque sea en chandal de manga larga contrario a la ilógica climatología tropical; aunque el plato de la merienda recuerde a los peores tiempos del Periodo Especial; aunque falten explicaciones y haya sobredosis de sobremesas. Las meriendas en La Habana son una delicia, pero también los desayunos en Caracas y, lo cierto, es que hoy por hoy, Chávez no puede desayunar en su casa.

 

Si yo tuviera que operarme también eligiría Cuba -aunque no creo que Fidel en persona me diagnosticara y me obligara a una segunda cirugía-. Lo que quiero decir es que no es un tema de la enfermedad o no de Chávez, de un cáncer ubicado con peor o mejor suerte… sino del modelo de poder que se ha instalado en Venezuela.

 

Aunque en numerosas ocasiones he mostrado mi simpatía hacia el intento de romper con las oligarquías lamentables de Venezuela, el modelo chavista es… eso: «chavista». Un líder mesiánico -«algo así como nuestro padre», dijo ayer el canciller Maduro-, una imagen del poder, un caudillismo autodenominado revolucionario pero, al fin y al cabo, caudillismo. Y el problema de ese modelo -que tiene también sus bondades- es que el caudillo es finito, humano. Sangra y padece. Un día, indefectiblemente, se muere.

 

La fragilidad entonces del proceso revolucionario -o de cambio, si no queremos asustar a las damas de Chacao- es brutal. Sólo había una cabeza y abajo, donde se cocinan los verdaderos cambios sociales, la orfandad hace estragos. Por eso, y a pesar del carácter también personalista de Lula da Silva, en Brasil el proceso es diferente: porque antes del mesías existía el movimiento de los Trabajadores Sin Tierra. También es de muy diferente tinte el boliviano, donde las comunidades indígenas piensan por sí mismas mucho antes de la aparición de Evo Morales.

 

Los cambios sociales profundos si no parten de una concienciación y organización de las bases de esas sociedad suelen fracasar o tienen  una periodo de caducidad muy breve.

 

Chávez no es el problema. Su modelo sí. El Socialismo del Siglo XXI se parece demasiado al foquista de los años cincuenta del siglo XX. Ahora, su enfermedad sumirá a Venezuela en una acefalia peligrosa o lo hará regresar más ‘resucitado’ que nunca.

 

Que Fidel nos pille confesados.

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