Este texto pertenece a la serie Remembranzas
Hasta hace treinta años las cardiopatías eran propias de los países desarrollados y no afectaban a los pueblos del Sur. Ya no es así. Los epidemiólogos lo explican por una transición demográfica (la esperanza media de vida ha pasado de 41 años a 64), sociológica (urbanización con condiciones de vida más nocivas que en el medio rural originario) y económica (adopción de un sistema de vida y de alimentación occidental). Se incrementan factores de riesgo: disminución de la actividad física, alimentación con exceso de sodio y grasas y pobre en frutas y legumbres, el tabaquismo se ha incrementado en más de un 40% así como el consumo de alcohol. Imposición cultural en lugar de mestizaje cultural.
Durante siglos el cultivo de los campos se hacía según las necesidades de la comunidad. No proliferaba ni en gran parte de los antiguos poblados, la «propiedad» de la tierra. Era un concepto que les era aún más extraño que «soñar con coleccionar, comprar y vender estrellas del cielo. La propiedad de tierras, bosques, riberas de ríos etc, es un concepto inimaginable durante miles de años. Se trabajaba lo justo y necesario para no agotar a la madre naturaleza. Por eso, hombres y mujeres caminaban durante horas para ir y venir de cuidar sus cosechas. El agua no estaba en grifos inexistentes, desde jóvenes iban y venían cada día a por agua, y aprovechaban para bañarse o mojarse en ríos, albercas, lagunas etc. Y aprovechando las épocas de lluvias y monzones para meterse entre los árboles y pegarse buenas duchas. Las gentes caminaban todos los días desde antes del alba, cosa que en los arrabales de las ciudades, en condiciones de poca movilidad y escasa higiene, así como en dejar la ingesta de productos frescos cogidos de árboles y campos, ¡ni uno más de lo necesario para la comunidad, familia o grupo. Siga el lector pensando en las condiciones que suponían un ataque radical a sus condiciones y seculares hábitos de vida. No se trataba de edenes, pero en los miserables espacios y faltos de luz donde se hacinaban en las ciudades en busca de un trabajo, por miserable que fuera, proliferaron anemias, cardiopatías, desequilibrios mentales, infecciones, abortos y toda clase de males. Ya hay estudios que demuestran esta sangría y malestar en los barrios periféricos de las grandes ciudades. Hablamos mucho de explotación de mano de obra, de las minas y de los inmensos e insalubres cargas que imponían los colonizadores pero hay por ampliar el conocimiento de ese quinto Jinete, que aún persiste para millones de seres. Y ahora que nos quejamos de las migraciones de personas de esas tierras, dominadas por blanquitos europeos por «nativos civilizados por las Compañías, misioneros y ejércitos», sin que nadie los invitaran a venir… pensemos si tienen o no derecho natural a devolvernos la «visita e imposición de nuestras reglas» que les hemos estado haciendo durante más de seiscientos años. Cfr para comprobar lo escrito la cada vez mayor bibliografía sobre este sangrante tema. Ah y no olvidemos quienes les enseñaron e impusieron la «absurda idea del pecado original» y el pecado que suponía tantos cuantos hijos enviara… dios. Más manos para trabajar, transformar en algodonales bosques seculares, desvío de cuencas, prohibición expresa de manufacturar o fabricar materias primas que «diz que pertenecían ¿por derecho natural? a los blancos. Un único ejemplo: En India, los británicos dispararon y masacraron a seguidores del Alma grande Ghandi, por agacharse y coger la sal de las playas» ¡que pertenecían a la Corona inglesa!. Así como el hilado para hacer tejidos, razón por la cual a las niñas se les cortaban los pulgares para que no pudieran hilar. Y miren si es cierto lo que digo que en la bandera de la India figura un huso como símbolo de libertad.