La estrategia contra el crimen organizado y el narcotráfico en México tiene ahora dos vertientes: 1) continuar con los compromisos derivados de la Iniciativa (o Plan) Mérida, cuyo propósito ha sido instalar y hacer funcionar una maquinaria de guerra patrocinada y dirigida por Estados Unidos al Sur de su frontera; y 2) simular un cambio de prácticas y discurso del nuevo gobierno de Enrique Peña Nieto respecto de su antecesor, Felipe Calderón Hinojosa, al mismo tiempo que asume la inercia que éste dejó.
Mientras en México y en España la mayoría de los medios de comunicación aceptan dicha contradicción sin cuestionarla, algunos observadores en Estados Unidos comienzan a criticar al gobierno mexicano.
Como afirma Steven Dudley del organismo InSigthCrime, Peña Nieto dice abandonar la guerra contra el narcotráfico para estimular una pacificación, pero en realidad insiste en lo mismo. El efecto está en los asesinatos vinculados con la droga, que se han incrementado a últimas fechas. Asimismo, la violencia como espectáculo de los criminales continúa en la vida pública del país: el 23 de marzo, en Uruapan, en el estado de Michoacán hacia la costa del Pacífico, hubo siete ejecutados a quienes sentaron en sillas de plástico en un calle junto con mensajes y amenazas, cuyo contenido fue reservado por las autoridades.
Casi al mismo tiempo en Guerrero, un estado colindante con Michoacán al Sur, un comando armado ejecutó a tres policías federales y cuatro civiles. Estas ejecuciones se dieron en la víspera de que el encargado de fundar una nueva Gendarmería Nacional anunciara que con 110.000 policías federales México podrá pacificarse.
A su vez, el problema de los grupos de “auto-defensa” en las comunidades persiste en crecer: se trata de grupos de paramilitares (armados o desarmados) que afirman hacerse cargo de la “seguridad” en diversas localidades y han surgido, sobre todo, en el Sur-Pacífico (Michoacán y Guerrero) y ahora avanzan hacia la capital del país (Puebla). Sus nexos con el crimen organizado son obvios.
Dudley afirma que el gobierno de México prosigue con los mismos patrullajes en las mismas ciudades que mantuvo el régimen previo. Su retórica de “paz” se revela como una mentira. La respuesta a este tipo de críticas por parte del gobierno consiste en que en una año se verán los resultados de la nueva estrategia, un mensaje que fue parte de la campaña electoral de Peña Nieto.
Ante la manipulación actual de la realidad, se puede asegurar que la nueva estrategia potenciará el invento de “percepciones positivas” (ocultamiento, datos falsos o parciales, discurso triunfalista, etcétera) que serán publicitadas en forma amplia e intensa en los medios de comunicación masiva, tal como han recomendado los asesores oficialistas desde tiempo atrás. La finalidad de tal operación mediática será mostrar el “éxito” de la estrategia de Peña Nieto contra el crimen organizado y el narcotráfico. El concepto de fondo es siniestro: si quieres cambiar la realidad, cambia la percepción de la realidad en la gente.
Sin embargo, como se ha registrado en los últimos años en México, ni más policías, ni más armas, ni más leyes, ni más Estado represivo traen paz social. Y todo eso tampoco mejora la percepción adversa. Por el contrario, la acentúa. Lo que ocasiona al final es un resultado claro: fortalecer la máquina de guerra que multiplica la violencia.