El humor se prodiga poco en el arte más actual. Quizá porque en una época de problemas globales y discursos sesudos muy vinculados con la reflexión teórica, el humor puede parecer un signo de debilidad, de concesión a lo fácil, un recurso en principio incompatible con esa cosa tan cargante llamada lo sublime. Afortunadamente, también hay excepciones, en las que el humor es precisamente la puerta de entrada a todo lo demás.
Ese es el caso del artista mexicano César Martínez Silva (Ciudad de México, 1962), que acaba de presentar en la Sala de Exposiciones de la Embajada de México en Madrid un fantástico libro-catálogo llamado MEXPAÑA, publicado con el apoyo de la Fundación Jumex Arte Contemporáneo. Martínez Silva usa el humor como un ámbito preparatorio y provocador que predispone a degustar sus obras, como el anfitrión que genera para sus invitados un ambiente acogedor en el que nadie, venga de donde venga, se sienta extraño, y que favorezca el debate sin crispación.
El humor de Martínez Silva parte siempre de la palabra, del lenguaje, al que somete a malabarismos semánticos tan divertidos como eficaces, que luego utiliza como activadores de sus obras. Obras que componen una extensa e inquieta carrera que el artista ha desarrollado a través de distintas técnicas y formatos, siempre con un afán amablemente transgresor: escultura (hinchables, comestibles, lápidas, objetos…), obra gráfica, pintura con pólvora, arte urbano, imagen digital, vídeo, performance, instalación, artivismo, escritura… Una carrera que compagina con su actividad académica en la Universidad Autónoma Metropolitana de Ciudad de México.
El libro MEXPAÑA hace un recorrido visual por distintas piezas del artista acompañadas de textos propios y de autores invitados, y está centrado en las relaciones sincréticas entre México y España a lo largo de la historia, un tema que Martínez Silva conoce en profundidad, que ha experimentado en sus propias carnes y que con mucha frecuencia ha utilizado como manantial de ideas para sus piezas. En la presentación del libro en Madrid, el crítico de arte Luis Francisco Pérez citaba al filósofo italiano Benedetto Croce cuando decía que la historia siempre es contemporánea porque se escribe desde el presente. Esta suerte de contemporaneidad inmemorial activada por el lenguaje está muy presente en la obra de Martínez Silva, que a menudo actúa como anfitrión y maestro de ceremonias en sus memorables performances con objetos comestibles, que pueden ir de un billete de 500 euros convertido en pastel a un cuerpo humano a escala real hecho de chocolate que el público debe trocear y comer.
Si quieren conocer el inspirador, divertido e inteligente mundo de un artista inclasificable, pero también amable, humilde y generoso como pocos, no dejen de visitar su web: http://www.martinezsilva.com