Frecuento la calle de José, entro en los sueños de José,
sigo intentando averiguar adónde lleva
esa calle tan extraña que gira
donde no hay nada, y pienso en quién soy,
un paseante que no perdurará mucho.
Adam Zagajewski
He salido del túnel con carbonilla en los párpados
y las manos sucias,
como si la noche fuera un largo tren de sombras
y yo un pasajero que se negaba a conciliar
el sueño, lo esperado, la dicha
como si hubiera abierto
la trampilla en el suelo
que conduce al este, al edén, al mar
de los Sargazos y de las decepciones
y la gata que me acompañara
en vela, como un espectro
fuera Cristina
y los dos buscáramos
por la casa silenciosa
la calle de José de nuestra vida
el camiño da Raposa
que llevaba a la noche de mis padres
a un silencio trenzado con impresiones
el equívoco de saber
que no vamos a entender
aquel baile de madrugada
entre las dos camas separadas
de quienes hicieron posible
que esté aquí.
No hay reproches,
ni siquiera preguntas.
Donde se curva la calle de José
el poeta Adam Zagajewski
sigue caminando
en pos de una sombra
que en Cracovia
es como mi propia sombra
hecha de mimbre y viento
también de renunciaciones
salitre
feldespato
cobre
una canción de cuna
los libros encuadernados en rojo
que han estado salvándonos
desde que aprendimos a leer.
Ahora que el día
es de madreselva y cuarcita
me lavo la cara con agua fría
y espero que nada nos corte la respiración
ninguna noticia
ninguna guerra
ningún saqueo:
que la calle de José
no sea una metáfora.