Siempre son dolorosas las despedidas, mucho más las definitivas. Duele, cuesta infinito acostumbrarse al vacío que deja un amigo, un abuelo, un hijo. Pero la pérdida de aquellas personas que en vida practicaron y llegaron a perfeccionar el arte de darse con generosidad se siente de un modo distinto. Es como si toda la humanidad –quizás sin saberlo, sin darse cuenta– se hubiera desprendido de un poco de su sustancia, de su peso. Es un adelgazamiento, una orfandad social, colectiva.
Nunca nos conocimos personalmente –solo por lo que ambos escribimos, que ya es decir mucho–, pero durante dos años mantuvimos comunicación intermitente por correo electrónico y Miguel Ángel Bastenier hizo lo que ahora hacen muy pocos: corrigió a detalle algunos de mis textos, me recomendó lecturas y brindó consejos concretos para realizar una buena entrevista. En uno de sus mensajes escribió:
“(…) Es casi ya una norma que tus entrevistas se vayan animando, de forma que la segunda parte esté mucho más justificada que la primera, y los personajes acaben por cobrar vida. En fin, espero que te sirva de algo porque he tenido que consumir varias horas para ocuparme de esto. Y verás que no me dedico a dorar la píldora. Pero creo que he destacado también los elementos positivos que indudablemente existen”.
Y esto en posteriores:
“(…) en internet las cosas no son ni largas, ni cortas, sino adecuadas. En digital tienes todo el espacio que necesites, lo que pasa es que has de justificarlo”.
“Tengo dos talleres de próxima realización, uno en Bolivia y otro en el DF y seguro que utilizaré alguno de tus textos como símbolo de progreso”.
Conforme avanzó nuestro compartir –y mi confianza–, mis reflexiones se tornaron más extensas y las suyas más breves. Por ejemplo:
Maestro Bastenier:
Leí su artículo El Blanco Móvil (II). Comprendo el sentido del texto, pero ¿siempre ha de ser el “blanco móvi”» una suerte de jonrón? No lo sé, pienso que hay micro mundos con personajes cotidianos cuyas historias se pueden universalizar y constituyen grandes blancos móviles, claro, si se les sabe apreciar. Me refiero a ese tipo de “antílopes o gamos” más escondidos que no forman parte de la agenda periodística fundamental.
¿No nos estaremos perdiendo de esas narraciones por tener la mira puesta en una “pieza extraordinaria”?
Gloria:
Decía en el artículo que había blancos móviles valiosos pero menores, y vivimos de ellos. La gran pieza, que cazamos o no cazamos, sí que en mi opinión es un jonrón.
Un abrazo
Miguel Ángel
Su último mensaje está fechado el 26 de diciembre de 2015:
Gloria:
Envíame un correo cuando estés en Madrid, quedaremos para vernos, y te pasearé por el periódico. Te deseo lo mejor para 2016 (en Madrid).
Un abrazo
Miguel Ángel
El azar no quiso que ocurriera y yo supuse que sería mejor encontrarnos y sorprenderlo una vez que estuviera en mi safari personal y a la caza de ese animal “en pleno salto”. Estúpidamente, pasé por alto una de sus máximas elementales: que la realidad es “incontrolable, imprevisible, impresionante”.
Me queda, me deja como obsequio este intercambio epistolar que fue y seguirá siendo símbolo de su generosidad, de compromiso sin medias tintas; en fin, de algo en lo que casi todos coincidimos y Miguel Ángel Bastenier ejemplarizó: el rigor y la pasión que se requieren en este oficio, el periodismo.
Gracias, maestro.
Gloria Serrano es periodista mexicana, decidida a mantener sus quinientas libras y una habitación propia, que ha complementado sus estudios con un Máster en Gestión de Políticas y Proyectos Culturales (Universidad de Zaragoza). Actualmente es corresponsal en Madrid del periódico La Jornada Maya. En FronteraD ha publicado Rastrear, buscar la vida. Luchando contra la impunidad en México, y desde España, La mejor jugada: Ajedrez sin fronteras, El tiempo de las cerezas. Ecos entre el último congreso anarquista y el 15M y De cine y precariedad de la vida, aquí, hoy. A partir de ‘A cambio de nada’, de Daniel Guzmán. En Twitter: @gloriaserranos