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Micro-organic Park: La vida se abre paso

 

 

Llamamos vida a lo que conocemos como vida, en general. Por seres vivos entendemos en primer lugar los otros animales. Ni siquiera nosotros, nosotros somos los humanos. El concepto de ser vivos nos hermana con el resto de los animales pero ese concepto está muy cerca de considerarse anacrónico en el pensamiento de la vida cotidiana. No se sabe dónde está la barrera pero la disociación de toda forma de continuidad que es propia de la mentalidad contemporánea es mucho más evidente cuando se toma desde la perspectiva medioambiental. Hace mucho tiempo que dejamos de relacionarnos con el resto de los animales como si los viésemos similares a nosotros. La distancia ideológica abonada durante el capitalismo ahora es un abismo figurativo que pone en peligro nuestra propia sostenibilidad y nuestra salud. Como dicen en House of Cards: “Dejé de comer cerdo cuando comencé a trabajar para la industria cárnica”.

 

Más lejos aún están las plantas. Y claro, más lejos aún, los microorganismos. Lo que hemos usado para esa distancia es la idea de que hemos evolucionado de manera que somos los que manejan el planeta desde lo más alto de la pirámide jerárquica. Los que lo poblaron todo y los que tomamos el control. El problema es que cuando indaguemos en ese pensamiento lo encontraremos tan falto de fundamento que la conclusión de nuestro razonamiento será cuanto menos inquietante.

 

El concepto de un ser viviente en la ciencia no es una definición exacta sino un cúmulo de características que cumplen las entidades a las que hemos tenido acceso y que consideramos vivas. Por ejemplo, que esas entidades tienen en sus componentes una organización, son una unidad ordenada, en comparación con lo caótico. Otro ejemplo es el uso y el procesamiento de energía, como la del sol. También la capacidad de adaptarse a su medio ambiente, de interactuar con él, de crecer, desarrollarse, y de reproducirse. En el planeta Tierra se sabe cuales son los componentes que conforman los seres que cumplen estas características, toda la vida en la tierra contiene agua y el carbón facilita la composición de moléculas complejas. Los científicos han especulado sobre la posibilidad de que otro átomo en lugar del carbono formara estructuras moleculares en otro tipo de bioquímica, pero nadie ha propuesto aún una teoría global coherente que utilice tales átomos para formar todos los compuestos moleculares necesarios para la vida.

 

De todas maneras, en el fondo,  siempre estará la pregunta de Mr. Spock: ¿Y entonces yo que soy? Es decir, ¿y si encontráramos en otros planetas entidades con otras características con las que pudiésemos comunicarnos o que se reconocieran como vivas pero sin entender por qué lo están? Con herramientas químicas lo suficientemente versátiles las posibilidades de almacenar información (tal y como lo entendía de James Watson) y de realizar funciones biológicas son prácticamente infinitas. Las alternativas biológicas son más que posibles.

 

Al día de hoy, un sistema biológico terrestre, no puede ser comprendido sólo en términos de sus componentes. Actualmente se entiende que se forma cuando, una vez que las moléculas precursoras de lo orgánico aparecen (de cometas, de la atmósfera, del sol,…), las vesículas o precursores celulares simples pueden formar, concentrar y ampliar fragmentos de ARN en su interior. Esas moléculas de ARN se desarrollan y se convierten en autoreplicantes lo que da lugar a precélulas de membranas cerradas que construyen células primitivas en los que aparece el genoma ARN, precursor de las células modernas en las que evoluciona genoma de ADN. En los laboratorios se ha logrado crear las condiciones necesarias para generar pequeños fragmentos de ARN pero no se ha conseguido que estos se conviertan en autoreplicantes ni que se formen replicas de cualquier otro modo. Ese proceso es un misterio.

 

A partir del comienzo de lo orgánico se sucedió en la tierra lo que comúnmente se llama el árbol de la vida. La versión más antigua y más conocida de este diagrama era realmente un árbol en el que se explicaba cómo iban surgiendo los seres vivos de lo simple a lo complejo y en lo alto de todo estaban los seres más sofisticados, inteligentes y complejos. Por supuesto en el pináculo del árbol estábamos primates y humanos. El actual árbol de la vida, generado por lo que se conoce de las desviaciones del ADN y la idea de que hay un ancestro común en el ADN para cada forma de vida en la tierra, nos deja un panorama diferente: Hay un ancestro común y tres ramas principales, una para la bacteria, otra para la archaea y otra para la Eukarea. En esta última se forman tres ramitas en las que van respectivamente plantas, animales y hongos y en la ramita de los animales los humanos solo ocupan una de las pequeñas ramitas entre otras muchas.

 

Ese es el concepto científico precedente de la realidad que hay que afrontar a continuación: la mayor parte de la diversidad genética de la vida en la tierra viene de los microbios. La vida en la tierra la dominan los microorganismos. Lo invaden, literalmente, todo. Por seguir con la cultura popular, recordemos el discurso de Amelia Sheperd, la neurocirujana de Anatomía de Grey: “El tumor es un ser vivo que quiere sobrevivir. Para el tumor el enemigo soy yo”. Y los tumores matan.

 

Solemos pensar que la vida se desarrolla en torno a lo que llamamos la “zona de confort” del planeta Tierra, una zona con una cierta temperatura y presión, cantidad de agua, oxígeno, etc, que permite que se desarrollen los seres vivos. En realidad, tanto en los orígenes del planeta como en la actualidad, hay muchas más  especies que pueden sobrevivir en unas condiciones físicas extrañas a esa zona de confort, que aquellas que no pueden hacerlo. Bastantes de esas especies que sobreviven en esas ‘extrañas’ circunstancias son organismos grandes y complejos, como nosotros. Es inevitable: el ser humano tiene que comenzar a pensar en términos de biodiversidad. Quizá esa dispersión en el pensamiento contemporáneo de todo lo que quiere ser una unidad no sea sino el comienzo, y sólo el comienzo, de la verdadera comprensión de cómo funciona todo en el universo.

 

Llamamos a esos organismos Extremófilos, por aquello de que viven en condiciones extremas, pero ese nombre en realidad es un resquicio de la antigua concepción que se tenía de la vida en la Tierra. Entre ellos, por ejemplo, los termófilos, pueden vivir en un rango de temperatura que comprende desde 42 grados hasta 300 grados. Por contra, los psicrófilos pueden vivir a menos 20 grados centígrados, por debajo del nivel de congelación del agua. De los psicrófilos algunos al entrar en contacto con el hielo desarrollaon ellos solos materia anticongelante para sobrevivir. Los barófilos pueden existir en una presión de cientos de atmósferas. Hay seres vivientes en lo profundo del océano (de los que se alimentan los peces sin ojos que hay allí), y también dentro de las piedras, en enormes altitudes de la superficie de la Tierra y por debajo de la plataforma continental, muchos de hecho. Estos últimos sacan su energía del núcleo Terrestre. Los acidófilos son seres vivos en cuyo medioambiente el ph es menos de cinco lo que es similar al ácido sulfúrico. Estos deberían sonarnos familiar, algunos de ellos viven en nuestro estómago.

 

Otros extremófilos como los organismos anaeróbicos no requieren oxígeno para su crecimiento. En algunos de ellos el oxígeno es tóxico. Algunos utilizan a veces dióxido de carbono para su respiración. La idea de que un elemento tóxico para el ser humano sea la fuente principal de energía de una forma de vida es una obviedad que no se suele pensar en serio. Es una provocación directa a la mirada piramidal del ser humano, una bofetada, el veneno para la ilusión del control.

 

Los anhidrobióticos pueden vivir en estados de deshidratación extremos. El tardigrado, un organismo con patas, sistema digestivo y sistema nervioso, puede vivir en un estado disecado de menos de un 1% de agua. Estos, como otros seres vivos, entran en estado de criptobiosis, una capacidad que tienen en la que pueden suspender los procesos metabólicos cuando sus condiciones medioambientales son extremas y así pueden vivir indefinidamente hasta que las condiciones medioambientales sean favorables de nuevo.

 

Algunas especies de bacterias cuando se ven privadas de los nutrientes de su medio ambiente se implican en el proceso de esporulación: diferencian una célula durmiente, la célula madre realiza autolisis (proceso de autodestrucción), y toda la célula queda hecha espora, capaz de ser facilmente diseminada y de permanecer en estado criptobiótico durante siglos.

 

¿Cuál será el organismo más inteligente?

 

Cuando no se haya conseguido un acuerdo lo suficientemente efectivo como para parar el calentamiento global se producirá un holocausto provocado por el hommo sapiens sapiens de proporciones terroríficas. Pero al margen de lo que hemos querido pensar, no llegará el fin de la existencia. Lo que desgarrará nuestra carne probablemente será el proceso de reproducción y prosperidad de otra organización. Lo que más asusta es que no entra dentro de los parámetros de lo imaginable.

 

 

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