Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img
Mientras tantoMini Joe vino desde el espacio

Mini Joe vino desde el espacio


Mini Joe era blanco. Y era guapo. Era el gato más guapo que he visto en mi vida. Guapo de cara. No era una guapura de gato. Era mucho más. A mí no me gustan los gatos. Sólo me gustaba Mini Joe. Tenía los ojos azules elegantes y la nariz y la boca muy juntas, como muy dentro de su apolínea cabecita. No arañaba nunca, aunque tuviera las uñas largas. Ponía las manos como envolviéndolas en el algodón de sus patitas y te acariciaba. Y era una caricia diminuta y graciosa como de bebé. Delicada como si ahí dentro hubiera alguien.

Convivió durante muchos años con un perro. Si Mini Joe podía ser el Paul Newman de los gatos, Fly también era una estrella que podría haber sido por sí misma una estrella del cine con un gran nombre cinematográfico: Fly. El nombre de perro más bonito de la historia. Suerte tuvieron Lassie o Beethoven, por ejemplo, de que Fly no se dedicara a la farándula. Fly se murió de viejo. Se fue apagando lentamente y casi se murió como James Dean, tan joven, porque no parecía viejo. Sólo se le notaba la vejez en los movimientos y en los ojos, cuando le levantabas el flequillo de color beis.

La última vez que yo lo vi estaba tumbado sobre una alfombra de su casa. Tenía apoyada la barbilla sobre las patas, que cruzaba a modo de almohada como sólo él sabía hacerlo. Yo me marchaba y lo vi y me agaché y lo acaricié en la cabeza y en el cuello y le dije alguna cosa. No podía saber que ya no lo vería más. Esas cosas no se saben nunca. Ese día Mini Joe estaba por allí, como siempre.

Mini Joe solía acercarse y lo miraba muy de cerca. Fly lo olisqueaba y Mini Joe se dejaba olisquear. Luego Fly se marchaba como airado y Mini Joe levantaba la pata y lo tocaba con su elegancia única, como si le dijera: “no te vayas”. Otras veces lo esperaba sentado sobre una silla. Esperaba a que Fly pasara cerca o por debajo y le daba golpecitos con su mano envuelta. Fly rezongaba y luego, como venganza, se bebía su cuenco de agua.

A veces incluso se comía su comida. Los últimos años de Fly, Mini Joe se tumbaba a su lado a dormir. Fly nunca pareció aceptar del todo a Mini Joe como si no hubiese podido perdonarle nunca que le hubiera quitado parte del protagonismo que al principio era todo suyo, aunque lo respetaba de manera casi emocionante. Mini Joe, en cambio, parecía pedirle perdón por haber aparecido en su vida con cada gesto.

Fly era brusco y Mini Joe delicado. Se llamaba Mini Joe por confusión. Alguien dijo Mini Yo, refiriéndose al personaje de Austin Powers, y su dueña lo oyó y entendió Mini Joe y así se quedó. Fly se dormía y al rato aparecía Mini Joe y se ponía a su lado. Incluso imitaba su postura. Eso fue hace muchos años. Hoy Mini Joe se ha muerto casi como Fly: apagándose en sus movimientos cada vez más lentos como de león viejo y pesado. Yo lo vi ayer, un día antes de que se fuera, igual que a Fly.

Él vino a mí y maulló y yo lo aparté un poco con el pie porque no quería que saltara cerca de mi hijo al que yo daba el biberón. Pero Mini Joe no hacía esas cosas. Yo no lo recordaba y me arrepiento. Lo hubiera dejado que se quedara allí, mirando curiosamente a Guillermo con sus bonitos ojos azules. Cuidándolo como F. Puss, el gato de Hemingway, cuidaba de su hijo Bumby las mañanas de invierno. Lo habían rapado el pelo y parecía un leoncito anciano y errante pintado de viejas heridas, como tatuajes, con su cabeza peluda, más bien despeluchada.

Cansado y como estirado, colgante, con su cuerpo chicloso, era una sombra de lo que había sido desde que lo encontraron un verano recién nacido dentro de una caja en medio de una arboleda. Eso siempre me pareció una especie de milagro. Una cosa sobrenatural. Es como si hubiera venido a la tierra en su caja espacial y hubiese aterrizado allí.

Y era precioso. Ni pequeño ni grande. Bueno y encantador. Yo estoy convencido de que en realidad no era un gato porque a mí no me gustan los gatos. Y yo estoy triste como si se hubiera ido alguien a quién he querido sin saber quién es. No sé quién puede ser. No sé quién era, pero estoy seguro de que Mini Joe no era un gato.

Más del autor

-publicidad-spot_img