Mi especialidad, aunque no se haya notado demasiado en estos apuntes, es la historia de la religiosidad contemporánea en un sentido muy amplio. Y desde comencé hace unos años a trabajar sobre la historia española de los últimos dos siglos, he estado atento a la «otra» realidad religiosa. De hecho (¡atención!, publicidad), en mi reciente libro Soldados de la fe o amantes del progreso. Catolicismo y modernidad en Vizcaya (1890-1923) (Genueve Ediciones) he dedicado unas cuantas páginas a rastrear la historia olvidada de las comunidades evangélicas de la región y también he escrito un artículo académico a presentar a grandes rasgos la evolución de la teosofía en las primeras décadas del siglo XX.
Me permitirán, por tanto, que hoy les hable de un libro que me interesa profesionalmente: Los otros mártires. Las religiones minoritarias en España desde la Segunda República hasta nuestros días (Foca) de Marta Velasco. Velasco ha escrito un libro con un tono eminentemente divulgativo que tiene el interés de permitirnos un acercamiento a las fuentes gracias a la reproducción facsímil de una cantidad estimable de la documentación utilizada. También es cierto que, en ocasiones, el espacio disponible y la centralidad de la normatividad favorecen la aparición de algunas aseveraciones un tanto simplistas, que podrían haberse hecho más complejas con la consulta de algunas obras imprescindibles que no aparecen en la bibliografía final.
El recorrido se inicia con la proclamación de la Segunda República, un nuevo régimen que permitió también a las minorías religiosas esperanzarse con un cambio profundo en su situación. Y es que, como en el resto de los países de tradición católica, los evangélicos o los judíos podían ser considerados por una amplia mayoría como extranjeros o antipatriotas. La definición nacional de un parte considerable de la población española, además, se hacía a partir de la catolicidad de la comunidad nacional por lo que se comprenderá pronto que, aunque durante la Restauración se habían podido celebrar cultos privadamente, el día a día de estas minorías era extremadamente difícil. Por esa misma razón, importantes miembros de estas minorías participaron activamente de logias masónicas o partidos republicanos buscando una solución a su situación. Con todo, la República fue un período de mayor libertad para la conciencia, aunque su brevedad y algunos prejuicios mantenidos a lo largo de los años no ayudaron a solventar los principales problemas a los que se enfrentaban diariamente estas minorías.
La victoria de los sublevados en la guerra va a instaurar un régimen autoritario nacionalcatólico en el que no solo se pretendía negar los derechos de estas minorías, sino que también se atacó su existencia misma. El marco legal incluso legitimó estos posicionamientos y dificultaron la normal vida cotidiana. Como destaca Marta Velasco, los mecanismos de poder (educación, normatividad y represión) de la dictadura permitieron la creación de una una imagen idealizada de la comunidad nacional, que terminó por negar la diversidad social, cultural y religiosa. Para estas confesiones el franquismo fue una larga y oscura noche en el tiempo. Solo el concilio Vaticano II comenzó a erosionar esta construcción identitaria. Como consecuencia, en 1967 el franquismo tuvo que aprobar una ley reguladora del derecho civil a la libertad en materia religiosa, una especie de libertad controlada a la que se enfrentaron estos grupos.
Como no podía ser de otra manera, el paso de los años en democracia han respaldado un cambio social en el que la libertad de conciencia se considera un derecho fundamental. Probablemente aún haya que dar algunos pasos más, pero es innegable que los avances son tangibles. Marta Velasco trata de rescatar en este trabajo acertadamente el recuerdo de aquellas personas que no pudieron disfrutar de sus derechos, pero que no dudaron en luchar por ellos. Nuestra memoria colectiva también debería tenerlos presentes porque han formado parte de la realidad histórica, más diversa y plural de lo que a veces imaginamos, de nuestro país.