Sopla el viento en el rocío de la mañana. Los rayos del sol comienzan a purificar las sombras de la ilusión. La vida sigue altiva y orgullosa, mientras que en el camino también la tristeza aplasta las hierbas del sendero.
El tiempo no pasa. Esas manecillas imaginarias que ponen al orden nuestra existencia, avanzan sin temor y sin descanso, guiando los pasos de nuestra conciencia.
Es hermoso contemplar los árboles que dan cobijo a nuestra alma. Son los grandes señores guardianes de la Tierra, los que fabrican el oxígeno que hace mover nuestro cuerpo. Todo está conectado. Todos nos necesitamos en este bello canto que llega de las estrellas para perderse en nuestro universo.
Luces y sombras nos guían en esta travesía por el mar de la ilusión y la esperanza. ¡Qué palabras hermosas cuando se incrustan en nuestras venas y radian el fuego intenso del amor.
Pero muchos cuerpos errantes no ven luces en el alba. Su mirada perdida anhela llegar a esa libertad soñada. Lo han dejado todo, no tienen nada, sólo una mochila de lágrimas y dolor que no les deja ver la belleza de la vida. Caminan con la vista cansada, baja, llenos de amargura, sin futuro, con las manos vacías y el corazón encogido. Cuando creen haber llegado, el muro de la vergüenza le corta el camino y tratados como escoria acampan buscando un milagro que no llega, un rayo que los eleve al mundo deseado. Mientras, esos ojos grandes de sus pequeños, les miran con la sonrisa ausente y la mirada perdida.
Un grito, un canto,
una canción desesperada,
voces y aliento,
palabras desgarradas
y una luz mañanera
por la tenue quebrada.
Una mariposa
se posa agitada
en mi mano temblorosa
y callada.
Su aleteo implora
mi voz agitada
y escribo estos versos
de luz dorada.
Camina caminante
por la sombra callada
y busca en cada instante
su hoja caída
en el otoño distante,
esa flor que no machita
y esa agua cristalina
que forma la cascada
creando bellos cuadros
de suaves pinceladas.
Camina caminante
de lágrimas cansadas,
te pido perdón
por no hacer nada,
te doy mi corazón
y estos versos
que el viento agita
en mi morada.
Dedicado a todas las columnas de refugiados que huyen por la guerra, el hambre, la persecución y la violación de los derechos humanos y que buscando su futuro, encuentran muros y alambradas, odios y muertes como si no fueran humanos, mientras que nuestro mundo se lava las manos y mira a otro lado en un claro desprecio a la vida. Una vergüenza que nos deshumaniza.