Comúnmente uno de los animales más incomprendidos de la fauna conocida es el camaleón. Hay como unas 160 especies de camaleones en el mundo. Un reptil que pasa la mayor parte de su vida en completa quietud, llega a no mover ningún músculo durante horas tratando de pasar inadvertido en las ramas de los árboles. Intenta no mostrar a los depredadores su extraordinaria lentitud y se las apaña para sobrevivir gracias a que resulta una presa bastante poco apetecible.
Alejado de los demás y feucho y sin embargo fascinante para el hommo sapiens. Tanto que nos lo inventamos, como todo lo que en la vida cotidiana fascina pero da pereza investigar, generando una leyenda de un ser que utiliza su piel para cambiar de color según el ambiente con la intención de camuflarse con él.
Pudiera parecer que nos inventamos esa leyenda para que resultaran más interesantes de lo que realmente son, sin embargo, echando una mirada de cerca a la verdad se puede ver un mundo muchísimo más interesante que lo se dice de él (me suena de otras veces…). Es más, investigando lo que ahora se conoce en el mundo de la ciencia acerca de este reptil aparece lo que quizá inconscientemente nos atrajo de él desde un principio: se parecen a nosotros. Pero no de un modo metafórico, mediante la fábula de que a nosotros también nos gusta ‘camuflarnos’, sino de un modo más real, inquietante, peligroso y fantástico, se parecen a nosotros en su sensibilidad.
Russell Ligon, un estudiante de doctorado de ASU´s School of Lice Sciences, y Kevin McGraw, un profesor asociado de la escuela, usaron herramientas modeladas fotográfica y matemáticamente para estudiar como el cambio de color en la piel del camaleón se relaciona con su comportamiento agresivo. Estudiaron la distancia, el brillo máximo y la velocidad del cambio del color en 28 parches diferentes colocados a lo largo del cuerpo de los camaleones.
Descubrieron que los camaleones cambiaban su apariencia física de forma drástica en el momento de la pelea entre varios machos por causa de una hembra o del territorio. Cuando un camaleón se pone de lado cerca de otro y comienzan a salirle rayas, lo más probable es que vaya a atacarle. De hecho, el combate puede estar decidido en menos de 15 segundos sin llegar al contacto físico: el camaleón al que le cambia el color de la cabeza más rápido y hacia colores claros es que es el que va a ganar y normalmente eso basta para que el contrincante se retire.
Como otros animales, los camaleones también cambian de color cuando cambia el ambiente pero, tal y como publicaron en Biology letters, el cambio de color específico del camaleón ocurre en la interactuación con otros camaleones. Cuando están peleando o se excitan los colores se vuelven más intensos y brillantes. En una hembra embarazada el cambio de color, debido al cambio hormonal, es notable desde los primeros minutos después de la cópula. Una hembra receptiva presenta colores anaranjados. Todos los camaleones por la mañana tienen colores más claros que el resto del día, los colores de la amenaza territorial tienen al pardo y al rojizo, los colores del apareamiento se acercan al blanco y la irritación oscurece su piel acercándose al negro. Si un camaleón abre la boca y palidece en sus colores es que tiene exceso de calor. También producen cambios la enfermedad, el cansancio, el hambre, la sed… El cambio de color conecta literalmente con su sensibilidad, con su sistema nervioso.
El camaleón tiene la capa exterior de la piel transparente y, debajo de esta, capas con células especializadas llamadas cromatóforas las cuales contienen diferentes pigmentos: La capa más interna de la piel contiene células melanóforas que están llenas de melanina marrón, esa que hace que cambie de color la piel del ser humano. Una capa más externa tiene células llamadas iridóforas que tienen un pigmento azul que refleja la luz azul y blanca. Encima de ellas están las eritóforas y xantóforas que contienen pigmentos rojos y amarillos respectivamente.
Estas células cromatóforas están ligadas al sistema nervioso y también son sensibles a componentes químicos que existen dentro de la sangre del camaleón. Estos colores están alojados en pequeños sacos dentro de las células y cuando reciben señales de parte del sistema nervioso o del flujo sanguíneo estos saquitos descargan los pigmentos y el color puede esparcirse por toda la célula. Pueden variar la cantidad de actividad en las células cromatóforas de cada capa de la piel de manera que pueden mezclar diferentes pinturas que resultan un nuevo color.
Así las tonalidades del camaleón pueden variar en una gama muy amplia, pero esa gama solo resulta realmente amplia si se tienen en cuenta todas las variaciones de la piel en cuanto al conjunto completo de especies de camaleones. Acercándose a la variación de la personalidad de cada individuo humano, se observan diferencias significativas en la gama de colores que puede adquirir un camaleón cualquiera con el resto de sus congéneres. Hay incluso individuos de camaleones que no cambian de color en absoluto. La unicidad, esa característica que hace que creamos justificado el pensar que nosotros mismos no deberíamos morir, esa característica, no es exclusiva del ser humano.
Pero, ¿qué puede haber dentro de un camaleón?, ¿pensamos alguna vez en su interioridad intrínseca, en su conciencia? Algunos dirán, ¿cómo vamos a atrevernos a usar la palabra conciencia con un reptil? Pero sienten de modo análogo a nosotros, porque, como nosotros, son animales principalmente visuales, se comunican y encuentran el mundo a través de la visión. Debido a su sordera desarrollaron patrones visuales para su comunicación. Un animal que tiene una lengua pegajosa tan larga como pueda ser su cuerpo que arrastra a los insectos a una velocidad que aún no ha podido ser captada en todo detalle por cámaras de alta velocidad, un animal con pies cigodáctilos, un animal tan extraño y, contrariamente a lo que quisiéramos pensar, tan cercano a nuestra sensibilidad…
Los ojos del camaleón se mueven de manera independiente el uno del otro hasta que llega el momento de cazar. Cuando se acerca una presa su mirada se unifica, se concentra y penetra los obstáculos hasta llegar a la desesperada presa que solo tiene un ínfimo instante para llegar a sentir el pánico de la muerte. Pero el camaleón puede ruborizarse, sufrir, temer y enorgullecerse. ¿Qué podemos sentir cuando lo extraordinario se nos acerca tanto? ¿Miedo, o amor?