Para quienes siguen pensando que el teatro nunca morirá, porque su esencia tiene que ver con el tiempo, con el momento irrepetible, también identificado por algunos teóricos heterodoxos como «el lugar de la experiencia», la pasión empieza en el mundo aficionado. El teatro «amador», como lo llaman en Portugal, atesora entusiasmos que cuando echan raíces duran toda la vida. Véase si no el ejemplo de la compañía Ditea, de Santiago de Compostela, un ejemplo de perseverancia. Obras como «La cena de los idiotas», de Francis Veber, por la compañía albacetense Miranfú; «¡Ay, Carmela!», de José Sanchís Siniterra, por Cocorocotta, de Reinosa (Cantabria), o «Gaviotas subterráneas», de Alfonso Vallejo, por Espantanubos, de Teruel, son algunas de las funciones que cobrarán vida en la VII Muestra de Teatro Aficionado de Móstoles.