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¡Mucha mierda!

 

Lo dicen las gentes del teatro antes de salir a escena, pero hoy quiero que se entienda (¡¿hay alguien ahí?!) en su doble sentido, pues no sólo alude al océano de mierda libre de impuestos en que estamos sumergidos, sino que además también expresa el deseo de que tengan la suerte de sentirse libres de ella, no sé por cuál milagroso mecanismo, por supuesto, pero ello no es óbice ni cortapisa para que yo se lo desee, como me lo deseo a mí misma y a mis descendientes, colaterales y amistades de todos los niveles.

 

Encontré una cosa horrible en abc.es, que decía así: “Mejores salarios son posibles con `la economía del bien común´, el movimiento que quiere revolucionar Europa”. Nada menos. Ese “mejores salarios son posibles” como sujeto tiene un tufillo a mal traducido del inglés que marea; comentario aparte merece eso del “movimiento que quiere revolucionar Europa”. Debe de ser un movimiento muy, muy sutil, porque la verdad es que por más que miras y pones el oído no percibes nada, y eso que lo del bien común ya tiene su pedigrí, un tufillo antiguo del mismo viento que esa frase tan original (“…no me temblará la mano”…) que me ha traído recuerdos aciagos. Lo que sí veo muy revuelto es el panorama de los pueblos sin urgencias médicas, eso sí lo veo, pero no creo que vaya por ahí la cosa.

 

También encontré repeticiones que me aburren soberanamente (estoy negativa, lo reconozco), que parecen haberse encarnado en el habla y amenazan con quedarse allí a vivir, como el uso inmoderado y cretino, del verbo poder, que se ha convertido en el bálsamo de Fierabrás para encubrir no se sabe muy bien qué, en todo caso el significado de las frases. Sólo un ejemplo (hay muchos): “Ha sido una investigación ardua y compleja (…) y además por la dificultad de poder localizar y relacionar toda la información (…)”, explica un portavoz de la Policía en un caso de robo de bebés. Lo publica este domingo El País, y yo por supuesto me creo que así lo pronunció el portavoz y que a ningún editor –faltaría más- se le ocurrió pulirlo y dejarlo limpio: “…la dificultad de localizar y relacionar (…)”.

 

También Babelia (¡!) nos volvió a obsequiar con un sumario con falta de ortografía (muy visible, por tanto): “El libro de Lindo es como una canción (…) que Elvira a veces tararea, a veces silva (…)”. El texto del que se sacó el sumario, de Rosa Montero, estaba correctamente escrito, claro. En fin.

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