Home Mientras tanto Mucho de magia y de creer en lo imposible

Mucho de magia y de creer en lo imposible

Será por formas de caer en esta vida… puedes caer en la cuenta; caer de un caballo –os aseguro que aprendes a caer-, mucho mejor que caerse del guindo; mejor no intentes caer bien a todo el mundo, genera desconfianza; si algo estamos deseando es que caiga la luz, el precio, digo; estamos asistiendo a la caída de un tótem televisivo, lo que nunca imaginamos: ¡Sálvame!; el ruido de las cosas al caer, como aquella obra de Juan Gabriel Vásquez, ¿no les pasa que cuando menos ruido quieren hacer siempre se les cae algo que causa todo el estruendo del mundo?; te puede caer la del pulpo; te pueden caer h….. como panes; a más de uno debería caérsele la cara  de vergüenza; puedes dejar caer algo: “alguien ha matado a alguien…”, como Gila; para Chumy Chúmez el humor era ver a alguien tropezar y caer y dejaba de ser humor cuando después de tropezar y caer, se clavaba un pincho de hierro atravesando su garganta; dicen que vale más caer en gracia que ser gracioso y, por último, puedes ser el más elegante, tanto que hasta los calcetines te respeten. Lo explica mejor Deborah Kerr cuando un periodista le preguntó si sabía si Cary Grant llevaba calcetines con ligas: “No es necesario: los calcetines de Cary no osarían caerse”.

La caída como eje central

¿Qué no caen en el motivo de tanta expresión con caer? He disfrutado estos días con el libro de Mireya Hernández, Modos de caer. Mi enhorabuena a la editorial Newcastle por esta bonita selección de obras ¿¡cómo no caí antes en esta editorial!? La caída como eje central. Todo un escaparate de despeñamientos, ya de forma literal o metafóricamente hablando, con el azar como maestro de ceremonias. Ese mismo azar que facilitó que Strindberg pudiera captar el Cosmos sin usar una cámara, ¡a través de unas motas de polvo y suciedad adheridas a un cristal! Las celestografías, que siguen vivas, pero siguen siendo un misterio. ¿No es maravilloso que consiguiera este hombre algo muy similar a lo real sin una cámara…? En Modos de caer vamos saltando en el tiempo, como esa ardilla que recorre España, entre sucesos caóticos incluso la muerte. Por el ansia, la frustración, el fracaso, la avaricia desmedida…

Modos de caer es el segundo libro de Mireya Hernández (Madrid, 1981). Publicado en Newcastle Ediciones, editorial en la que encontraréis libros sorprendentes e interesantes siempre que no sean narrativa, ni novela, ni poesía. Leeréis escenas que no creíais que pudieran haber ocurrido de verdad. Pero han ocurrido. Os mezclaréis entre personajes que se van al garete por alguna tragedia inesperada y lo peor (bueno, lo mejor), es adictivo. Lo explicaba en una entrevista en La Verdad, “el libro trata de lo marginal y de lo que esta fuera de foco. De todo aquello en lo que no solemos fijarnos, tanto personajes como hechos históricos”

No nos conformamos con los peligros que ya por sí solita se encarga la vida de ofrecernos

Como unido por un hilo invisible te encariñas y sufres por algún personaje en medio de situaciones extremas y rocambolescas. Vamos, que las cosas no las ves venir. Personajes que tocaron con la puntita de sus dedos la gloria y cayeron de forma estrepitosa. Dándole vueltas al tema pienso que tal vez es que nos gusta demasiado el riesgo, no nos conformamos con los peligros que ya por sí solita se encarga la vida de ofrecernos. Por algo el editor, Javier Castro Flores, apuesta por los libros que cuentan la vida, “la gente interesada por los dragones y las historias rocambolescas de asesinatos no se da cuenta de que el día a día es lo más alucinante del mundo. La vida misma está llena de sorpresas y profundidad”.

Un cine en el desierto; una ventana que da a un muro, un bolígrafo sin tinta…

Un cura que vuela colgado de globos, una aviadora a la que perdemos de vista, magos que caen víctimas de sus propios trucos “todo efecto mágico consta de tres actos: presentación (una baraja, un conejo…); la actuación y tercero, la parte más complicada, el prestigio”; máscaras de cobre para soldados sin rostro “los caras rotas”; un cine en el desierto; una ventana que da a un muro, un bolígrafo sin tinta, un consejo olvidado, una farola fundida, un libro con las páginas en blanco, una radio sin pilas, es decir, un pretender siempre por encima de las posibilidades. Hasta hay espacio para la ternura, con un soldado egipcio del siglo III que escribe a su familia y no obtiene respuesta “no dejo de escribiros, pero no me tenéis en mente. No me contestáis, a pesar de que recibís cartas mías con frecuencia”. Desolador, seguimos sin saber si la carta llegó a las manos enharinadas de su madre, si su hermana llegó a leerla…

¿Vila-Matas un protagonista de Modos de caer?

Mientras leía este libro recordé a Enrique Vila Matas, eterno aspirante a Nobel de Literatura, -¿podría ser Vila-Matas un protagonista de Modos de caer?-, “el auténtico verdadero gran fracaso del escritor, aquel que alcanza a tantos, llega siempre con puntualidad, generalmente muy temprana. Llega cuando no podemos reproducir con fidelidad lo que acabamos de pensar y querríamos haber escrito. Llega cuando comprendemos que no hemos podido ser fieles a la ambiciosa idea que nos habíamos propuesto al comenzar un libro o un artículo”. La guinda es ese ramillete de citas escogidas como preámbulo a cada grupo de historias, “este es el libro del Gran Desorden y la Coherencia Infinita. Este es mi mundo como yo lo he creado, como se me ha mostrado. Si quieres seguirme, peregrino, respirarás más libremente, pues en mi mundo reina el Desorden, y esto es la libertad”.

Lo interesante es que cada lector vea algo diferente porque “no hay victoria sin un intento previo. Por eso no es un libro fatalista porque detrás de todo está la idea de conquistar e intentar cumplir tus sueños. Hay mucho de magia, mucho de fe y de creer en lo imposible”

Al final, la vida va de eso, de intentarlo y haber hecho el esfuerzo. Un original libro escrito con humor y maestría por una devota de la literatura que nos contagia su entusiasmo.

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