FORBES: El banco de Mayka es un ejercicio periodístico para poner sobre la mesa la fragilidad de las vidas y su relación con los espacios.
“La vida te empuja como un aullido interminable”, versificó el poeta José Agustín Goytisolo en Palabras para Julia. La vida se puede vivir de muchas maneras, pero también la vida te vive, y te obliga, según las circunstancias y según la condición.
La familia de la colombiana Mayka Restrepo (seudónimo) no tuvo elección. Con dos niños pequeños, no tuvo más remedio que refugiarse en una antigua sucursal bancaria ya cerrada. La paradoja es evidente: los bancos, que durante la crisis echaron de sus casas a muchas personas sin ahorros, han acabado siendo ocupados por sus mismas víctimas.
Mayka vivió durante más de un año en la antigua oficina de Caixa Catalunya de la calle Mare de Déu de Port, en el distrito de Sants-Montjuïc de Barcelona.
FORBES: El banco de Mayka es un producto más de la factoría Martínez/Javierre-Kohan: artefactos periodísticos para incentivar la reflexión sobre quiénes somos y en qué nos hemos convertido.
FORBES-El banco de Mayka
Como complemento y contrapunto ofrecemos también el primer capítulo del libro Casas robadas. Caso José Luis Ruiz. Crónica de un allanamiento en la Barceloneta que acaba de publicar la editorial Carena, un proyecto periodístico de Jesús Martínez.
Introducción a ‘Casas robadas’
Los matemáticos, de Tales a Hilbert, han calculado distancias, movimientos y espacios.
Han calculado superficies, ángulos y espacios.
Han calculado fuerzas, energías y espacios.
El espacio ha delimitado siempre los esfuerzos de los calculitis, de Torricelli a Newton.
El espacio, tangible, se reformula, se exprime, se monetariza.
El espacio no es el tiempo, es una prolongación de los datáfonos o TPV.
Según datos del Departament d’Estadística de l’Ajuntament (2011), Barcelona tiene 849.705 viviendas, la mayoría en edificios de más de diez plantas. En total, la Barceloneta cuenta con 9.202 viviendas.
Según la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, hay más de trece mil pisos vacíos (2018). En esta crónica, El Informador está convencido de que exagera: “Es una leyenda urbana eso de que hay miles de pisos vacíos en Barcelona, no es verdad”.
En cualquier caso, los fondos buitre planean sobre la carroña inmobiliaria.
Blackstone (“Unlocking a wider universe of shareholders”), Elix (“Descubre el estilo Elix”), Norvet Property (“Un hogar moderno en el corazón del barrio Gótico”)… El Sindicat de Llogaters, una extensión de los depauperados, cifra en tres mil los pisos en propiedad de los fondos buitre, los fondos de inversión con plumas. Seguramente, habrá más.
Buena parte de las compras de las carteras de vivienda se llevan a cabo en la Barceloneta, el Willy Gum (chuche) que se mastica con fuertes dientes: sol, playa, paella.
La población de la Barceloneta es de 15.021 personas (2016).
Por un segundo hagamos realidad la profecía del sociólogo Jason Miller, según la cual, dentro de veinte años, el 40 % del parque de viviendas de la ciudad será propiedad de los fondos buitre. El 40 % de 849.705 da como resultado 339.882. Y el 40 % de los pisos de la Barceloneta es 3.680.
Aunque mucho nos tememos que la Barceloneta es el mejor trozo de la tarta para las compañías de compraventa. Es la guinda del pastel, porque Barcelona es el pastel.
Por ello, tiene sentido que los vecinos se preocupen.
Uno de ellos envía a este reportero un enlace, uno más para la lista que ayuda a crear alarmismo. Sensacionalismo puro: ‘Pánico en la Barceloneta: roban en un piso a golpe de radial con una vecina dentro’, publicado en Elcaso.com, el 20 de septiembre del 2019.
Todo suma: si las multinacionales y los investment fund ya han parcelado el barrio de la Barceloneta para hacerse con los bloques, las tascas y los mojitos, lo único que sobra son los vecinos.
¿Cómo se va de la Barceloneta un barcelonés de siempre? (Miquel Fernández, en el estudio Matar al Chino, utiliza el verbo “deportar”).
Pues, muy sencillo: se les hace la vida imposible.
¿Cómo? Dejando que se degrade el barrio.
¿Cómo? Aplicando la gentrificación. Hacer de la Barceloneta un Bronx, con la delincuencia a sus anchas robando relojes de lujo, aifons y casitas que, en otra era, en otro siglo, en otra Barcelona, pertenecían a los pescadores de amarre, esos poquitos lobos de mar.
En un futuro no muy lejano (dos décadas), la casa de José Luis Ruiz, en Baluard, 13, podría aparecer en Idealista.com, tal que así –reformas mediante:
2 hab. 40 m² con ascensor. Diseñado por un prestigioso arquitecto, este edificio fue creado para aprovechar al máximo todas las entradas de luz… Precio: 975.000 euros.
La palabra conticinio quedará en desuso (“hora de la noche en la que todo está en silencio”). En ese futuro, no habrá silencio. Ni paz. Solo malvados.
En una de las historias de A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España, Manuel Chaves Nogales razona: “Había que ganar la guerra aunque no fuese más que para poder dormir”.
Mejor ponerse los cascos y escuchar Clementine, de Sarah Jaffe. O mejor, Summer begs.
El caso José Luis Ruiz es paradigmático. En él convergen discrepancias, advertencias, inoperancias. Y simplezas, contradicciones, paralelogramos de sentimientos encontrados y una gran paradoja que más adelante será expuesta.
José Luis Ruiz, sin retranca, siempre ha perseguido la causa de lo público, lo que en el maoísmo se despieza atendiendo a las “condiciones objetivas y el grado de desarrollo de las fuerzas productivas”.
En sus años de lucha estudiantil contra los grises de la dictadura franquista, contados y glosados en su parte del ensayo Por el derecho a disentir (“en este siglo XXI, cambalache y crisis”), aprendió a manejar las consignas revolucionarias, salteadas de “economía planificada” (derivaría en las tarjetas de crédito de la “economía plastificada”), “centralismo democrático” (que no el centro moderado) y partido único (oxímoron, la parte es el todo).
Lector de Unamuno (San Manuel Bueno, mártir: “Consolar a los amargados y atediados y ayudar a todos a bien morir”), lector de Morán (Grandeza, miseria y agonía del PCE: 1939-1985: “Tomarle la tensión a un enfermo grave”) y lector de Martín Santos (Tiempo de silencio: “Tras la mitosis, la mancha azul se iba extinguiendo”). José Luis es pudoroso –le inquieta ser protagonista, ser en su sentido etimológico: essere–, es laborioso –acaba lo que empieza, algo infrecuente– y es de charla opípara –deja los platos a medias porque mientras no calla no come.
La pareja de José Luis Ruiz, Llum, ha asistido a los más pobres, de bolsillo y de ánima. Ha parado desahucios, ha sujetado pancartas, ha trasnochado en las “noches violetas” contra la violencia machista. Su voz se ha oído en las composiciones chopineanas de Agnes Obel (Aventine), por lo filarmónico de sus propuestas que, como árboles envueltos en rebecas de lianas, ayudan a ver el bosque. Roja. Amable. Dispuesta.
En su día, Llum colaboró con los socialistas, pero cuando se cansó de las tornas, de los vientos furibundos y de los vaivenes, lo dejó. En su día, Llum colaboró con los morados (comunes), y en el mandato municipal que fue del 2015 al 2019, se puso a las órdenes de la alcaldesa, Ada Colau, una compañera más.
En la “hoja de afiliación” Llum Ventura deja las huellas dactilares: “Mientras creí en el sistema, colaboré con él. Ya hace tiempo que me declaro antisistema”. Y como antisistema, dejó a los comunes.
Ahora ha vuelto a sus raíces, a la semilla que plantó su familia, sus mujeres: ahora es anarquista. De hecho, si se olvidó de serlo, sería por pereza, lo que Paul Lafargue abanderó como “refutación del derecho al trabajo”.
En los recitales poéticos del Pati Llimona, como el del 26 de septiembre con la poeta María de Luis (El canto de la alondra), Llum Ventura se presenta así:
“Organizadora del Festival de Flamenco de Ciutat Vella y del ciclo de poesía del Pati Llimona en sus inicios. Activista social. Fundadora de ‘Les Dones del 36’. Exconsellera del Ajuntament de Barcelona y colaboradora de la librería El Lokal. Miembro de la asamblea del Ágora Juan Andrés Benítez”.
Llum Ventura se dejó la piel mientras fue consellera de Districte. Se la veía venir a lo lejos, siendo ella menuda, de una estatura estatuaria, un rosal regado en su corola; se la veía venir a las reuniones, las comitivas y los debates. A las conferencias, los mítines y las comisiones. Nunca dijo esta boca es mía. Otros lo podrán testificar.
José Luis podría haber sido uno más de los Jean Moulin barceloneses, los héroes anónimos del antifascismo. Hizo lo que pudo. Y Llum podría haberse mirado en el espejo de la heroína de la Resistencia francesa Madeleine Truel. Los dos seducían con las cerezas de sus labios.
Cuando a José Luis le arrebataron la casa, Llum quiso ponerlo en conocimiento de los suyos, los “amigos” de las mareas. “Te apoyamos”, fue lo único que sacó en claro. Poco más. “Estamos contigo, cuenta con nosotros, no dudes en llamarnos…”.
Parole, parole, parole…
La paradoja que anunciábamos al principio: a José Luis no le ha ayudado ningún partido de las izquierdas, de la amalgama de formaciones del arco progresista; no le ha ayudado el vecino del quinto, el vecino del primero, el tendero de la esquina. Todos ellos le apoyan y le trasladan sus paroles… Parole, parole, parole de Mina y Alberto Lupo. Non cambi mai.
A José Luis Ruiz no le han socorrido los desahuciados ni los sindicalistas ni los revolucionarios. Él ha sido todo eso: revolucionario, sindicalista y activista contra los desahucios. El primero en la línea de fuego.
Les pesará a muchos, girarán la cara, alegarán que no estaban allí o no se enteraron. Lo cierto es que de los pocos que han echado un cable a José Luis, cuando lo ha necesitado, ha sido Intereconomía, hoy El Toro TV, cadena ultra, de derechas.
Al izquierdista José Luis solo le faltaba eso.
Emisión del 20 de septiembre del 2019, en los informativos de El Toro TV: “Tenemos conexión en directo con una víctima de estos okupas…”. José Luis entra en directo por línea telefónica, y debajo, en la pantalla, aparece el chyron con el rótulo: “Víctima de una okupación”. En total, 4 minutos 42 segundos.
Por ahora, José Luis ha salido en los siguientes medios de comunicación: La Barceloneta (“el día 17 de junio, lunes por la tarde, vi a través de los cristales de las ventanas de mi vivienda que había luces encendidas dentro”); El Periódico de Catalunya (“llamé a mi propia casa y me abrieron dos individuos con mal aspecto”); La Vanguardia (“la mañana del 17 estaba en mi casa de la Barceloneta, leyendo un libro sobre la Generación del 27 y el flamenco…”)…
Quizá alguno de estos medios haya utilizado la zozobra humana para beneficio propio. Quizá el reclamo de la antigua Intereconomía vaya por ahí, una pieza más para completar el puzle de la Barcelona de los quinquis del siglo XXI. Eso que Ada Colau, con acierto, ha rebatido en una entrevista concedida a la periodista Núria Navarro: “Ha habido un aumento de robos y hurtos, pero Barcelona no está llena de catanas y puñales como han ido diciendo Ciutadans y el Partido Popular. Según los ránquings internacionales, es una de las ciudades más seguras del mundo”. Seguramente El Toro TV es amarillista.
Alguno de los camaradas del “sí se puede” le ha echado en cara a José Luis su “afán de protagonismo”. Según estos individuos, hace mucho daño a la causa (la causa de ocupar pisos vacíos). Les hace daño que vaya aireando por ahí sus quejas. Que mejor que se esté calladito.
¿Qué ha de hacer José Luis? Al parecer, en lo que respecta a estos sujetos, quedarse en la calle y no molestar.
Por suerte, no todos los vecinos muestran tal desapego a la barbarie. Los hay con más luces y sostienen que cuanto más ruido haga José Luis, mejor.
Gracias, en parte, al runrún de los medios, Estel Seguí consiguió recuperar su casa en Joaquín Costa (“Yo me volví loca”).
Lamentablemente, los vecinos que en la Barceloneta se movilizan están divididos en dos asociaciones. Las dos son buenas y, unidas, conseguirían más apoyos: por un lado, la Associació de Veïns L’Òstia, con Lourdes López, que no es la presidenta (“Estos vienen al hurto”) y, por otro lado, la Associació de Veïns de la Barceloneta, con Manel Martínez, que no es el presidente (“Barcelona se nos ha ido de las manos”).
A río revuelto…
Para Casas robadas. Caso José Luis Ruiz. Crónica de un allanamiento en la Barceloneta se ha contado con numerosas voces, diáfanas, nítidas o carrascosas. El coro de voces de la Barceloneta.
Unos han preferido protegerse bajo seudónimo, como el vecino Señor Z (“la cagada es que llamamos a la policía”); el vecino y empresario Señor X (“ya me han amenazado con que me cortarán la yugular”); el inversor El Informador (“en cualquier otro país, la persona que entra en tu casa está de patitas en la calle”); el mosso El Mando (“es muy difícil que ocupación se confunda con violación de domicilio”); el sociólogo Jason Miller, seudónimo escogido por la película El exorcista (“dentro de unos veinte años, el 40 % de los pisos de Barcelona estará en posesión de fondos de inversión”); La Fuente (“yo no hablo, no me arriesgo”); el mosso d’esquadra Sebastián (“nosotros, si es un robo, actuamos; si es una ocupación, informamos. Pero el robo no genera dudas”); el Señor Y, de la Associació de Veïns de La Maquinista (“tengo un hacha por si me quieren ocupar la casa”); el mosso d’esquadra Denzel (“muchas veces, el policía actúa sin conocer la ley»”; la técnico de vivienda del Pla Comunitari de la Barceloneta, Julieta (“¿Sabías que el alquiler de la Barceloneta es más caro que el de Pedralbes?”) y la vecina S. S. (“sabemos quiénes son”).
Otros, los más, a cara descubierta, sin temor ninguno por los drones, los errores, las réplicas. Por ejemplo, el presidente de la comunidad de vecinos de Baluard, 13, Manel Giménez (“clama al cielo que se esté jodiendo a la persona honrada”); el dueño del restaurante Jai-Ca, Jaume Tomillero (“debían de estar al acecho”); el abogado Matías Gríful (“realización arbitraria del propio derecho”); el concejal del Districte de Ciutat Vella, Jordi Rabassa (“no es habitual que se ocupen viviendas habitadas”); la librera Montserrat Clavé (“este barrio está fatal”); la coordinadora de la revista La Barceloneta, Esther Marín (“a veces da la sensación de que Barcelona se promocione con un cartel que diga ‘Ven y haz lo que te dé la gana’”); la artista Estel Seguí (“paso de Barcelona”); la ex de José Luis, Àngels Santesmases (“esto se está convirtiendo en un piso patera o en un narcopiso”); el anarco David Cuadrado (“ni siquiera los okupas veteranos habrían hecho esto, asaltar una casa”); el corresponsal de The Guardian Stephen Burgen (“quizá se trata de mafias, de gente muy bien preparada, muy violenta”); la abogada Alicia-Lourdes Belzuz (“el riesgo que se corre es que la gente busque medios alternativos para defenderse”); las historiadoras María Jesús Vidal (“¿en qué mundo vivimos?”) y Sheila Garcia (“continuamente aparecen vídeos de agresiones, peleas, robos…”); el fotógrafo Fernando Ramírez (“si tuviera un piso en la Barceloneta, lo vendería”); el paleta Paco Moya (“José Luis ha actuado como un buen ciudadano, pero las cosas ya no funcionan así”); el presidente de la Agrupació de Comerciants i Industrials de la Barceloneta, Sergi Ferrer (“surrealista, surrealista, no me cabe en la cabeza”); el coordinador de Virus Editorial, Miguel Marín (“esta gente hace un uso delincuencial de los espacios”); el experto en crimen organizado Joan Queralt (“podría ser que en la Barceloneta tengan un pie estos grupos de delincuencia organizada”); los fundadores de la plataforma Barceloneta diu prou, Óscar Domènech (“me parece surrealista”) y Sebastià Huguet (“la gentrificación echa a los vecinos”); el director de relaciones institucionales de la empresa de seguridad Securitas Direct, José Ignacio Jiménez (“eso hace que su entorno demande sistemas de seguridad”); el electricista Oriol Casabella (“las ocupaciones de primeras viviendas empiezan a no ser infrecuentes en la Barceloneta”); el restaurador Bernardo Montolío (“esto es Can Pixa”); el activista Ángel Cordero (“los abogados no tienen ni puta idea de nada”); la activista y exconcejal Gala Pin (“me extraña que la policía no haya ejercido sus funciones y no intervenga, aunque ya empieza a ocurrir con asiduidad”); el arquitecto Santi Ibarra («¡”ocupación con eme de mafia [omupación]”); el diseñador Ferran Caymel (“lo que le ha pasado es muy kafkiano”); el concejal Albert Batlle (“no es nada raro en Barcelona lo que le ha ocurrido a este señor”); el pescador José Manuel Juárez (“ahora la presión es de la calle, porque hay más gente por las calles que vecinos en sus casas”); el exdirector de la Oficina de l’Habitatge de Ciutat Vella, Federico García (“cuando te entran los ocupas, ellos fijan ese espacio como su propio domicilio”); el abogado Santos Trenado (“debería haber una solución inmediata para estos casos»); el abogado Eduardo Fraire (“por encima de la propiedad, la inviolabilidad”); el dueño del restaurante Salamanca, Silvestre Sánchez (“la policía tiene las manos atadas”); el pintor Jordi Rollán (“el futuro de la Barceloneta, en unos años, será un futuro de casitas muy bonitas, lleno de hotelitos y en plan riviera”); el propietario del restaurante Can Majó, Enrique Suárez (“nuestros gobernantes tendrían que meter mano”); el presidente de la Associació Barceloneta Alerta, Luis Monzón (“nos jode que siempre salgamos en los medios por algo malo”); el periodista Vicenç Sanclemente (“me quedé en shock. Parece imposible que una cosa así pueda ocurrir”); los miembros del Sindicat d’Habitatge de la Barceloneta Helena Aiguadé (“nos han ido jodiendo sin que nos diéramos cuenta”) y Joan Suqué (“enemigos políticos de la causa”); la comisaria de exposiciones Maria Guinovart (“que un día entres en tu casa y te encuentres a otro señor y no te reconozcas en él, y dudes de si es esa tu casa, es como entrar en contradicción con uno mismo”) y el agente de la inmobiliaria Tecnocasa Santiago Asaro (“mi madre me pide que vuelva a Argentina y yo le replico que esto es mejor, pero a veces lo dudo”).
Parole, parole, parole…
Las dos asociaciones de vecinos siguen medio peleadas.
Anaglifo:
El cogollo. El cogollo. La gallina. Fuegos artificiales.