Con doscientos setenta y ocho candidatos al Nobel de la Paz (doscientos cincuenta y nueve el año pasado) uno podría esperar un mundo mejor. Será que son pocos. Claro que en la lista está Putin (se cree que sin las tropas: pocas deben de quedar fuera de Crimea) y Berlusconi, entre otros.
El penúltimo hombre ganador fue Obama, y Arafat se cuenta también entre los premiados históricos. Hoy los aspirantes son tan variopintos como Catherine Ashton, el Papa Francisco o el espía Snowden, y por esto se echa en falta a personajes patrios como Zapatero o Aznar, o, incluso con mayor merecimiento, Elena Valenciano, eurodiputada en ciernes y benefactora de los pobres y, sobre todo, de las mujeres.
Putin, Berlusconi y Valenciano serían unos finalistas estrella, un contraste chispeante y un paso más dospuntocero, o trespuntocero en este reconocimiento ya de por sí espectacular al modo rutilante de un desfile de Victoria´s Secret. El Nobel de la Paz para un eslavo ex KGB zarinizado, para un magnate latino viagrizado, o para una feminista madrileña de barrio.
La cosa parece un chiste del tipo: va un ruso, un italiano y una española y…, pero también una de esas nominaciones a los Oscars donde siempre hay algún nombre desconocido que salta a la fama. Cuando aparece Valenciano uno siempre ve esos títulos de crédito en los que pone: Introducing, porque introducing es lo que lleva haciendo treinta años con un talento de actriz infantil que no acaba de desarrollarse en la madurez.
No se imagina a este triunvirato caprichoso en un encuentro de nominados, donde Elena, sin poder renunciar a la loa del evento, no daría abasto entre un sicalíptico y un intolerante. Pero nada de esto sería tan duro como se pinta después de haber visto en el Congreso a la diputada hacerle carantoñas como a un abuelo adorable al mismísimo Margallo.
Ya puestos uno está viendo el momento de la entrega con Valenciano ganadora en la tribuna, y por detrás un show de cabaret con unas femen y unas bellinas sacando a bailar a Vladimir y a Silvio, todos a una como al final de Slumdog Millionaire; porque el premio Nobel de la Paz es, en ocasiones, una cosa mucho menos seria que este texto, en donde han ido apareciendo las ideas como si se fuera un replicante: “Yo he visto cosas que vosotros no creeríais: atacar naves en llamas más allá de Orión…”