Hay caballos.
Podemos ir a lomos de los caballos, subir y cabalgar, llegar al mar y oler la arena. Acariciar.
Porque ellos están todavía con nosotros.
No hay aves ni pájaros tan grandes como para volar. Ni albatros ni cóndores.
¿Cómo sería el mundo si pudiéramos ir a lomos de pájaros y aves?
Pero hubo un tiempo en el que volaron y vivieron aquí pterosaurios.
Desaparecieron hace (más o menos) 65 millones de años. K–Pg.
Y existieron.
Solo que no coincidimos.
Dicen los científicos que algún ascendiente nuestro subió con ellos y ocurrió un día. Sobre, por ejemplo, el quetzalcoatlus en el año 68.000.321 antes de Cristo.
Volaríamos a vernos y ellos volarían para verse cerca del Cielo.
¿No habría coches ni gasolineras ni Dios ni Eva en 2022?
Ahora cruzaría por allí un pteranodón.
Al desaparecer ellos, junto a millones de animales más, empezamos a llegar. Según dicen (no soy ningún experto, los paleontólogos sí saben).
¿Por qué no podemos volar juntos?
Podría haber sido posible.
Hubo tiempos mejores e imposibles.
Ahora.
Tendida hoy a mi lado, puedo verla respirar. Acabamos de volver.
Se llama Negrita y es una tapejara extinta ayer en la Tierra.
Solo ayer.
Surca las estrellas a oscuras