La escenografía es perfecta. Niños con banderitas de España, cooperantes con chalecos relucientes, un presidente que agradece sin matices… Hacía tiempo que no veía un espectáculo tan dantesco, tan colonial a la vieja usanza, tan autorreferenciado.
España quiere sacar pecho en Haití. Rectifico: el gobierno y la monarquía española quieren sacar pecho. La secretaria de Estado de Cooperación, Soraya Rodríguez, olvidó la lección de historia y dijo (en Haití) que está muy satisfecha porque Haití (el mismísimo Haití) por fin tiene una democracia y porque el último relevo de gobierno fue el primero en la historia en el que el anterior presidente terminaba su mandato. A Rodríguez se le olvidó mencionar que en el siglo XX ha sido Estados Unidos el que ha decidido quién y durante cuánto tiempo estaba al frente del país. Me temo que, indirectamente, lo sigue haciendo y la señora Rodríguez y la-reina-que-pasea juegan un papel ridículo en el ajedrez haitiano.
La reina del estado español también habló y le recordó al presidente, Michele Martelly, que España es el tercer donante europeo en ese país. Martelly agachó la cabeza y le dijo que el país devastado, hundido por la naturaleza, por las potencias coloniales y por los intereses externos, es su casa. Todos felices de haberse conocido.
El cable final de la agencia oficial EFE, rezaba así: la reina «pudo comprobar el esfuerzo desarrollado por los cooperantes españoles en proyectos educativos, sociales, de vivienda y de saneamiento y encontrarse con muchos de los afectados por la catástrofe, quienes le brindaron emotivos recibimientos en los lugares que visitó». Volvemos pues a reforzar el imaginario europeo de un Haití postrado, de habitantes inútiles, víctimas cosificadas que solo esperan la ayuda exterior ante su propia incapacidad para recuperarse del terremoto de hace dos años y de la historia; pobres que agitan banderas para agradecer que una señora tan limpia, tan blanca y tan inteligente se digne a perder unos minutos de su vida en llegar a la escuela ‘x’ o al ancianato ‘y’.
Según indica el muy monárquico diario español ABC, la reina Sofía aplaudió la labor de los cooperantes españoles que «entregan lo mejor de su juventud y de su capacidad profesional» para ayudar a los haitianos «a emprender el camino del desarrollo y la prosperidad». Palabras huecas, pero con más significado del que aparentan. ¡Menos mal que están los cooperantes blancos en Haití! ¡Menos mal que, de forma generosa y sacrificada, entregan la brújula del desarrollo a estos negritos que no han sido capaces de levantar su país del patético último lugar que ocupan en los rankings de la pobreza! Ahora sí van a saber lo que es el desarrollo, ahora los vamos a llevar de la mano a donde nos dé la real gana.
Es probable que algo tenga que ver la vieja colonia española, la vieja colonia francesa, el infinito castigo al que se ha sometido los haitianos por osar a vencer a los ejércitos napoleónicos, independizarse y abolir la sacrosanta institución de la esclavitud. ¡Una república de negros! Qué horror, esa raza inferior (inventada por Europa como raza) que es indolente, supersticiosa, violenta y corrupta por naturaleza… menos mal que la reina ha sobrevolado el país en helicóptero para no contaminarse de realidad, menos mal que ha podido comprobar que los cooperantes son héroes y que los niños haitianos, al menos, saben mover una banderita y hacer bailes exóticos para agradecer la visita paternal. Ya se sabe: es de bien nacidos ser agradecidos. Por tanto, los críticos no dejamos de ser unos ‘malparidos’.
Por si faltaba algo en el cuadro esperpéntico, la reina finalizó su visita regalando su presencia a la MINUSTAH, la misión militar de la ONU que gasta 800 millones de dólares al año y que nadie cuestiona… Rectifico de nuevo: se critica mucho, pero ni la agencia oficial española EFE, ni ABC, ni los medios convencionales de Europa recogen esas críticas.
La MINUSTAH fue denunciada antes del terremoto por abusos contra la población y ahora está inmersa en un caso de violación a menores por parte de cascos azules uruguayos. La MINUSTAH tiene mucho que ver con la diseminación (involuntaria, imagino) de la cepa de cólera que acabó -y acaba- con miles de haitianos… pero la reina no debía estar informada al respecto. Debería haber consultado antes de viajar la carta que Eduardo Galeano, Alfredo Pérez Esquivel o Betty Williams, entre otros, remitieron al secretario general de Naciones Unidas hace unos días y en la que exigen la inmediata retirada de la MINUSTAH y un cambio radical en el modelo de cooperación con el país caribeño: «Durante años la intervención de tropas extranjeras, sean de Estados Unidos, Francia, otros poderes o ahora la MINUSTAH, no ha mejorado la vida del pueblo haitiano. Al contrario, su presencia atenta contra la soberanía y dignidad de ese pueblo y asegura un proceso de recolonización económica dirigido, ahora, por un virtual gobierno paralelo -la Comisión Interina de Reconstrucción de Haití- cuyos planes responden más a los prestamistas y empresarios que a los derechos de las y los haitianos».
Ya se sabe, se trata de la pinche manía de los latinoamericanos de ver fantasmas imperialistas, de no entender la labor desinteresada de cooperantes, reyes y empresas, de Bill Clinton y de la madre que lo parió. ¡Negritos de Haití, mejor rendid pleitesía a la reina de España y a todos los blancos que regalen caramelos a vuestros niños sin futuro!