En recuerdo de Jorge Berlanga
Sin entrar en polémicas sobre quién fue el “Padre del invento” con chinos, coreanos, alemanes, holandeses e italianos, Gutenberg la lió allá por 1440 cuando inventó la imprenta. No es que antes no existiera la palabra escrita, pero era a través de manuscritos. La imprenta, en sí misma, no es más que un artilugio que facilita la plasmación de caracteres ortográficos sobre un papel, pero la industria editorial que, como consecuencia, nace, es lo que da la verdadera dimensión al invento de Gutenberg que daría a luz a los libros.
Por mucha tecnología que haya, me sigue conquistando el papel. Como cada año, en cuanto la lluvia ha dado tregua, me he pasado por la Feria del Libro de Madrid y he encontrado mucha música.
Especialmente interesante es el catálogo de Global Rhythm Press en el que, a veces en forma de memoria otras por una pluma ajena y otras a través de testimonios, artistas como Woody Guthrie, Johnny Cash, Ozzy Osbourne, James Brown, Ray Charles desnudan sus almas y, como dice en la web de la editorial, “sus testimonios, hazañas y mentiras nos sirven de combustible”.
David Villanueva, de la editorial Demipage, además de invitarme a un vino en su caseta, me enseñó las fantásticas ediciones con poemas y canciones de Boris Vian, titulada “No me gustaría palmarla”, con textos traducidos por Javier Krahe, Andy Chango, Luis Antonio de Villena o Santiago Auserón y con ilustraciones de Martin Matje, Loustal, Alain Reno, Jacek Jarnuszkievicz y hasta veinte ilustradores diferentes. Una colección de canciones de Antonio Vega, titulada “¿Y si pongo una palabra?”.
Aunque se publicó en 2009, “La nota rota” de Francisco Javier Irazoki es otro título interesante que se puede encontrar en la editorial Hiperión; una galería de músicos que no se dejaron dominar por los convencionalismos de sus respectivas épocas y abrieron puertas a una nueva forma de entender la música.
Y una obra descomunal. Imprescindible para entender la música contemporánea y que tendrá su propia entrada en este blog en cuanto lea las 60 páginas que me quedan para terminarlo, es el libro de Alex Ross titulado “El ruido eterno” que recorre el siglo XX a través de su música y que publicó, en 2009, Seix Barral.
Música y literatura hacen un buen maridaje en esta Feria del Libro de Madrid que no siempre se llamó así y que no siempre fue organizada por el gremio de libreros, editores y distribuidores. Aprovecho para dirigirme a ellos y lanzarles un guante. Siempre me da la impresión de que esta feria está encorsetada. Desaprovechada. Es monocorde y monocromática. Con horarios estrictos. ¿Por qué no permitir que las casetas puedan abrir hasta las 12 de la noche? ¿Por qué no poder disfrutar de una cena tranquila después de comprar un buen libro? ¿Por qué no asistir a un buen concierto? Los intentos en este sentido son muy tímidos y esta fiesta de la cultura que puede darse en torno a los libros tiene mucho sitio libre para todas las manifestaciones del arte. No sé los libreros y los distribuidores, pero sé de más de un editor con buenas ideas y que sabe cómo llevarlas a cabo. De momento, se conforman porque saben que hay ferias como la de Frankfurt o Guadalajara, en las que la Fiesta de la cultura se escribe con mayúsculas.
@Estivigon