Vi el anuncio (¡tan grande, tan alto!) y me lo creí.
¡A las barras!, leí. Como en los años treinta del siglo XX se dijo ¡A las barricadas!
A luchar.
Veía (alzando la cabeza) una cerveza en la mano, pero dos metralletas en la sombra se perfilaban también, dos metralletas apuntando al cielo, dos metralletas para llevar a cabo la revolución, la esperada. Y nuestros colores, rojo y negro y negro y rojo. Estaba claro, sin duda. Estaba ahí.
¡Resistencia!, no nos dejarían atrás, también por otras partes (cartelería) de la ciudad y el país.
Estaba en la pancarta (el anuncio) del centro de la ciudad gallega.
Aquello parecía ir en serio.
Éramos muchos los que esperábamos el momento apropiado, que todo cambiara, que por fin.
Sí.
Por fin nos había llegado a nosotros, nuestro momento, nuestro mayo y junio de 1968, nuestra verdadera vida, nuestro verdadero inicio, donde se cambiaría, donde todo sería de otra forma, donde por fin podríamos empezar a ser, a estar en este mundo, dejaríamos atrás.
Teníamos (dirigidos desde las palabras de los maestros, nuestros líderes) que acudir a las barras y pedir una cerveza y con el vidrio y la etiqueta nos pasarían dos metralletas a cada uno que nos llevarían a levantar el suelo, los azulejos, baldosines, baldosas, adoques, adoquinitos que llevábamos pisando demasiado tiempo ya.
No nos dejarían atrás, había llegado nuestro momento.
Las consignas eran concisas para quien las supiera ver, entender.
Solo teníamos que ir a las barras, como antes otros se habían dirigido a las barricadas.
Así que fui a uno de los bares de la zona, pedí una cerveza (solo la anunciada, claro, la revelada o la rebelada), pedí otra, otra, otra no, tres en total en la tarde.
Los camaradas parecían esperar lo mismo, pedían y pedían, pero no llegaban las armas, solo algo de comida en plato, aceitunas, patacas y ese tipo de cosas.
No sé.
Aquí sigo, esperando, parapetado tras casquillos vacíos, palabras vacías.
Y me he puesto a escribir esto, por si acaso, por si todo revienta.
Yó qué sé…
Entra gente, se sientan, se quitan la mascarilla (apariencia de rebolucionarios desaparece y emblanquecen, emblanquecemos), muestran el rostro a las autoridades de siempre (ya parece que han estado aquí desde siempre, y que siempre ha sido todo así, y que siempre todo ha debido ser así, esencialmente, a grandes rasgos).
Piden, se colocan en la barricada.
Nós.
Soyez réalistes, demandez l’impossible
est un slogan de Mai 68