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Negros sobre blanco: Gracias y desgracias de un ‘nasaara’ en Burkina Faso

La vida en el más pobre país del África subsahariana y cómo un nasaara (el blanco en mooré, una de las innumerables lenguas que se hablan en este continente) va descubriendo día a día lo que es una realidad tan distinta de la que estamos acostumbrados en nuestro cómodo y tranquilo primer mundo. Costumbres y realidades con las que cuesta convivir por más que las hayamos visto en los coloristas documentales de las siestas de sobremesa o en las noticias estremecedoras de los telediarios de la noche.

 

África

Dice la Wikipedia que es el tercer continente en extensión geográfica y con una población de más de 1.000 millones de personas, aunque es difícil saberlo con cierta exactitud pues no existen censos fiables de población en la mayoría de los países. También dice que África es un continente muy rico en recursos minerales y vegetales…

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Como si se tratara de un cómic de Asterix, podríamos decir que no todo el subsuelo de África ha sido generosamente dotado de recursos minerales o naturales para satisfacer de lo necesario a su población (aunque suele ser, más bien, para tener mucho más de lo necesario sus clases dirigentes).

 

Hay un pequeño país que ni tiene posibilidades de una agricultura o ganadería suficientes para su población, ni el menor atisbo de riquezas minerales en su subsuelo: Burkina Faso. Hasta los años 80, se llamó  Alto Volta

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Con la llegada al poder de Thomas Sankara, le cambió el nombre y muchas más cosas. Hombre íntegro donde los haya habido, cambió el nombre de su país por el de Burkina Faso, que significa «la Tierra de los Hombres Íntegros».

 

En 4 años hizo de todo, escuelas, centros sanitarios, comunicaciones, expropió y repartió la tierra, limitó los salarios de los dirigentes, promocionó a la mujer y decretó el 8 de marzo (Día de la Mujer Trabajadora)fiesta nacional, se convirtió en el líder del tercer mundo que propugnaba el no pago de la deuda a las potencias coloniales…  Hasta que un golpe de estado de su segundo de a bordo acabó con su vida y con el sueño de una nación pobre, de un pobre pueblo.

 

Todavía se le sigue recordando aquí  por todo el mundo aunque no se pueda utilizar su nombre, porque sigue estando de Presidente quien le sucedió en el poder (sale elegido por amplia mayoría en todas las elecciones que se han convocado y las que se van a convocar).

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Burkina Faso es uno de los países más pobres del planeta. Ocupa el puesto 171 de 174 en desarrollo humano. Este dudoso honor se lo disputan varias naciones que van intercambiando los puestos en la clasificación como las ligas de fútbol: pero siempre suelen estar los mismos. Tan difícil es que gane la liga el Recreativo de Huelva o el Alcoyano, como que se metan en esos puestos España o EEUU.

 

Así que entre ellos se baten el cobre de la miseria. Quizás a sus gobiernos les convenga hinchar las cifras de la pobreza para obtener más ayuda, pero cuando estás aquí te das cuenta de que no está lejos de la realidad.

 

Muchas veces había leído esas noticias que suelen ir de relleno en los telediarios de la noche, entre medias de la del violador del ensanche y los mejores goles de la última jornada, en las que te cuentan que 1.000 millones, 2.000 millones, de personas en el mundo viven con menos de 1 dólar al día.

 

Y, sentado, cenando, miras a tu alrededor e inconscientemente calculas a ver qué encuentras que pueda valer menos de 1 $ y encuentras pocas cosas, ni siquiera de comer. Y descartas mentalmente negando con la cabeza, y tragando la comida que has detenido en la boca, que eso sea posible. Comida, agua, luz, ropa, sanidad, educación, cultura, vacaciones… bueno, vale, pongamos que no van a ir al cine o a museos o de vacaciones todos los años, pero lo otro parece imprescindible… pues no es así.

 

 

Y es esto, contaros lo que se siente viendo estas cosas en directo lo que quiero hacer. Abrir en vuestra pantalla una ventana a este otro mundo del que todos hemos oído hablar, del que todos hemos visto algo que nos ha sobrecogido, al que todos querríamos ayudar pero nunca sabemos cómo y dónde, para no olvidar que el Sur también existe y llama a nuestras puertas. Todos los días, con hambre y penurias. Porque hay que comer todos los días.

 

Hace muchos años había un pobre que llamaba a las puertas de las casas, en mi barrio en Madrid, pidiendo limosna. Y una amiga, a fuerza de abrirle un día y otro y darle algo no pudo por menos un día de reprocharle: «…es que viene Ud. todos los días…». Y el pobre le respondió: «Señora, es que me gustaría comer todos los días». Mi amiga abrió su monedero y comprendió cuál era la situación del que estaba al otro lado de la puerta, parecía que en el mismo mundo, pero en realidad en dos mundos muy distintos. Y, sin embargo, tan intercambiables…

 

No se trata de caridad cristiana o musulmana, se trata de conocer a nuestros vecinos, para comprenderles y ayudarles a desarrollarse en la medida de lo posible.

 

 

¿Qué hago yo en Burkina Faso?

Me llamo Félix Pérez Ruiz de Valbuena y, entre otras cosas, he sido Consejero Delegado y accionista, con mis hermanos, de una empresa de formación. Es una empresa familiar con más de 500 empleados y con más de 50 años en el mercado. Bastante profesionalizada, mi trabajo en ella no me producía la misma satisfacción que cuando empecé y hubo un momento en que vi que tenía que poner tierra de por medio y volver a empezar algún proyecto que me volviera a hacer sentir vivo.

 

Mi empresa construye escuelas (nos dedicamos a la formación) en Burkina Faso desde hace algunos años y colabora en otros proyectos con una ONG de allí, así que decidí  ir a ver in situ lo que se hacía. Nunca había querido hacerlo cuando mi hermana u otras personas de la empresa venían aquí por lo que me temía: que me acabara enganchando.

 

Así que me vine en marzo del 2009 con la idea de pasar unas semanas, desconectar de todos los problemas de Madrid, y que me diera el aire… Y lo que me dio fue un aire, no sólo el aire. Porque cuando llegas aquí el sol, el aire, el calor, el polvo, la basura, la miseria, te azotan la cara y todas las células de tu cuerpo. Te lo desprograman y te lo vuelven a programar, te cambian todos los parámetros de presión y temperatura y tienes que salir corriendo del país o reubicarte de nuevo en el mundo. Pero también te encuentras a la gente.

 

Sobre todo a la gente. Hombres, mujeres y niños. Sobre todo los niños. Es difícil entender lo que eso significa hasta que no lo has sentido en directo.Y el paisaje… bueno aquí  el paisaje no es nada del otro mundo, ni siquiera los bichos. Hay zonas de Burkina con parques naturales o bichos grandes, pero los únicos que yo conozco, por ahora, son los buitres, las ratas, cabras, cebúes, pollos famélicos, lagartos que viven en casa, insectos de todo tipo y el más mortal de todos y de los más pequeños: putos mosquitos de mierda. Nada que ver con los documentales de La2, pero no por ello menos interesantes, si les sabes encontrar su aquél.

 

 

Los negros

Es por la gente que sigo aquí. Son negros casi todos, blancos poquísimos que somos. En mi ciudad, en realidad es un pueblo grande, podemos ser así, de fijos, viviendo un día y otro, unos 20-30 blancos, sobre un total de unas 100.000 personas. Pero son datos aproximados, no pongo la mano en el fuego ni por uno ni por otro. El de los blancos me lo dijo Víctor el director de la ONG española con la que trabaja mi empresa que lleva aquí un año más que yo. El de las personas de Ouahigouya (así se llama esta ciudad, la 4ª en población de Burkina) lo he leído en alguna publicación oficial, pero ni ellos mismos lo saben, la mayor parte de la gente, en las aldeas sobre todo, no está inscrita en ningún registro oficial ni oficioso. Eso cuesta dinero y no da nada, así que ¿para qué?

 

Decía que sigo aquí por la gente, que son negros. Esto puede parecer intrascendente o incluso un poco racista, pero no es el caso. Lo de que son negros salta a la vista nada más llegar, aunque sueles venir avisado al respecto a pocas luces o formación que te hayan dado tus padres. Y a mí, mis padres, me enseñaron a respetar por igual a todos los seres humanos, daba igual su raza o su condición social: todos somos iguales. Que cambie la pigmentación de la piel, el estado de sus finanzas o incluso nuestro cociente de inteligencia es lo de menos.

 

Pero lo que no sabes es que tú eres blanco y eso aquí sí que es algo que te salta a la cara, sobre todo, un día detrás de otro.TODO EL MUNDO TE MIRA, VAYAS DONDE VAYAS. Así que lo primero que notas es que aquí, en Burkina Faso, no pasarás nunca desapercibido. Porque eres el blanco o como dicen en mooré (la lengua de la etnia mayoritaria del país, los mossí): «nasaara»

 

Al principio es genial: vas por la calle y todos se vuelven para mirarte. Te sientes Brad Pitt en San Sebastián observado y admirado por todo el mundo. Al principio la fama y la popularidad gustan, luego cansan. Echa uno de menos ese vivir en el anonimato que da el cruzarte con los vecinos en la escalera y no tener ni que saludarlos porque puede que ni les conozcas. Los hombres, los niños, incluso las mujeres te miran y te siguen con la mirada cuando te cruzas con ellos.

 

Para una persona como yo que ya ha pasado de los 25 alguna que otra vez, eso de que las mujeres vuelvan a fijarse en ti después de tantos años de ser transparente produce un noséqué que te hace soñar con la juventud. El caso es que todos te miran y muchos te saludan. Sobre todo los niños, se acercan y te alargan la mano para saludarte. Los más pequeños, no; esos suelen asustarse de un hombre tan raro y lloran si te acercas a ellos.

 

Pero los más mayores supongo que tendrán tema de conversación en sus familias o con otros niños para todo el día: «le he dado la mano a un blanco».

«¡Venga ya!», le contestarán.

«¡Que sí, que sí, de verdad, que he visto a un nasaara y le ha dado la mano!».

 

 

Una de las ventajas (maldita para ellos) de ser tan pobres, en un país tan pobre es que no hay casi mendigos. Burkina no sólo no tiene riquezas naturales o minerales, es que tampoco tiene gracia. Me refiero a que no hay bellezas naturales espectaculares como en otros países de África a los que ir a hacer turismo. Así que sin turistas es difícil que haya mendigos.

 

También hay poca delincuencia. Otra de las cosas que agradecerle a que la Madre Naturaleza o Dios, el que lleve estas cosas, hayan sido tan rácanos con Burkina Faso. Así que sin mendigos y sin delincuencia (aunque una vez nos robaron un bolso en la capital) se compensa un poco la falta de recursos y la falta de grandes bellezas naturales para visitar. Se conoce la cara real de África, o de esta parte de África, o de una parte de esta parte de este pequeño rincón de África.

 

Porque Áfricas hay muchas como hay muchas Europas. Decía Kapuscinski, al que recomiendo que leáis mejor que a mí, que la descolonización no había partido África en 53 países sino que los había agrupado en esa cantidad.

 

A veces pensamos que en España tenemos un crisol de culturas y de lenguas, porque tenemos 4, cuando sólo en Burkina hay no menos de 50 etnias, todas con su propia lengua. Mossí, Peulh, Bobo, Lobi, Bella, Tuareg, Gourmantché, Mandé, Gourounsí, Samo, Marka, Bissa, Dagará, Songhai

 

El idioma oficial es el francés, que no habla ni la cuarta parte de la población, porque para eso hay que ir a la escuela y los índices de alfabetización son del 30% en hombres y de poco más del 10% en mujeres. La gente de aquí es especialmente amable y simpática. Es algo que notas nada más llegar.

 

Puede que en la capital, que están más habituados a los blancos, pasemos un poco más desapercibidos, excepto para los que venden algo, claro. Pero en las aldeas o en mi ciudad seguimos siendo muy extraños.

 

De hecho hasta a mí me resultan muy extraños los blancos. Los miro y remiro mientras pasan o me cruzo con ellos, aunque eso no suponga que nos dirijamos la palabra o siquiera nos saludemos con un gesto con la cabeza. Parece como si nos estuviéramos pisando la exclusividad de la blancura de ser los especiales. Así que no tengo casi ninguna relación, con los/as blanco/as de mi pueblo, salvo el matrimonio que dirige la ONG española aquí.

 

La gente te mira, te sonríe, te saluda, se acerca a darte la mano y hace que te sientas importante, como un ser humano o algo así. Les gusta saludarse estrechando la mano y arrastrarla una contra otra chasqueando los dedos al acabar, eso si tienes una confianza o relación especial. No se suelen dar besos ni abrazos, ni siquiera a los niños.

 

Me he pasado mucho tiempo en el orfanato que lleva esta ONG y una de las cosas que más me gustaba era dejar que los niños me atropellaran, por así decirlo, y comerles a besos y abrazos. Es algo a lo que no están acostumbrados, pero que, como todos los niños, necesitan y agradecen. Las mamás (cuidadoras) del orfanato me miraban risueñas y extrañadas. Son todos muy amables y educados. Y suelen ser muy risueños y divertidos. No digo que su tipo de humor sea el que nos haría partirnos de risa, pero siempre están bromeando entre ellos y con una sonrisa en los labios. Como si tuvieran algo por lo que estar contentos…

 

Usos y costumbres

Así que de esto va a tratar este blog, de usos y costumbres: los de aquí y el contraste con las que tenemos en la vieja Europa. Pero poco a poco, porque todo acaba estragando si no se toma con prudencia.

 

Como ya he dicho Áfricas hay muchas más que Europas y me temo que este blog trata sólo sobre una pequeña parte de África. Pero no por ello menos interesante. En todo caso son como las lentejas, si no las quieres las dejas. Sólo sé escribir sobre este guiso.

 

Para el próximo plato os voy a contar cómo se puede desarrollar en un país africano el 1 Coloquio Africano sobre el Trabajo Decente (1-2 diciembre, en Ouagadougou), y ¡¡¡los que participan son políticos de aquí!!!

 

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