Nellie Mae Rowe era una mujer negra de familia muy humilde en la Atlanta de las primeras décadas del pasado siglo, trabajó sin descanso en la pequeña granja familiar y luego como cuidadora de familias blancas. No pudo dedicar mucho tiempo a su pasión por el arte y el dibujo durante gran parte de su existencia, y sin embargo hizo de su vocación un himno a la vida. La mayoría de sus obras son en papel, con rotuladores, bolígrafos y lápices de colores: materiales modestos que han convertido a Nellie Mae Rowe en una pintora al margen de los circuitos habituales. Quizá sea esta la razón por la que sus cuadros siguen atrapando la atención del espectador: los planos de una sola dimensión, los animales y la materialidad de los muebles no solamente deslumbran por la fascinante combinación de colores, sino sobre todo por la deformidad de la perspectiva que nos hace ir con la mente a la obra de Chagall. Se pregunta uno qué habría pasado si Nellie Mae Rowe hubiera podido estudiar en alguna famosa escuela de Estados Unidos o Europa, y si hubiera tenido más tiempo para ir desarrollando su arte. Seguramente no habríamos tenido unas obras tan sorprendentes por su inmediatez, y por la sencillez solo aparente de las formas con las que Mae Rowe ilumina como un faro la banalidad de lo cotidiano.
Dónde: Brooklyn Museum, Nueva York
Cuándo: Hasta el 1 de enero