A pesar del peso del cañón y del freno en la boca de fuego el rifle saltó de su punto de apoyo. Cuando volvió a encajar a los animales en el visor comprobó que continuaban todos en pie. La bala de 150 grains tardó casi un segundo en llegar allí, pero el sonido tardó el doble. Se quedaron mirando el penacho de polvo levantado por el impacto. Luego salieron disparados. Alcanzando casi inmediatamente la velocidad punta, corriendo por el gredal perseguidos por el largo «baaang» del disparo y caramboleando en las rocas y zigzagueando al descubierto en la soledad de la primera hora.
Moss notó un tirón de la bolsa que llevaba al hombro. El pistoletazo sonó como un plop amortiguado, pequeño y perentorio en la oscura quietud de la ciudad. Se volvió a tiempo de ver el fogonazo del segundo disparo tenue pero visible al resplandor rosado del neón del hotel de cuatro metros de alto. No sintió nada. La bala le traspasó la camisa y empezó a sangrar por el brazo y para entonces ya estaba corriendo. Con el siguiente disparo notó un aguijonazo en el costado. Cayó y se levantó de nuevo dejando la escopeta de Chigurh tirada en la calle. Mierda, dijo. Qué puntería
No es país para viejos (Cormac McCarthy), páginas 10 y 113 respectivamente
En estos dos textos se reflejan dos aspectos que rara vez son bien representados en las películas. En el primero unos antílopes ven el polvo que levanta la bala y al segundo escuchan el disparo. Se trata por tanto de un rifle con balas supersónicas, que se mueven más rápidas que el sonido (340 m/s), esto es habitual en rifles y ametralladoras. Es algo que sería fácil de representar en el cine y pienso que no se hace por lo poco intuitivo del resultado.
Un poco más complejo es el segundo texto, porque incluye a la velocidad de la luz, superior a la del sonido. El orden que percibiría un persona disparada por un francotirador con uno de estos fusiles sería el siguiente: primero vería el fogonazo de luz, especialmente si le disparan de noche. Después sentiría el impacto de la bala ( o escucharía el silbido que produce al pasar por su vera) y finalmente escucharía el bang! Todo un poco lioso y contrario al orden natural que nos pide el cuerpo, yo creo que los directores de cine hacen bien en no escucharnos a los quisquillosos
Por cierto que la velocidad de las balas parece ser una obsesión de Cormac McCarthy o al menos un asunto en el que es experto porque en La carretera puede leerse este otro párrafo:
—Solo te quedan dos balas. Quizá solo una. Y ellos oirán el disparo.
—Ellos sí. Tú no.
—¿Y eso?
—La bala corre más que el sonido. La tendrás metida en el cerebro antes de que puedas oírla. Para oirla necesitarías un lóbulo frontal y cosas con nombres como colículo y gyrus temporal pero de eso ya no tendrás. Se habrá convertido en puré.