En qué tipo de ciudad queremos vivir? Esta es la pregunta que aborda el documental NO-RES, una propuesta localizada en Barcelona pero necesariamente extendible a cualquier urbe contemporánea. Xavier Artigas, sociólogo y documentalista, se ha fijado en la colonia Castells, un pequeño reducto de lo que se denomina vida horizontal dentro de una ciudad cuyo futuro parece abocado a la verticalidad. Casas de una o dos plantas, niños jugando en unas calles sin tráfico, vecinos reunidos al sol en las puertas de sus viviendas. Un ejemplo de que otro modelo de ciudad es posible, pero cuya situación estratégica, a dos pasos de la Diagonal, ha sido razón suficiente para que el ayuntamiento ejecute un derribo enormemente lucrativo. Durante meses, Artigas y su equipo se han convertido en pacientes observadores de un espacio cuya vida se apaga irremediablemente ante la desesperación de unos vecinos cansados y la insensibilidad de un consistorio cuyo único baremo se mide en euros.
La colonia Castells se encuentra enclavada en el barrio barcelonés de Les Corts, donde el precio por metro cuadrado de la vivienda es el segundo más caro de la ciudad. Construida a principios de siglo XX, fue pensada como residencia para los obreros de una fábrica cercana. Así pues, paradójicamente sus inicios estaban más ligados a la eficiencia del trabajador por encima de su bienestar. El cierre de la fábrica convirtió a la colonia en un rara avis en plena zona alta, donde fue a parar gente con pocos recursos que poco a poco convirtieron el lugar en un pequeño pueblo dentro de la ciudad. Tras décadas de amenaza, el actual consistorio decidió ejecutar el derribo con la intención de vender los terrenos a una promotora privada y obtener así unos beneficios considerables. Un ejemplo más de la vivienda como negocio y no como derecho inalienable del ser humano, cuya importancia incluso para los poderes públicos da título al documental; nada.
Hoy en día las ciudades se asemejan cada vez más a inmensos paneles de abejas, en cuyas celdas nos retiramos tras la jornada laboral para rehuir de un ritmo urbano que no nos permite detenernos en los antaño espacios públicos. No es casualidad que la alcaldía de Barcelona venda como el principal logro de su legislatura la implantación del Bicing, un nuevo medio de transporte en la ciudad que facilita aún más la permanente circulación del ciudadano. No hay tiempo para detenerse en los parques, plazas o calles; menos aun relacionarnos con nuestros vecinos mientras aprovechamos los últimos minutos de sol del día. Por no hablar de la total inviabilidad de la calle como lugar de recreo para los niños, cuyo espacio de ocio migra irremediablemente hacia el ordenador y otras pantallas. Todo esto hace que un lugar como la colonia Castells parezca una utopía imposible de extender al resto de la ciudad, pero es precisamente su viabilidad social -que no económica- lo que provoca el deseo de algunos de erradicarla del mapa. Esta maraña burocrática, detrás de la que se esconden los que únicamente buscan el beneficio monetario, es la que pretende desenmascarar el documental de Xavier Artigas a través de una dolorosa pero necesaria observación de un mundo que desparece.
Por las pocas piezas que se pueden consultar en la excelente web de NO-RES el estilo de realización se asemeja al de directores como Mercedes Álvarez, José Luis Guerín y Ricardo Íscar, adalides de un cine que es capaz de destilar la esencia de una realidad a través del paciente ejercicio de observación. No se trata de planificar una semana de rodaje en la cual se fuerzan los acontecimientos y se evidencia el discurso mediante entrevistas. Se trata de llegar a formar parte del lugar filmado, de manera que los momentos claves lleguen de una manera tan inesperada que el propio espectador los sienta como reales. El material rodado a lo largo de estos meses se ordenará siguiendo una estructura en tres actos: la vida en la colonia, su taxidermia y finalmente la destrucción de la misma.
NO-RES ha planteado el proyecto entero desde un modelo de producción diferente. Sin renunciar a las ayudas públicas, ha apostado desde el principio por una licencia Creative Commons, de manera que cuando el proyecto esté terminado, todo aquel que quiera podrá descargarlo gratuitamente. Así, se ahorra el hasta ahora obligado paso por las televisiones -mayoritariamente públicas- que financiaban parte de las películas, pero con la condición de mantener una exclusividad sobre el producto de tres años. Esto significa que la visibilidad de un documental financiado mayoritariamente con dinero público se reducía a una o dos emisiones en horarios intempestivos. El ciudadano no recibía nada a cambio, relación que permuta si puede acceder a él gratuitamente y cuando quiera. Es posible -y necesario- que un tipo determinado de películas, entre las que decididamente se encuentra NO-RES, sean vistas no como meros productos sino más bien como ventanas abiertas al pensamiento. Todo está perfectamente explicado en la cuidada Web del proyecto, donde también podemos convertirnos en productores del documental mediante donaciones. Este ejercicio denominado crowdfunding no tiene como meta financiar una importante parte del documental, sino más bien generar un implicación con el proyecto desde sus inicios y lograr que se hable del mismo en la red.
Se trata decididamente de una película nada convencional, pero precisamente son este tipo de iniciativas las que necesita la industria cultural para evolucionar de una vez por todas. No pueden permanecer ancladas en un modelo de producción añejo, en donde lo que importa es que las películas se hagan sin preocuparse por su visibilidad o impacto en una sociedad que las ha financiado con sus impuestos.
Volviendo a la colonia Castells, da que pensar que lo que hace ochenta años eran meramente casas baratas hoy se considere un oasis dentro de la urbe. Dudo mucho que los obreros que la habitaron originalmente tuvieran este concepto de la misma, pero probablemente tampoco imaginaban hasta qué punto la metrópoli seguiría siendo una colmena deshumanizada. Quizás no hayamos progresado tanto como se nos vende, tesis que está muy presente en NO-RES y que hay que empezar a tomarse muy en serio. Lamentablemente el documental llega tarde para salvar este espacio concreto, pero ha de servir como punto de inflexión para que nos empecemos a plantear ciertas preguntas. ¿Hemos de aceptar que la ciudad esté hecha para hacer negocio con ella y no sea simplemente el lugar donde vivimos? ¿Es el dinero el único baremo por el cual ha de regir sus acciones el hombre incluso por encima del bienestar? Son preguntas aparentemente complejas pero que tienen una respuesta muy sencilla. Seguro que estará contenida en el resultado final que podremos ver en NO-RES.
El proyecto NO-RES se presenta en Madrid el próximo 16 de diciembre a las 19.30h en la sede de Traficantes de sueños (Calle Embajadores, 35. Local 6)