(Concentración bielorrusa en su día nacional ante su embajada en España, Fotografía: Liudmila Nester 3.07.2020)
Al hilo de las multitudinarias protestas en Belarús nos reunimos con un grupo de activistas residentes en España. A la entrada del Café Gijón me espera un prepuntual Vasily Akinchits, actor y guía turístico; dentro se encuentran ya la profesora Liudmila Néster y su marido Óscar. Al otro lado de la pantalla, desde Barcelona, el empresario Aliaksandr Yurevich. Ninguno rebasa los 45 años. Abrimos el fuego con él, miembro del Comité Bielorrusos por el mundo:
Amelia Serraller: ¿Cree usted que tiene Lukashenko los días contados?
Aliaksandr Yurevich: Sí (responde con convicción). Sí, por todo nuestro trabajo. Tenemos un dicho ahora: si eres bielorruso, no duermes. Llevamos más de 100 noches sin pegar ojo. Hacemos el máximo esfuerzo y todos nuestros vecinos que están en el Oriente post-soviético nos echan un cable: Lituania, los ciudadanos rusos, ucranianos, georgianos, armenios… Estamos en ello. Pero hasta el año que viene no lo vamos a ver.
AS: Son ya 26 años en el poder. ¿Cómo se explica ese largo monopolio?
AY: Lo primero es que han cambiado las generaciones, 3 diferentes, y muchos solo han tenido a Lukashenko como presidente. Con las tecnologías que tenemos, es fácil comparar. Si coges un bus en mi ciudad natal, Grodno, a 20 kms, (ya en Polonia o entrando a la vecina Lituania) ves un mundo tan diferente, que la gente se hace preguntas: cómo puede ocurrir eso, ¡vivimos en una situación tan mala! Que hace años nuestros vecinos venían a Bielorrusia porque pasaban hambre y querían superarlo, pero ahora es justo al revés.
También nos ha ofendido con el Covid: ¡dejaban morir a la gente en la calle! Echaban a pacientes de los hospitales, incluida mi familia, para que no les estropeasen las estadísticas.
La segunda causa por la que ha ocurrido esta Revolución es porque estamos más unidos que nunca, somos 750000 bielorrusos fuera del país oficialmente. Cuando cerremos este proyecto, superaremos el millón y llamaremos mucho la atención internacionalmente.
AS: ¿Cuál es el papel de los países vecinos en este pulso?
AY: De todos los vecinos, el más solidario es Ucrania, que ha sufrido una crisis similar. Polonia y Lituania abrieron las fronteras. Esperamos que la reciente cumbre de la Unión Europea elimine los visados y ello repercuta en la economía. En el Este tenemos apoyo total. En Rusia nos apoyan los ciudadanos, no así su gobierno.
AS: ¿Se nota mucho ese contraste, ciudadanos rusos vs. dirigentes?
AY: Es un contraste total, la oposición rusa retransmite lo que nos está sucediendo a diario, mientras que su gobierno ha mandado ya a sus agentes de Russia Today para que trabajen para Lukashenko. Se fueron los trabajadores de la TV, dimitieron como protesta por lo que está sucediendo. Llegaron al límite: toda esa gente que lo apoyaba, al final empiezan a tener conciencia y vuelven al pueblo: no somos esclavos de un señor.
AS: La diáspora bielorrusa, ¿tiene la fuerza y el apoyo suficientes para derrocar a Lukashenko?
AY: Los países más centrados de la UE como Bélgica y Alemania, sí; en cambio, España no nos apoya como debería de momento, pero es una complicación más bien burocrática. Hay países recelosos, como ahora Chipre o antes Hungría. Ahora tememos a Austria, que se quejó de nuestras protestas ante las embajadas. Sabemos que tiene intereses económicos.
AS: ¿Cuál es la situación de los periodistas independientes?
AY: Casi el 90% de los periodistas que han pasado un mes trabajando en Bielorrusia han sido detenidos. Algunos diez días, otros solo uno: pero hablamos de una cifra oficial. Siempre hay riesgo, contactamos con periodistas internacionales, a veces para inte-resarles o “picarles”. ¿Conoce a Jalis de la Serna? Su visado fue rechazado, pero aún así irá por su cuenta. Hay muchos periodistas que no pueden entrar con su cámara y equipo de trabajo. Lo hacen de paisano desde Rusia. El régimen les está echando a todos.
AS: ¿Cree que la información que nos está llegando en España es buena?
AY: Ni sí ni no. Los medios le quitan dramatismo, para no añadir leña al fuego. Les pusimos en contacto con 20 personas que habían sido torturadas en la cárcel, dispuestas a contarlo. Y de momento no hemos visto ni una sola, aunque se han hecho. Tienen cierta presión del Ministerio, porque nunca se sabe. Yo creo que España está esperando a que la UE alcance por fin un acuerdo. Eso sí, la ministra de Asuntos Exteriores (Arancha González Laya) nos habló en la ONU: le admira nuestra actividad.
AS: El caso del embajador bielorruso en España, crítico con su gobierno, ha sido muy comentado, ¿cómo valora usted la actuación de Pável Pustovoi?
AY: Fue cesado hace 3 semanas, ¿sabe? Un diplomático además es una persona. Lleva 20 años en esto. Hay muchos diplomáticos que han expresado su opinión, quizás de forma menos abierta.
AS: ¿Cómo se abrió la embajada de Belarús en Madrid? Recuerdo hace diez años tramitar mi visado vía París.
AY: Gracias al anterior cónsul, Pavel Latushko, uno de los líderes del Consejo opositor, que se encargaba de Portugal, España, Andorra y Mónaco. Es una persona muy ordenada, la gente le tiene mucho respeto. Es el único representante bielorruso que habla nuestro idioma cuando comparece.
AS: Han pasado cosas inverosímiles, como la salida forzosa de la candidata Svetlana Tijanóvskaya o el secuestro a la líder opositora Maria Kolesnikova, quien luego rompió su pasaporte para que no la «exiliaran». ¿Es Bielorrusia una tierra sin ley?
AY: Esa gente no sabe actuar de otra manera. Recientemente retuvieron a un diplomático para registrar su vehículo en la frontera bielorruso-ucraniana, algo prohibido por la Convención de Viena. Se han emprendido acciones legales. El régimen de Lukashenko vulnera todas las normas internacionales.
AS: ¿Hay mucha diferencia entre la capital, Minsk, y el resto del país?
AY: Buena pregunta porque es la primera vez, en estos 26 años, que la provincia empezó a resistir. Esa es la diferencia con las protestas del pasado, cuyo error fue estar demasiado centralizadas. Ahora el Consejo de Coordinación opositor está dando apoyo a las demás regiones. Tenemos que ser un país unido. Estamos luchando por todos.
AS: ¿Cuál cree que será la salida de esta crisis?
AY: Esperemos que la paz no falte, que los países vecinos nos apoyen a empezar de 0, como ocurrió con la Segunda Guerra Mundial. Temíamos que se cerrase la relación comercial con Rusia, pero tenemos otros vecinos que no nos dejarán en la pobreza.
AS: Llevamos media hora charlando. ¿Qué nos puede contar sobre sí mismo?
AY: Me llamo Aliaksandr y mi ciudad natal es Grodno. Salí de Bielorrusia en 2001, entre 2001 y 2006 viví en Oporto y estudié allí. En 2006 empezó la crisis y nos fuimos a Madrid. En Madrid viví 3 años y me habilité como intérprete jurado. Luego me mudé a La Rioja, pero después nos salió trabajo en Barcelona, En realidad, vivo entre dos ciudades, Barcelona y Lloret del Mar, por mis negocios.
AS: Gracias por su valioso testimonio. ¿Puedo citar su nombre?
AY: Hmm, gracias, pero recibo cientos de llamadas amenazantes, no puedo volver a mi país. Ya es tarde para esconderse ¿no crees? –y se despide guiñando un ojo.
Retomamos la entrevista presencial en Madrid con Liudmila y Vasily. Me piden que les tutee.
AS: ¿Es el fin de Lukashenko?
Liudmila (con vehemencia): Sí. Si no lo creyéramos, no estaríamos aquí.
AS: ¿Más pronto que tarde?
L: No lo veo rápido. Pero estamos en una situación muy particular. Necesitamos una transición pacífica. Y tenemos figuras para hacerla.
Vasily (interviene): Aunque ahora no estén físicamente en el país, las distancias en el mundo global no cuentan. Esto me recuerda a cuando la Unión Soviética se anexionó Belarús “voluntariamente”: en una noche, mataron a 3000 miembros de nuestra intelligentsia. Por eso la paz y la estabilidad eran tan importantes antes. Pero ahora han salido a la calle 3 generaciones, abuelos, padres e hijos. La mayoría quiere ser dueña de su vida, de su país. Y los jóvenes están hartos de marcharse porque no hay futuro.
AS: ¿Cómo un político se puede mantener tanto, casi tres décadas en el poder?
V: Prefiero ver lo positivo de las cosas. Nuestro caso es distinto al de Venezuela, aunque se empeñen en compararlos. Siempre fuimos un pueblo pacífico, pero la libertad y la democracia son como una droga: una vez que las has probado, quieres más.
AS: ¿Cuál es la situación de vuestras familias? ¿Habéis dejado a muchos seres queridos allí?
L: Mis padres murieron ya, pero tengo 3 hermanos. Dos están allí y uno vive en Rusia. El contacto es ahora más fácil, aunque los 3 días inmediatamente después de las elecciones del 9 de agosto lo perdimos. No funcionaba Internet, había un apagón informativo. Como mis hermanos hacen vida tranquila, lejos de los grandes núcleos urbanos, yo estaba más preocupada por mis amigos de la facultad en Minsk. Fue horrible, desaparecieron 3 días. Y para cuando ya pudimos hablar, a los 30 segundos se cortaba la llamadas. Me preguntaban a mí si, desde fuera, sabía adónde era seguro ir, qué hacer con un bebé.
AS: ¿Cuál creéis que fue el resultado real de las elecciones?
L: La única información disponible es la del canal estatal, pero ya son muchos años con el mismo cuento. Que arresten a chavales de 14 y 16 años, o quedarse incomunicados en pleno siglo XXI lo dice todo.
Óscar (interviene el marido de Liudmila): Ya es del 80% de los votos para Lukashenko es muy sospechoso. Ningún partido en una democracia homologada logra tanto.
AS: Liudmila, se ha hablado mucho de la valentía de las mujeres bielorrusas, empezando por las 3 líderes de la oposición, Tikhanovskaya, Tsepkalo y Kolesnikova.
L: Sí, es cierto, pero a mí me interesan más las mujeres anónimas. La suya fue una reacción provocada por el discurso del presidente, al día siguiente de las elecciones. Dijo que las protestas estaban organizadas por borrachos, drogadictos y prostitutas, “grupos marginales”. Así que el día 11 jóvenes, madres y abuelas, vestidas de blanco con flores rojas se manifestaron pacíficamente. Aquel día me hinché de orgullo.
También le ponen humor: siempre alguien pregunta con ironía: ¿cuántos criminales? ¿Y prostitutas? Y los manifestantes levantan la mano y saludan. Ciudadanos pacíficos contra antidisturbios: así son las protestas. Aunque ahora son paramilitares de paisano.
AS: ¿Cuál es la situación de otra mujer-coraje, la Premio Nobel Svetlana Alexiévich?
L: Está sometida a una presión insoportable. Hizo un llamamiento y ahora tiene a los diplomáticos de las diferentes embajadas protegiendo su casa.
V: Recibe llamadas amenazantes, y hubo un intento de asaltar su casa por parte de paramilitares precisamente. La vigilan estrechamente.
L (añade): Sí, es la última miembro del Consejo opositor en libertad. Y últimamente se está convirtiendo en una estampa habitual de Minsk los coches y autobuses sin matricular…
AS: ¿Cuál es vuestra historia, cómo llegasteis a España?
V: Yo tenía un pequeño negocio, 3 tiendas de alimentación para animales. Pero no veía ninguna posibilidad de crecer, ningún futuro. Así que en 2001 salí de Bielorrusia y en 2004 me establecí en España.
L: Lo que ellos llaman estabilidad, en realidad es el estancamiento, una especie de ciénaga que nos atrapa.
V: Bueno, es que los rekiets visitan a los pequeños y medianos comerciantes, pidiendo dinero para financiar la campaña.
L: Sí, ¿cómo lo llamaríamos, gitaneo, mafia? Pero practicada por el gobierno.
AS: Me recuerda a la mordida.
V: No puedes dormir tranquilo. Estás obligado a pagar. Al mes o cuando haga falta. Un conocido fundó su propio banco y en cuanto pudo se marchó a Austria con su dinero. Yo pensé: “si no puedo cambiar nada de fuera, al menos cambiaré por dentro, mi propia vida”. Buscaré mi destino. No todos lo valoráis, pero en España hay una cierta libertad, hay una posibilidad. En mi país los padres están hartos de decir adiós a sus hijos.
L: Ni siquiera decides dónde vas a trabajar. El gobierno lo elige por ti durante dos años, ¡y si al menos fuera algo digno! Pero imagina un sitio pequeñísimo donde no se te ha perdido nada, con un sueldo de 100€ al mes. Dicen que es para devolverle al Estado el esfuerzo en formarte. Pero la realidad es que no hay libertad de cátedra. Nos han llegado ahora muchas grabaciones de la propaganda que hacen los profesores en los colegios. También hay audios con los grupos preparatorios de las elecciones, que se celebran en escuelas, explicando a los directores cómo hay que contar. De ahí sale ese supuesto 80%. El fraude electoral está demostrado.
V: Lukashenko nunca ha valorado a su pueblo. Nos llama “rebaño, ovejas”. Intenta dividirnos insistiendo en que tiene apoyo. La realidad es que, aunque tú no puedes renunciar a tu trabajo en Belarús, sí pueden despedirte en cualquier momento. Y si te ponen ese sello, estás perdido porque ya nadie te volverá a contratar. Y es así, en lo económico, como tiene agarrado al ejército. Si perteneces a las fuerzas especiales u OMON, consigues créditos e hipotecas ventajosas sin ningún esfuerzo. Hay sistemas de beneficios, pero como luego están todos endeudados, por eso están “contigo hasta el final”, como dijeron en la exhibición de fuerza que organizó Lukashenko. Tenemos unos amigos en esa situación. Nos dicen: “no voy a poder pagar la hipoteca”.
AS: ¿Es tan sólido el apoyo militar a Lukashenko como parece?
L: Siempre hay casos aislados individuales, de personas con conciencia, impactadas por lo que han visto. Empresas de IT, un campo en el que Belarús es líder, han decidido apoyarles económicamente. Por ejemplo, Pandadoc lo hace, a riesgo de que les bloqueen sus cuentas. Por nada te registran las oficinas y te acusan de malversar fondos públicos, aunque sea un disparate. También hay muchos grupos de Facebook donde se recauda dinero, ayudas de la UE y Polonia, como el canal de TV Belsat, o el hecho de que Lituania y Estonia ya no pidan visado a los bielorrusos.
AS: ¿Sirven para algo las sanciones económicas de la UE?
V: Sí, ahora está muy de moda estudiar en Europa. La mentalidad es que los padres, especialmente las madres, se sacrifican por sus hijos. Entre los funcionarios más prósperos, es muy común que compren casas en Europa, como ya hizo p. ej. Putin con Biarritz y Anglet. También en el sector deportivo, especialmente el hockey –que es deporte nacional y al que juega Lukashenko– con el que ha favorecido a algún millonario. Estos son menos que los oligarcas rusos y sin su poder de influencia. De todas formas, en Marbella y Málaga se ven aviones privados con la bandera bielorrusa. La esperanza de todos ellos está en que sus hijos salgan del país. Yo entiendo que siga el diálogo internacional con Lukashenko para cambiar las cosas. A la vez, su entorno tiene que sufrir las consecuencias ÿ sentirse en el punto de mira para evolucionar.
L: Es muy importante el apoyo exterior. Desde el punto de vista moral y filosófico. Para los miles de personas que todos los fines de semana se manifiestan, lo principal es saber que no están solos. Las voces de aliento les dan alas.
V: Y el pueblo está harto de los abusos. Los gobiernos ruso y chino son su sostén económico. Hay mucha relación empresarial con China, y ahora vallan y cierran amplios terrenos rurales como cotos privados de caza para empresarios de Emiratos Árabes que están de visita. La gente no entiende que, a un parque natural protegido, o al bosque donde antes cogía setas, ahora no se pueda acceder. Los bielorrusos hemos tocado fondo. Quien puede, se lleva su empresa fuera porque no confía. Y mientras tanto, llegan vídeos del avión privado del presidente, lleno de caprichos. No sé qué ocurre con los dictadores, que todos tienen un váter de oro. Lukashenko dice que no tiene nada, y su hijo menor de quince años, su preferido, se va a estudiar a Moscú en una universidad privada en la que la matrícula cuesta 100000 €. Eso sí, en seguida hay un mapa de todo el recorrido de sus viajes en Telegram. Estoy orgulloso de mi país, del nivel educativo.
L: (interviene): Yo también, nos llaman el Silicon Valley europeo. Los especialistas de IT están muy bien formados y le hacen daño a Lukashenko. Ellos ya previeron que habría un apagón de Internet tras las elecciones y crearon conexiones alternativas.
AS: ¿Cuál ha sido la gestión del gobierno con el coronavirus?
L: Simplemente no ha existido. Por eso es tan importante el acceso a la información independiente. El presidente dijo aquello de “¿tú has visto al coronavirus? ¡Pues yo tampoco!” y fuimos nosotros los que recaudamos fondos para las mascarillas.
V: En ningún momento ha sido obligatorio llevar mascarilla. Por eso yo también llamé a mi familia en Grodno y les expliqué que nos enfrentábamos a algo nuevo, sin precedentes. Que era una amenaza real y había que protegerse.
AS: ¿Qué han aprendido con esta crisis?
V: Estoy muy orgulloso de mi gente, de las empresas punteras en IT. Yo antes no me metía en política ni tampoco buscaba a mis compatriotas. Quería integrarme y p. ej, no conocía a Liudmila ni a su marido. Lukashenko nos ha unido, obligándonos a tomar conciencia ciudadana. Ya desde la primera manifestación el 25 de julio en Sol, la respuesta ha sido emocionante, a pesar de las dificultades por el coronavirus.
Óscar: No conozco ninguna otra nacionalidad con un nivel educativo tan alto.
L: La mayoría de los bielorrusos emigran a EEUU y a Alemania. Después de la devastación de la Segunda Guerra Mundial, en la que murió la mitad de la población, Alemania reconoció su culpa e indemnizó a las víctimas, especialmente de los campos de concentración. Sentimos que hay justicia, como con Polonia. También hubo bastante emigración a Italia. Como ocurre en España, aceptas cualquier trabajo, limpiando, con niños y ancianos. Todos hemos empezado así, yo también antes de ser profesora.
V: Siempre he querido ser artista, me encanta bailar y los bailes de salón. Muchos músicos y artistas se marcharon a EEUU o a Bali, porque no podían actuar libremente en Belarús. Nunca olvidaré el día que mi madre me dijo: “hijo, no te puedo pagar la universidad”. Y eso que era gratis. Pero se refería a los sobornos que hay que dar a los profesores a cambio de unas notas decentes. Así que yo no estudié. En cambio, mi hermano es historiador y arqueólogo. Le interesan mucho los orígenes de Belarús, pero esa es una línea de investigación que nuestro gobierno se niega a financiar. Así que ha publicado en polaco los resultados de su trabajo… ¡sobre las raíces bielorrusas!
AS: ¿Cómo es la vida en Minsk?
L:Se han hecho muy famosas las comunidades de vecinos organizando las protestas, defendiendo los graffitis o alzando una bandera bielorrusa a lo largo de 25 pisos. Nos identificamos con Kirill Galanov y Vlad Sokolovsky, los raperos que se atrevieron a cantar Peremen (“Cambio”). Ya no hay marcha atrás. Somos un pueblo pacífico, pero conservamos la memoria de los partisanos, nuestros abuelos y bisabuelos, que ganaron la Segunda Guerra Mundial. Ahora la batalla se libra por otras vías como Telegram, y los “guerreros del sofá” son personas creativas que recaudan fondos entre quienes no pueden salir a protestar porque serían despedidos o tienen niños pequeños.
V: Yo ahora sigo las noticias menos, porque me afecta mucho. Durante unas semanas, día y noche desaparecí para saber qué estaba ocurriendo. Hasta dejé temporalmente mi trabajo como guía (pero no como actor, durante la entrevista le llama su representante).
L: Nos volcamos para saber cómo ayudar desde lejos. Vivimos en un país europeo, sin fundamentalismos religiosos. Nada explica por qué la ley ha dejado de funcionar. Ante todo, somos demócratas.
V:Queremos una república parlamentaria, tenemos una conciencia profunda de que, como sociedad, somos responsables de lo que pase en nuestro país. Antes creía que mi vida no cambiaba nada. Ahora siento que ayudo a construir un futuro.
Madrid, Puerta del Sol: protesta bielorrusa del pasado 20 de agosto. (Imagen: L. N.)
L: De los bielorrusos también se dice algo que me enerva: que somos muy tolerantes. Más bien diría que inertes, con la mentalidad del ¿qué puedo cambiar yo? Como si estuviésemos deprimidos por nuestra historia. También desde 1994 con Lukashenko. Pero este año estamos hartos de los abusos, no somos esclavos.
V: Ahora la gente sale a la calle y se encuentra con sus vecinos en las protestas. No estamos solos, motiva ver que estamos todos en ello.
L: Yo no siento que pertenezca a ninguna oposición como dijeron en otra entrevista, sino que más bien formo parte de la gran mayoría que quiere un cambio. Ha habido un trasvase de conceptos y es el poder quien carga contra su propia gente, el enemigo del pueblo. Hubo un momento cuando Lukashenko tuvo respaldo, algo que no comparto, pero que como demócrata respeto. Pero eso ya ha quedado atrás, es el pasado.
V: Lukashenko amenaza con que estamos provocando una guerra. Él siempre se dirigió a la gente mayor hablando como si no estuviera del todo cuerda, y a los campesinos, con el cuento de la estabilidad. Vive del miedo y la nostalgia por la Unión Soviética: cuando la URSS se colapsó, muchos militares vinieron a Bielorrusia porque es tranquila y está más cerca de Europa. Toda esa gente hablaba ruso e inculcó a sus hijos que el bielorruso era un idioma peor, de paletos. Yo vivía en Grodno, cerca de la frontera, y me daba vergüenza hablar bielorruso.
L: Yo tuve mejor suerte, se me daban bien los idiomas y ya mi primera profesora hablaba un bielorruso impecable, y después siguió siendo así.
V: Antes de Lukashenko tuvimos a Shushkévich, que sí se preocupaba por nuestra identidad. En cambio Lukashenko hace todo lo posible por matar la conciencia nacional. Pero hay una mayoría social harta de los encarcelamientos, de la mafia de los rekiets, y que quiere un cambio. Nuestro presidente no está bien mentalmente, con visitas continuas al psiquiatra y la gente lo sabe. Aunque su historial médico haya desaparecido.
L: Sí, sufre un trastorno de conducta y acude regularmente al neurólogo. De un trastorno de la personalidad a una enfermedad mental solo hay un paso. Yo no soy especialista, pero he oído hablar de psicosis en su caso. Salir en público con su hijo llevando un fusil, o autodenominarse “batka”, el gran padre de nosotros, sus ovejas, son conductas extrañas.
AS: ¿Cómo funcionan los visados? ¿Podéis visitar a vuestra familia?
L: Es muy duro cuando tienes hijos: mucha burocracia, incluido un documento que asusta, el “regreso a la patria”. A mí me gustaría que mis hijos decidan de mayores su nacionalidad. Pero si vamos de visita, al volver quizás no les dejen salir. Antes me bastaba con el permiso del padre para viajar con ellos, pero ahora hacen lo que quieren. Es como si tuvieran ansia de ciudadanos bielorrusos. Y la nacionalidad es un derecho, no una obligación. Aunque es así siempre, indispensable que los extranjeros se registren y paguen visado. Eso es solo de uno de los atropellos a nuestros derechos: queremos un Parlamento democrático, no un régimen lleno de figuras vacías. Ya está todo muy visto.
V: Fíjate que en su locura, Lukashenko ha hecho declaraciones escandalosas como que Hitler no lo hizo todo mal, fue bueno para su país porque acabó con el paro. Putin ha aprendido mucho de él, incluido cambiar la Constitución para perpetuarse en el poder. Es evidente que Lukashenko tenía su objetivo, y utiliza en su favor el sistema de contratación estatal. Ahora que he perdido el miedo, yo ya no puedo volver a mi país. Mi madre es mayor, cualquier día le pueden pasar algo, pero ella no me quiere en la cárcel sin ojos. Pero yo no soy ningún exiliado: salí libremente de mi país sin pedir asilo ni ayuda de ningún tipo. La diáspora bielorrusa es así, valiente y emprendedora. Nos buscamos la vida por nuestra cuenta. Nadie nos ha regalado nada.
AS: ¿En qué estáis trabajando ahora?
V: Desde que, aún en la campaña electoral, se vio venir esta crisis, hemos organizado 3 actos, dos manifestaciones en la Puerta del Sol y una concentración en la embajada.
L: Vasily consigue todos los permisos, son a su nombre. Nos apoyan rusos y kazajos.
V: Son más activos los bielorrusos en Barcelona, donde es más fácil manifestarse. La primera vez acababa de terminar el confinamiento, el permiso era para 20 y con los curiosos llegamos a ser 26. Tuvimos que decirle a los nuestros que se apartasen: un policía nos amenazó con 7000 € de multa. Luego nos entrevistaron en Onda Cero y La Razón.
L: En la Embajada festejamos la independencia bielorrusa con poemas nuestros grandes autores, como Karatkevich y Bogdanovich. Fue el 3 de julio, entre las dos protestas, que han crecido en número de participantes.
V: Seguimos en contacto con los reporteros. Mañana toca reunión de representantes. Estamos preparando algo grande, respetando la distancia social: una cadena humana desde Cibeles hasta Plaza de España. Nunca se ha hecho algo así y tiene su significado: es el camino que siguió España hacia la modernidad, desde el Madrid de los Austrias y los Borbones a la transición. Necesitamos una bandera enorme y queremos que los españoles se pregunten qué está pasando en Belarús. Empezando porque nuestro país no se llama Bielorrusia, ni somos una región rusa.