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Mientras tantoNo tenemos políticos, tenemos influencers

No tenemos políticos, tenemos influencers

 

La política se ha vuelto millennial. Con esto no quiero decir que las cabezas visibles de los partidos sean más jóvenes que hace una década (que también), sino que la comunicación política de hoy en día se gestiona a golpe de tuit.

 

A lo largo del día los políticos utilizan constantemente las redes sociales para verter sus mensajes, algo que hace peligrar la calidad democrática de nuestro país, ayuda a la propagación de las denominadas –por esa obsesión de utilizar términos en inglés- fake news y parece que nos tomen por tontos. Apostillo un “en mi opinión” a todo lo anteriormente dicho por si pudiesen llover cuchillos.

 

Esta obsesión política por Facebook, Instagram y Twitter (como si de adolescentes se tratase) está haciendo que la información cada vez sea peor y hace peligrar aquello de “sin periodistas no hay periodismo y sin periodismo no hay democracia”. Las ruedas de prensa y canutazos dejan hueco a unos pocos caracteres y mensajes simples más típicos de un pregonero que de representantes públicos. Por lo que da la sensación de que no tenenmos políticos, sino influencers. Por no hablar del partido político que irrumpió en Andalucía con 400.000 votantes, que gestiona la mayor parte de su comunicación a través de redes sociales (al más puro estilo Trump).

 

Parafraseando a la señora entrevistada en Canal Sur que se ha viralizado estos días: “Hubo un resplandor y hace ‘pum’ y digo ya está aquí la guerra”. Por no decir “y hubo un tuit y ‘pum’ ya está aquí el titular de la prensa”. Así de sencillo. En parte, se ha perdido ese contacto con los periodistas que aportaba una calidad a todos los mensajes que llegaban a la ciudadanía.

 

Cuando los comunicados se dan en rueda de prensa, los redactores filtran las barbaridades que puedan decir los políticos, preguntan a estos representantes para dar un mensaje más claro, un punto de vista más objetivo, contrastan datos y corrigen a los representantes públicos si es necesario. Ahora, nos quedamos con un pequeño vídeo colgado en las cuentas de los partidos o los 280 caracteres.

 

Además, la utilización de las redes da lugar –a veces- a que los representantes públicos difundan noticas que no sean del todo ciertas, como ha pasado en varias ocasiones, dando alas a ciertas fake news. Véase el ejemplo de las imágenes falsas difundidas de la concentración de Colón contra Pedro Sánchez en la que un edificio, que ya no existe (cuyo espacio cubre ahora un lona de Netflix), delataba el engaño.

 

Por último, pero no menos importante, los políticos nos toman por tontos. Así de claro. En estos pocos caracteres o vídeos de no más de un minuto solo predican mensajes que parecen frases hechas por las mismas personas que crearon al Tío Sam. Con pocos argumentos, apelativos y sin mostrar los problemas reales de los ciudadanos. Un claro ejemplo, cada vez oímos hablar menos de paro juvenil, precariedad laboral, sanidad pública, salud mental o contaminación. Eso sí, palabras como “España”, “bandera” o “independentistas” están todos los días en la boca de nuestros políticos.

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