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Noche de Mundial con niños revoloteando

La familia llega a las 20.15 h al piso de E y B, una pareja de amigos que los ha invitado a ver el partido de la fase clasificatoria entre España-Honduras. M, que ya había estado en otra ocasión en el piso, saluda a los anfitriones y se mueve con confianza por la casa. S está un poco más extrañado, es la primera vez que los visita, así que cuando su madre lo saca del carrito se muestra un poco tímido. L y D agradecen la invitación a los anfitriones, más cuando han aceptado ver el encuentro deportivo en compañía de sus niños, una decisión arriesgada.

 

Cuando los adultos y S entran en el salón, ya M se ha apoderado de la esquina del amplio sofá que ocupa casi todo el salón, ha acomodado en hilera sus muñecas y ha comenzado a cambiarles de vestido. S la mira, sonríe y va a juntarse con su hermana, mientras sus padres aprovechan para servirse unas bebidas. 

 

A pocos minutos para que comience el partido, suena el telefonillo, es J y Ev, otra pareja de amigos que también asisten como invitados. B los recibe y los hace pasar al salón. Apenas les da tiempo de saludar a los niños y a sus padres, cuando en la pantalla plana de 30 pulgadas ubicada a una altura a prueba de niños, se escucha cuando el narrador anuncia el comienzo del encuentro. L se sienta junto a M en el sofá para estar cerca por si necesita algo durante el partido, mientras D se encarga de vigilar a S que ha puesto el ojo en una estantería de pie, llena de DVD. 

 

Los adultos comentan las jugadas y Ev, la mujer de J, aprovecha para hablar sobre el chisme que culpa a la periodista Sara Carbonero, novia de Iker Casillas, portero de la selección, de la derrota del equipo ante Suiza. El grupo se ríe. D dice que es verdad que Iker se mostró poco seguro en el partido, pero no llega a apoyar la teoría de la conspiración “Carbonero”. El grupo en general es optimista con la selección, aunque en algunas jugadas no dudan en recriminar a la pantalla “hay que jugar bien, que para eso ganan lo que ganan” o “eso les pasa por irse de safari y no entrenar”. 

 

M, que no está muy por la labor de ver el partido, le pide a su madre algo de comer. L le sirve una empanada de bonito que han comprado por el camino para la cena de la niña. M no quiere la empanada y pregunta que si no hay otra cosa. L da indicios de enfado y D acude antes de que se complique el asunto. Le explica a la niña que esa es su cena, que ella misma la escogió y no hay opción de elección. M entra en razón y se sienta con su padre. Mientras tanto, S se distrae poniéndole sus cuentos a J en las piernas. J no se muestra muy interesado en el juego de S, un comportamiento muy inteligente de su parte, sobre todo si no quiere que el niño esté toda la noche buscándolo y no lo deje ver el partido. 

 

S entiende el mensaje y vuelve a la carga con los DVD de la estantería. L, que ahora se encarga del pequeño de la familia, está un poco nerviosa, cree que el niño acabará rompiendo alguno o tirándose la estantería encima. De manera automática, DVD que coge el niño, ella lo va colocando en su sitio. Cuando el ritmo de S va en aumento, L entiende que ha llegado la hora de preparar un biberón. Una vez que está listo, pide permiso a los dueños de la casa para utilizar una habitación. Acuesta a S en su carrito y le da el biberón. Entre el zarandeo y la leche, el niño va quedándose dormido. L apaga la luz y cierra un poco la puerta antes de volver al salón. 

 

El partido sigue 0-0, pero la suerte se manifiesta y Villa marca un gol. El salón estalla al unísono, M que casualmente tenía un silbato en su bolso, acompaña los gritos de celebración con unos pitidos. El partido sigue. B, la anfitriona, le sugiere a M que se acueste un rato en su habitación, la niña acepta. Con su mantita preferida, se acuesta y las mujeres vuelven al salón sin darse cuenta que la niña les sigue los pasos. Ha cambiado de opinión y prefiere quedarse con los adultos. M retoma su puesto en el sofá para acostarse. 

 

A la vuelta del descanso, Villa marca el segundo y último gol del partido. M ya no tiene ningún interés en celebrarlo. Dice que ella no va por España y grita “aúpa Atleti” y se queda recostada. El resto del encuentro es pura alegría, los adultos hasta se animan a hacer una porra. M se duerme, y los adultos se quedan comentando las incidencias hasta la madrugada.

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