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Norma Jeane quiso ser poeta

Dejé mi casa de madera verde sin pulir-

un sofá de terciopelo azul con el que sigo soñando

Un arbusto oscuro y resplandeciente justo a la izquierda de la puerta.

Al final del camino crujidos diversos cuando mi muñeca

En su cochecito pasaba por encima de las grietas- “Nos iremos lejos”.

                                                                                                       M. M. (o Norma Jeane)

 

Decía Lezama Lima que: “El poema es el cuerpo resistente frente al tiempo”[i]. El tiempo, que esculpe y devora o aguarda lo inevitable. El cuerpo es una palabra cuya materia es errante. En la civilización suelen acontecer los cuerpos con nombre. Con un nombre, o más de uno. El cuerpo erra entre organismo y ser hablante, materia esta última sonora y/o espiritual. Materia orgánica y simbólica de un cuerpo. ¿Qué es un cuerpo? Un poema, dice Lezama. Pero en Lezama, un poema es también “un espacio resistente entre la progresión de la metáfora y el cubrefuego de la imagen”[ii]. Un cuerpo es imagen y metáfora.

 

La imagen propia es un proceso complejo de captura y consistencia. Nuestros tiempos líquidos expelen imágenes por segundo y la sobrestima de la imagen deja a los sujetos a la intemperie. Marilyn Monroe vivió en la intemperie, no tuvo madre que al donarle un ideal en palabras fijara su imagen a su cuerpo: “En mis ensoñaciones solo llegué a imaginar que atraía la atención de alguien… que alguien me miraba y decía mi nombre”[iii]. Su nombre: Norma Jeane. La mirada del otro y la imagen, en esta dupla se perdió Marilyn Monroe.

 

La mirada de una madre es necesaria para tener un cuerpo con nombre, un cuerpo con metáfora. Tener una madre es necesario y Norma Jeane no tuvo madre: “Tía Ida no era mi madre”, se decía la niña, y quien le decían que era su madre no tenía nombre: “La señora del pelo rojo es realmente mi madre”[iv]. Una señora que aparece y desaparece arbitrariamente que la lleva a cafés, heladerías o al cine, pero no la nombra, no la acaricia, no la reconoce en ser su hija: “Mi madre, nunca hizo un verdadero esfuerzo por estar conmigo. Creo que yo no existía para ella”[v].

 

No existir es ser invisible. Norma Jeane es invisible para su madre, es invisible para las diversas mujeres que impostaron el lugar materno. Norma Jeane es invisible, el deseo de la niña es ser visible a una mirada humana que le nombre perteneciéndole. Ser de alguien, ser una hija de un otro con nombre que la mira y la nombra. Tener un cuerpo y su metáfora.

 

No tener existencia para una madre o carecer de identidad consistente es recíproco. Ser invisible para una madre conlleva una carencia simbólica que implica un vacío de palabras reaseguradoras de identidad que una madre deja caer, como quien deja caer un fruto, pero para Norma Jeane el fruto de las palabras no cayó, y calló.

 

Cuando con trece años Norma Jeane acude a visitarla Gladys calla. Cuando con diecinueve años vuelve a visitarla, Gladys calla –o suplica en susurros ¡llévame contigo!–. El mutismo de su madre lastró a la pequeña Norma Jeane, y a la adulta Marilyn Monroe.

 

No existir para su madre dejó a Norma Jeane colgada de una imagen suspendida en el aire, sin arraigo en un cuerpo con nombre. La imagen propia requiere de un perno que pinche sólido, de un anclaje simbólico, de la palabra de una madre que prenda los fragmentos:

 

Más fina que una telaraña yo,

                                               Más diáfana que cualquiera…[vi]

 

Más desprotegida, más frágil, más inerte. Imagen errante, identidad flotante.

 

En 1955 Marilyn se traslada a Nueva York para conocer a Lee Strasberg y su Actor’s Studio. Quiere tener otra imagen, quiere adueñarse de su cuerpo y dotarse de un nombre, sí, de un nombre como actriz, y apartarse de la cosa sex symbol que la había encumbrado: “El sex symbol se convierte en una cosa, y yo odio ser una cosa”[vii]. Comienza a psicoanalizarse, primero con Margaret Hohenberg. Un esfuerzo conmovedor por pegar los fragmentos:

 

                                               my body is my body

                                               every part of it.[viii] 

 

El doble y sus fragmentos. Norma Jeane y Marilyn Monroe, la niña de gélido corazón y la rutilante estrella del universo. El príncipe y el mendigo o El príncipe y la corista. Ella escribió fragmentariamente, habló dulce y con temblor, tartamudeó. La palabra y la voz fueron fragmentos prendidos titubeantemente, siempre a punto de quebrar y enmudecer[ix]. No tanto una niña abandonada que en realidad es princesa, sino más hondo, más próximo, más en la superficie de su ser, eso, ¿qué ser? Ser palabra o ser imagen.  I’am in pictures[x], soy imagen. La palabra es un don recibido de la madre. Norma Jeane fue huérfana de palabras de madre. Las carencias simbólicas hacen añicos imagen y cuerpo. Mi cuerpo es mi cuerpo/ cada una de sus partes.

 

Reclamo poético de la desposesión de un cuerpo.

 

 

*     *     *

Tienes que sufrir —

la pérdida de tu oscuro dorado

cuando hasta la cobertura de

hojas muertas te abandone.

fuerte y desnuda

debes permanecer

viva – cuando miras de frente a la muerte

y el viento te hace inclinarte[xi]

 

Tienes que sufrir a Gladys Pearl Mortensen o Backer (primero y segundo matrimonio), que es la madre para quien Norma Jeane no existió. Las infancias desgraciadas marcan indeleblemente el devenir de un sujeto. Norma Jeane es abandonada por su madre a instancias de su abuela, Della, que le dice a su hija Gladys que no está en condiciones de ocuparse de un bebé y que ella conoce a una familia, los Bolender, estrictos cristianos evangelistas[xii], que acogen niños y los crían por una mensualidad de 20 o 25 dólares al mes. Con dos semanas de vida, Norma Jeane será dejada en manos de Ida Bolender y su marido, Albert Wayne. A lo largo de los años que permaneció en la casa hubo numerosos niños que entraron y salieron, todos bajo el mismo régimen que Norma Jeane, de hecho ella fue la que estuvo más tiempo con la familia. Esta práctica, totalmente legal, fue muy común en Estados Unidos en los graves años de la Gran Depresión.

 

Fuerte y desnuda. Una madre que le dice a su hija que no sirve para ser madre es una madre que quiere a la hija solo para ella, o quiere triunfar sobre ella. Norma Jeane, la cosa entre Della y Gladys. Norma Jeane sin madre y sin padre. Dicen que en los primeros años de su carrera profesional mintió porque dijo que era huérfana. No mintió, no se tiene madre si no hay adopción simbólica, si no hay un nombramiento que filia las pertenencias: tú eres mi hija y tú eres mi madre. Norma Jeane contó: “Un día la llamé ‘madre’ [a Ida], y me dijo: ‘No me llames así; yo no soy tu madre. Llámame ‘tía Ida’”. Entonces señalé a su esposo y le dije: ‘¡Pero él es mi papá!’, y ella me dijo: ‘No’”[xiii].

 

viva – cuando miras de frente a la muerte, si viva es solo un organismo latiente ¿quién la nombra hija? ¿A quién nombrar madre? La orfandad simbólica deja sin suelo donde asentar un ser. ¿Quién es Marilyn Monroe? Y ¿Quién es Norma Jeane? Para mirar de frente a la vida.

 

Y el viento te hace inclinarte, y acudir al soplo de la historia de su linaje, donde Norma Jeane cuenta con un enamorado de la poesía, su bisabuelo materno Tilford Marion Hogan, hombre inteligente, pobre y autodidacta, que sin maestros aprendió a leer poesía y autores clásicos. “El poeta es el guardián de la semilla”[xiv], dice Lezama. Tilford recogió toda la semilla que su pobreza le dejó, pues la pobreza va acompañada de mucho trabajo, lo que no deja tiempo para la siembra de la poesía. Hombre incomprendido por su esposa, Jennie Nance, quien se separó de él y se llevó a sus tres hijos. ¿Sobrevivirá la huella de su deseo poético? Una de sus hijas es Della May, joven bulliciosa y coqueta que puso su interés en los goces del cuerpo y no del espíritu, a diferencia de su padre. No obstante, tras años de diversiones y disfrutes con más chicos de lo común para la época, Della May conoció a un hombre interesado por el arte que soñaba con ser un bohemio pintor con residencia en algún barco sobre el Sena. Era pintor de brocha gorda y se llamaba Otis Elmer Monroe, padre de Gladys Pearl Monroe.

 

El señor Monroe muere joven de una infección que acabó con su cerebro y Della, aún treintañera, retoma su gusto por el jolgorio y la compañía de los hombres. Entre idas y venidas vuelve a casarse, para muy pronto volver a separarse. Della y Otis tuvieron además de Gladys Pearl, otro hijo varón, Marion, que Della dejará con un familiar a la muerte de su marido. Gladys no seguirá la inspiración artística de su padre, Otis Monroe, sino las huellas de su madre, y los hombres serán a la vez que transitorios, imprescindibles[xv]. Della y Gladys son una muestra de madre e hija confundidas y en rivalidad.

 

“Della empezó a ver a su hija como un estorbo”[xvi]. Y Gladys contraerá matrimonio a la pronta edad de quince años. Tendrá dos hijos, sin embargo no supo –o no quiso– ser madre.  Y los niños vivirán con el padre y su nueva familia. Cuando a los diez meses de la definitiva separación nazca Norma Jeane sonará de nuevo el eco: “Probablemente fue un error”[xvii] haber nacido, dirá Norma Jeane, y añadirá: “Mi madre no me quería. Seguramente me interpuse en su camino y debí de ser una desgracia para ella”[xviii]. Eco de eco de eco, matrioshkas.

 

Tilford Hogan y Otis Monroe, enamorados de la poesía y el arte. En su bisabuelo y abuelo –dos hombres con nombre imprescindibles en su existencia– se encuentran para Norma Jeane memoria de sublimación y cultura. Conocemos solo el linaje materno, en él la bisabuela, la abuela y la madre tienen dificultades con la maternidad y con los hombres, tanto con los que tienen los hijos como los breves o esporádicos. Tilford se suicidará tras años de soledad y escasa o ninguna relación con sus hijos y Otis, ya se ha dicho, morirá joven. Del padre de Norma Jeane nunca se supo el nombre y ella pasó su vida con la nostalgia de su carencia y el anhelo de encontrarle. Llamó “papá” a sus maridos[xix]. Y cuando la congoja y la angustia por separación y soledad volvían a su vida ficcionaba[xx] un padre: contaba que había recibido una llamada de su padre y que tenía que ir a su encuentro. Sus ensoñaciones podían durar días y Clark Gable fue adoptado como tal desde su más temprana infancia, pues se parecía a la foto de un hombre que su madre tenía colgada en la casa.

 

¿Qué efectos habrían operado en ella si estos dos hombres de su historia, bisabuelo y abuelo, hubiesen sido investigados y objeto de trabajo de elaboración en sus psicoanálisis? No hay rastros documentales. Podemos afirmar por un lado que Tilford y su muerte algo tienen de semejanza en su forma de morir, y por otro, que Norma Jeane quiso ser poeta[xxi]:

 

Vida—

soy en tus dos direcciones

de algún modo permaneciendo colgada hacia abajo

casi siempre

pero fuerte como una telaraña al

viento— existo más con la escarcha fría resplandeciente.

pero mis rayos con abalorios son del color

que he visto en un cuadro – ah vida

te han engañado.

 

Del color de sus ensoñaciones: “Fantaseaba también acerca de colores: escarlata, dorado, verde, blanco”[xxii], colores predilectos que luce en muchas de sus fotografías y en el blanco puso la densidad de sentidos: su albornoz blanco que nunca la abandonó, un piano blanco que rescató una y otra vez y que formó parte de las compras que su madre hizo con ocasión de sus siete años cuando vivieron juntas, escasamente un año. Los vestidos que lució bellos y dorados. Resplandecer buscando la mirada de amor de los otros, la mirada de un nombre, que la miren y la nombren. Existir con nombre en una mirada de amor.

 

Pero la vida de abalorios sufre el zarpazo de Hollywood que: “… es un lugar donde te pagan mil dólares por un beso y cincuenta centavos por tu alma. Lo sé porque rechacé la primera oferta bastante a menudo y cobré siempre los cincuenta centavos”[xxiii], te han engañado.

 

Tilford Hogan y Otis Monroe hubiesen celebrado la poesía de su bisnieta y nieta Norma Jeane.

 

*     *     *

 

No hay que dar por seguro

Lo que la vieja oculta—

Desde su espejo— el que frota para que no tenga polvo—    atreviéndome a veces

A mirar su boca abierta desdentada y si alguna vez sonríe muy amablemente,

Recuerda—

 

Remenbers, sí, conviene recordar que en la vida Marilyn Monroe fue devorada por la imagen, y en la muerte lo ha sido por la metáfora de su imagen convertida en explotado icono, mercancía de la cosa. Del merchandising al arte. Quizá Marilyn Monroe es la primera cosificación –¡tan odiada!– triunfante del capitalismo consumista de masas. Ella, que también fue de las primeras sino la primera que se enfrentó a los grandes estudios –en su caso la 20th Century Fox, uno de los otros que contribuyeron a su muerte– siempre dijo que su ascenso al firmamento de estrellas no fue objeto de ningún lanzamiento de su compañía, sino que todo se lo debía al público: “el estudio no me convirtió en estrella. Si lo soy es gracias a la gente”[xxiv]. Marilyn Monroe lo vio con lucidez desde sus inicios: “La noticia de que el público me aclamaba como la nueva favorita del cine en Hollywood apareció en las columnas de chismorreo de Hollywood. Nadie les mandó la noticia. Los columnistas la publicaron porque la gente estaba hablando de ello”[xxv]. Lo reiteró a lo largo de los años: “Si soy una estrella es gracias al público…, no al estudio, sino al público”[xxvi].

 

Sin embargo, la estrella titila: “Seré humillada y me sentiré inferior a todo o todos ¿por qué experimento esta tortura? o por qué me siento menos ser humano que los demás (siempre fue así en cierto modo sentir que soy sub humana ¿por qué? En otras palabras, soy lo peor ¿por qué?)”[xxvii]. Una identidad estrellada en una imagen degradada.

 

Desde su espejo, escribió ¿Norma Jeane? Marilyn Monroe tuvo con los espejos una relación obsesiva, exigente, crítica, punitiva. Nunca se encontraba satisfecha, había de ser perfecta. Cuando su cuerpo adolescente tomó las formas de mujer adulta las miradas de los chicos se le revelaron. ¡Era mirada! ¡Ella, Norma Jeane que había soñado que caminaba en la iglesia desnuda con la gente a sus pies![xxviii] Primero la mirada de Dios, mirada muda que no dona palabra humana. Dios, un absoluto sin voz.

 

Después, la mirada de los otros, muchos otros, mudos también, solo ojos contemplativos, ella y los ojos que la miran son lo mismo. Ella es lo que los otros miran, ella es los ojos que la miran. Sin voz, sin palabras, sin enunciados. Mirada y ser en confundido desdén, lo que le dio una imagen de existencia exánime, sujeta a examen y evaluación perpetua. Si su cuerpo es de una belleza perfecta, la miran, luego la aman. Quería ser mirada desnuda, sin disfraces, sin el disfraz de huérfana[xxix], pues como dejó escrito John Berger: “estar desnudo es estar sin disfraces”[xxx]. Que solo dispusiera de la mirada para obtener amor, nos muestra su desamparo e inermidad. Su carencia inaugural de palabras, de un lugar en el otro que acoja su intemperie: “I am in pictures”. Verdadera o de ficción, esta respuesta de Marilyn a Nabakov define el drama de su vida. Solo imagen, sin palabras: “También notaba que no podía decir ni una línea. Tenía palpitaciones constantes en el estómago”[xxxi]. Cuerpo y palabra, en asociación disjunta.

 

Lo que la vieja oculta mirando al espejo la joven Marilyn. La niña que creció rápido, la joven de alma desdentada, quiso ser mariposa[xxxii] y se prestó a ser nube[xxxiii] como el otro deseaba, que el espejo se llene de polvo de oro, para que Satie la despierte del lapidario enjuiciamiento. Las horas muertas ante el espejo vivo, las quejas y las broncas por su crónica tardanza. Nunca, nadie, nada es suficiente para que Marilyn Monroe se retire del espejo conforme y a tiempo. La imagen-Marilyn ha cobrado autonomía y Norma Jeane la mira[xxxiv]. ¿A quién miran los otros?:

 

“La gente tenía la costumbre de mirarme como si yo fuera un espejo en vez de una persona. No me veían, veían su propia lascivia. Luego se lavaban la cara diciendo que yo era muy voluptuosa”[xxxv].

 

La gente siguió teniendo la costumbre de mirarla como espejo y ella –¿quién de ellas?– temía perder la imagen-Marilyn –¿no era esa su identidad real?– tanto como la odiaba:

 

“Durante toda mi vida he hecho el papel de Marilyn Monroe, Marilyn Monroe, Marilyn Monroe. He intentado hacer lo mejor, y descubro que lo que estoy haciendo es una imitación de mí misma. ¡Deseo tanto hacer algo distinto! Ésa fue una de las cosas de Arthur que me gustó cuando dijo que se sentía atraído por mí. Cuando me casé con él, una de mis fantasías era que yo podría librarme de Marilyn Monroe gracias a él, y aquí estoy otra vez haciendo lo mismo, y simplemente no podía aceptarlo, y tuve que salir de allí. No podía soportar tener que hacer otra escena con Marilyn Monroe”.[xxxvi]

 

No hay que dar por seguro a Marilyn Monroe que había comenzado hablar de sí misma en tercera persona, incluso cuando alguien tan importante como su profesor Lee Strasberg le dice:

 

“… que debo empezar conmigo misma, y yo digo ‘¿Conmigo?’ ¡Bueno, no soy tan importante! ¿Quién se cree que soy, Marilyn Monroe o algo así?”[xxxvii]

 

Inteligencia, sentido del humor y desconcierto. Recuerda. Nunca consiguió olvidar. Muy pronto, demasiado pronto, nunca conseguía dormir.

 

 

*     *     *

No llores muñeca no llores

Te tengo en brazos y te mezo hasta que te duermes.

chist chist sólo estaba fingiendo que soy (era)

tu madre que murió[xxxviii].

 

Marilyn Monroe se traslada a Nueva York. Quiere hacerse respetar. Su estudio, la Fox, la mata. “Ahora estoy intentando encontrarme a mí misma, ser una buena actriz y una buena persona”[xxxix]. Quiere encontrarse con Norma Jeane. Ser su propia madre, tu madre que murió. El psicoanálisis entra en escena, aquel psicoanálisis americano de los años cincuenta y primeros sesenta donde las conexiones entre psicoanalistas y pacientes eran habituales, donde la regla de incompatibilidades era laxa o inexistente, como fue en el caso de Norma Jeane, cuya primera psicoanalista, Margaret Hohenberg, es al tiempo analista de Milton Greene, precisamente el fotógrafo y amigo con el que después de una relación sentimental, había montado una productora, la Marilyn Monroe Productions –pionera y audaz Marilyn desafiando a su compañía– y por lo que se había trasladado a Nueva York. Esta primera violación de lo interdicto, irá acompañada de otras más, pues se inmiscuyó y entrometió directamente en sus relaciones profesionales:

 

“…todo en la habitación es blanco de hecho no veo a nadie solo objetos blancos –me abren– Strasberg con ayuda de Hohenberg y no hay absolutamente nada –Strasberg está profundamente decepcionado y más– académicamente sorprendido de haber cometido semejante error… lo único que salió fue aserrín finamente cortado”[xl]. Un sueño. No llores muñeca no llores.

 

Chist chist. Vino después Marianne Kris, que llegará a ser psicoanalista de Jacqueline Kennedy, tras el corto encuentro con Anna Freud en Londres, mientras el rodaje de El príncipe y la corista.

 

No hay que callar las felonías de las que fue objeto, pues si Marilyn Monroe quiere dejar de ser la “rubia tonta”, Laurence Olivier protagonista y director de la película, y su marido de entonces, Arthur Miller, no lo estiman tan imprescindible. Laurence Olivier: “Intentó ser amable, pero acabó como alguien que va a divertirse a los barrios bajos”[xli]. Desdén y superioridad. Y su marido, el intelectual norteamericano perseguido por McCarthy, Arthur Miller, escribe en su cuaderno palabras ominosas que, ¡oh, casualidad demoníaca!, Marilyn Monroe encuentra abierta y expuesta, la página indebida: “Hablaba de cómo le había decepcionado… de que había creído que yo era una especie de ángel, pero ahora suponía que se había equivocado”[xlii]. Poco después, la inteligente Marilyn concluirá: “Creo que a Arthur realmente le gustan las rubias tontas. Nunca tuvo una antes que yo. Valiente ayuda tuve con él”[xliii]. Se puede ser receloso y desconfiado, pero si además el desprecio es verdadero, acudir a un psicoanalista está más que indicado: Anna Freud consiguió apaciguar y rearmar a su paciente enloquecida y afligida. Solo estaba fingiendo que soy, ¿O quién fingía?

 

“Nunca más una niñita sola y asustada”[xliv]. Muchas veces más una niñita sola y asustada. Marianne Kris cometió un error de bulto, le ingresa en el Hospital de Nueva York, en su sección psiquiátrica, bajo el nombre –otro nombre, cuántos nombres–

de Faye Miller: “He hecho algo espantoso, algo espantoso, espantoso. Oh, Dios, no era mi intención, pero lo he hecho”[xlv]. Joe DiMaggio, su maltratador predilecto –mi Slugger[xlvi]– puesto que no fue el único; la rescata del hospital[xlvii] y la ingresa en otro hospital común, donde estuvo visitándola todos los días hasta su recuperación. DiMaggio fue siempre su amor fiel. Siempre estuvo, también más allá de su muerte. Durante veinte años la tumba de Marilyn Monroe recibirá, tres veces en semana, las flores que le envía Joe DiMaggio. En verdad, Norma Jeane se lo había pedido el día de su boda, cuando el calor y el sudor de sus manos, volvieron mustias sus orquídeas[xlviii].

A Marianne Kris nunca más volverá a verla. No obstante, su nuevo psicoanalista se carteará con ella, como lo hará con Anna Freud.

 

Te tengo en brazos y te mezo hasta que te duermes, mi querida niña. Madre de sí misma, quien mece y la muñeca. Dormir fue un imposible, como dice la letra de una canción del pop español: A veces ni con píldoras lo puede conseguir[xlix]. Te mezo hasta que te duermes, muñeca, Marilyn rota, Norma Jeane perdida.

 

Marilyn Monroe buscó al psicoanálisis y a los psicoanalistas, como tantos otros actores del Holywood de los cincuenta y sesenta. La técnica psicoanalítica ha cambiado desde entonces, no solo para sujetos como Norma Jeane. El psicoanálisis americano quiso socorrer a Marilyn, y tiene con ella dos deudas, una de agradecimiento –en su testamento legó beneficios a instituciones psicoanalíticas que se cobran[l] hasta el día de hoy–, y otra de reconocimiento. Si contribuyó o no a su final, en todo caso, no consiguió salvarla. Tal vez porque ninguna técnica terapéutica salva y olvidar este saber fue un error de los que la trataron. Salvarse corresponde al sujeto y a sus amores y Norma Jeane lo dejó escrito muchos años antes.

 

 

*     *     *

Socorro, socorro

Socorro.

Siento que la vida se me acerca

Cuando lo único que quiero

Es morir[li].

 

“Era la belleza más deslumbrante del mundo”[lii], escribió uno de sus primeros fotógrafos, el húngaro nacionalizado estadounidense André de Dienes, quien con su cámara capturó a Norma Jeane cuando aún estaba lejos Marilyn Monroe. Y, como tantos otros, se enamoró de ella. Y, como tantos otros, con un amor celoso y posesivo. Socorro, socorro.

 

“Todo pseudónimo, inconscientemente, es un repudio: de la herencia, de la descendencia, de la filiación”[liii], Marina Tsvietáieva tuvo en su padre el puerto que la salvó. Norma Jeane no tuvo padre, ni siquiera tuvo un nombre de padre. Ella portó el repudio del hombre que la engendró y fracasó en su continuo invento de padres inexistentes. Norma Jeane sin padre, sin herencia, sin descendencia, sin filiación. Sin palabras: “No puedo ser locuaz aunque lo desee”[liv].

 

En ella la mirada, no la voz, la imagen: “muy blanca, casi luminiscente…, una aparición blanca que entraba en el estudio deslizándose lentamente. Daba la impresión de que despedía un resplandor”[lv]. La cámara era el ojo que la miraba y ella y el ojo eran uno, eclipse de la subjetividad. La distancia entre imagen y lente se borra. Sujeto y objeto en unánime fusión[lvi].

 

“Su rostro tenía una cualidad luminosa”[lvii]. Blanca su piel, su vestido predilecto. I am pictures.

 

Socorro, socorro, que es Norma Jeane poeta. Es Gladys Pearl quien la escribe a lo largo de los años pidiéndole que vivan juntas y Norma Jeane lo intenta y prueba, y fracasan. Socorro. Gladys Pearl le escribe una carta[lviii]. Apela al amor, ella una madre vacía, que abandonó a su hija cuando aún estaba en su juicio, que no le acogió, que la descuidó, que cuando Norma Jeane la visita con trece años, después de un mutismo persistente, recordará los piececitos[lix] de su bebé, fragmento de un cuerpecito olvidado a quien escasos días tuvo en sus brazos, que no la meció ni la durmió. Que no le habló. Apela al amor, al amor de Marilyn, no de su hija Norma Jeane. Y ella, Gladys Pearl, no es su madre o su mamá. Es Madre o Mamá, en un genérico ausente de responsabilidad y deshumanizado. La madre absoluta se dirige a una imagen triunfante: Marilyn. Escribe amor, pero es vacío. Escribe odio, pero ni Norma Jeane ni Marilyn Monroe la odiaron: “Yo sabía que en realidad no había nada entre nosotras, y sabía que era poco lo que podía hacer por ella. Éramos desconocidas… Sólo quiero olvidar toda la desdicha, todo el dolor que ella padeció en su vida y yo en la mía. No puedo olvidar, pero me gustaría intentarlo. Cuando soy Marilyn Monroe y no pienso en Norma Jeane, a veces lo consigo”[lx]. Marilyn nunca olvidó a Norma Jeane, esquicia dubitativa.

 

Desde el primer momento que tuvo algo de dinero, Marilyn Monroe pagó su manutención, y mientras vivió y después de morir, con su testamento, organizó las cuentas para que todos los gastos de su madre en las distintas instituciones por las que pasó y en las que vivió veintidós años más que ella, estuvieran cubiertos. La madre pagó a las distintas familias que la cuidaron, la hija pagó a las instituciones que acogieron a su madre[lxi]. Ambas podían responsabilizarse del dinero. De la presencia y la vida, no.

 

Se desvanece Marilyn Monroe, desaparece Norma Jeane. Siento que la vida se me acerca y en junio de 1960 comienza a tratarse con un nuevo psicoanalista en Los Ángeles. Primero compatibilizándolo con Marianne Kris cuando va a Nueva York. Tras el error del ingreso, Ralph Greenson será “su único terapeuta”[lxii].

 

La pasión transferencial, el desbordamiento de los límites, el deseo de salvarla. Errores técnicos de Greeson. Cuando lo único que quiero/ es morir.

 

 

*     *     *

 

¡¡¡Sola!!!

Estoy sola – siempre estoy

sola

sea como sea[lxiii].

 

Alone. La materia de su ser es soledad, I am alone/ I am always/ alone. Sola, siempre sola. Como dijo Mankiewicz, que la había dirigido en Eva al desnudo: “Se quedaba sola. No era solitaria. Simplemente estaba sola”[lxiv]. Insoportable soledad: “En cierto modo soy una mujer muy desdichada. Toda esta estupidez de ser una leyenda, tanta fascinación y publicidad. De alguna manera, siempre soy una decepción para los demás”[lxv]. Siempre estoy en la cosa y no en ser apreciada por su ser sola. Sea como sea escribe poemas:

 

la verdad de cada uno es eso

solamente – la verdad de cada uno.

Sólo podemos compartir

la parte que dentro del conocimiento de otro es aceptable

por consiguiente

estamos más bien solos[lxvi].

 

Estamos más bien solos, pero Marilyn sabe que la soledad es condición de su ser y lo supo tempranamente: “Miraba las calles con ojos llenos de soledad”[lxvii], por eso algunos que la trataron dijeron: “Que ella era la persona más solitaria que jamás había visto”[lxviii]. Soledad y tristeza: “Eres la mujer más triste que he conocido”[lxix], le dirá su marido Arthur Miller. La soledad es constitutiva, pero Arthur Miller no contribuyó a paliarla, más bien la condenó al aislamiento. Miller usó lo que sabía de Marilyn para escribir alguna de sus obras, como Después de la caída, y compuso el guión de Vidas rebeldes, cual si fuese un regalo[lxx], lo que a Coetzee le permitió escribir: “Uno sospecha que el personaje de Roslyn está basado en Monroe… En algunas de las escenas más impactantes, Miller y Huston se limitan a crear un espacio en el que Monroe pueda expresarse a sí misma, crearse a sí misma en la película”[lxxi]. Arthur Miller la condenó a ser Marilyn Monroe, siempre. Miller amor que mata, Marilyn Monroe sin salida. “Supongo que soy una fantasía”[lxxii], también para Arthur Miller.

 

La verdad de cada uno, Marilyn la supo pronto y “le puso título, dijo: ‘André, estoy mirando mi tumba’. Se llama ‘El final de todo’”[lxxiii]. Norma Jeane era entonces una joven de diecinueve años, “la belleza más deslumbrante del mundo”[lxxiv], por consiguiente.

 

Norma Jeane vislumbró su salida en los primeros tiempos de sus movimientos en la industria cinematográfica, cuando tras el rechazo de una proposición, que hoy tildaríamos sin vacilaciones de toome[lxxv], pensó: “Cogí el coche y me dirigía a casa. Sí, había algo especial en mi y sabía de qué se trataba. Yo era el tipo de chica a la que encuentran muerta en su dormitorio con un frasco de somníferos en la mano”[lxxvi] .

 

En la mano no se la encontró con el frasco de somníferos, se la encontró con el teléfono en la mano.  Y los somníferos en su muerte.

 

Sola Norma Jeane, alone Marilyn Monroe, todos sus nombres murieron a solas:

 

Noodle

Sam

Max

Clump

Sugar Finny

Pussy

y todos los demás –[lxxvii].

 

Norma Jeane, la poeta:

 

Mira –

los prados se extienden – están tocando el cielo

Dejamos nuestros contornos sobre la hierba aplastada

morirá más pronto porque estamos aquí – ¿habrá

crecido alguna otra cosa?

 

Te alimentaré del arbusto oscuro y resplandeciente

justo a la izquierda de la puerta[lxxviii].

 

Allí, donde la memoria anida.

 

 


 

 

Notas:

 

[i] Revista Quimera, abril 1983, nº 30. Dosier Lezama Lima, pág. 46.

[ii]  «Sobre poesía», en: La cantidad hechizada. Ed. Letras Cubanas, 2010. Edición digital, dispositivo Kindle, posición. 129.

[iii] My Story, de Marilyn Monroe. Ed. Global Rhytm, Barcelona, 2011, pág. 26

[iv] Marilyn Monroe. La Biografía, de Donald Spoto. Ed. Anagrama, Barcelona, 1993, pág. 50

[v]Íbid., pág. 62

[vi] Íbid., pág. 378.

[vii]“… Siempre te estás metiendo en el inconsciente de la gente. Es agradable estar incluida en las fantasías de la gente, pero a una también le gusta ser aceptada por lo que es. No me considero una mercancía, pero estoy segura de que mucha gente lo ha hecho, incluyendo una compañía en particular que es mejor no nombrar. Tal vez hablo como una víctima, pero creo que lo he sido”. Íbid., pág. 623.

[viii]Fragmentos, de Marilyn Monroe. Ed. Seix Barral, Barcelona, 2010, pag. 81.

[ix] Marilyn Monroe. La Biografía, de Donald Spoto. Ed. Anagrama, Barcelona, 1993, págs. 93-94.

[x] “…repuso ella. Lo cual quiere decir «salgo en las películas», pero también «Estoy en las imágenes» en: Últimas sesiones con Marilyn, de Michel Schneider. Ed. Alfaguara, Madrid, 2008, pág. 75.

[xi] Fragmentos, de Marilyn Monroe. Ed. Seix Barral, Barcelona, 2010, pág. 95.

x Íbid., pág. 36.

[xiii] Íbid., pág. 40

[xiv] Revista Quimera, abril 1983, nº 30. Dosier Lezama Lima, pág. 46.

[xv] Marilyn Monroe. La Biografía, de Donald Spoto, Ed. Anagrama, Barcelona, 1993, págs. 19-23.

[xvi] Íbid., pág. 26.

[xvii] Íbid.,pág. 36.

[xviii] Íbid.

[xix] “¡Oh, papá, no puedo me es imposible!” escribe Arthur Miller cuando relata una crisis de Marilyn Monroe. En:Vueltas al tiempo, de Arthur Miller. Ed. Tusquets, Barcelona, 2015. Edición digital, dispositivo Kindle, posición: 7694.

[xx] “Arte: ficcionar la herida”, en: Puentes en el desierto. Afuerismos, de Ángel de Fruto., Ed. Junta de Castilla y León, Valladolid, 2007, pág. 41

[xxi] “No debe olvidarse que la acentuación, quizá desconcertante, de los recuerdos infantiles en la obra del poeta se deriva en último término de la hipótesis de que la poesía, como el sueño diurno, es la continuación y el sustitutivo de los juegos infantiles”. En: Obras completas, de Sigmund Freud. Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 1972. Tomo IV, pág. 1347.

[xxii] My Story, de Marilyn Monroe. Ed. Global Rhytm, Barcelona, 2011, pág. 31

[xxiii]Íbid., pág. 77.

[xxiv] Íbid., págs. 229-230.

[xxv]My Story, de Marilyn Monroe. Ed. Global Rhytm, Barcelona, 2011, pág. 184.

[xxvi] Marilyn Monroe. La Biografía, de Donald Spoto. Ed. Anagrama, Barcelona, 1993, pág. 549.

[xxvii]Fragmentos, de Marilyn Monroe. Ed. Seix Barral, Barcelona, 2010, pág. 120.

[xxviii] “Incluso tuve sueños relacionados con esto. En el sueño entraba en la iglesia vestida sólo con un miriñaque, sin nada debajo. La gente estaba en la nave tendida de espaldas y yo pasaba por encima de ellos y ellos me contemplaban” My Story, de Marilyn Monroe. Ed. Global Rhytm, Barcelona, 2011, pág., 26.

[xxix]“Mi deseo de aparecer desnuda y los sueños relacionados con ello no entrañaban vergüenza alguna o la sensación de cometer un pecado. Soñar que la gente me miraba hacía que me sintiese menos sola. Tal vez deseaba que me vieran desnuda porque me avergonzaba de mis ropas: aquel vestido azul descolorido, siempre el mismo, era un símbolo de mi pobreza. Desnuda era como las otras niñas, dejaba de ser alguien con uniforme de huérfana”. Íbid., pág. 27.

[xxx]Modos de ver, de John Berger. Ed. Gustavo Gili, SL, Barcelona, 2016. Edición digital, dispositivo Kindle, posición 538.

[xxxi] My Story, de Marilyn Monroe. Ed. Global Rhytm, Barcelona, 2011, pág. 139. 

[xxxii]“Marilyn estaba contenta, reía, y dijo que en su próxima vida quería ser una mariposa” en: Marilyn, de André de Dienes. Ed. Taschen, Köln, 20015, pág. 231.

[xxxiii] « ¿Quieres que me convierta en una nube?¡Fotografíala!». Íbid,

[xxxiv] Truman Capote, su amigo, la encontró un día mirando detenidamente el espejo y le preguntó qué estaba haciendo: “Marilyn respondió: «Mirándola»” en: Marilyn Monroe. La Biografía, de Donald Spoto. Ed. Anagrama, Barcelona, 1993, pág. 376.

[xxxv] My Story, de Marilyn Monroe. Ed. Global Rhytm, Barcelona, 2011, pág. 210.

[xxxvi] Palabras de Marilyn Monroe en el rodaje de Vidas rebeldes (The Misfits) en: Marilyn Monroe. La Biografía, de Donald Spoto, Ed. Anagrama, Barcelona, 1993, pág. 514.

[xxxvii] Íbid., pág. 368.

[xxxviii] Fragmentos, de Marilyn Monroe. Ed. Seix Barral, Barcelona, 2010, pág. 161.

[xxxix]Marilyn Monroe. La Biografía, de Donald Spoto. Ed. Anagrama, Barcelona, 1993, pág. 236.

[xl]Fragmentos, de Marilyn Monroe. Ed. Seix Barral, Barcelona, 2010, pág. 99.

[xli]Marilyn Monroe. La Biografía, de Donald Spoto. Ed. Anagrama, Barcelona, 1993, pág. 429.

[xlii]Íbid.

[xliii] Íbid., pág. 430.

[xliv]Fragmentos, de Marilyn Monroe. Ed. Seix Barral, Barcelona, 2010, pág. 104.

[xlv]Marilyn Monroe. La Biografía, de Donald Spoto. Ed. Anagrama, Barcelona, 1993, pág. 528.

[xlvi] Íbid., pág. 306.

[xlvii] Íbid., pág. 528. Slugger es en béisbol el bateador.

[xlviii] Íbid., pág. 304.

[xlix] Perteneciente a la letra de la canción Marilyn del fallecido Manolo Tena.

[l] “El 25% del resto del patrimonio era para Marianne Kris, «con el fin de que sea utilizado para el fomento del trabajo de las instituciones o grupos psiquiátricos que ella decida»”, en: Marilyn Monroe. La Biografía, de Donald Spoto. Ed. Anagrama, Barcelona, 1993, pág. 523. En la misma página, en su nota I, se añade: “… y su heredera fue la Anna Freud Children’s Clinic de Londres”, actualmente Centro Anna Freud. Al día de hoy sigue cobrando la parte correspondiente de los beneficios obtenidos por los derechos cinematográficos y por la autorización de la utilización de su imagen en el mercadeo de la misma.

[li] My Story, de Marilyn Monroe. Ed. Global Rhytm, Barcelona, 2011, pág. 163.

[lii] Marilyn, de André de Dienes. Ed. Taschen, Köln, 20015, pág. 124.

[liii] Un espíritu prisionero, de Marina Tsvietáieva. Ed. Galaxia Gutenber, Barcelona, 2016, pág. 162.

[liv]My Story, de Marilyn Monroe. Ed. Global Rhytm, Barcelona, 2011, pág. 159.

[lv]Marilyn Monroe. La Biografía, de Donald Spoto. Ed. Anagrama, Barcelona, 1993, pág. 549.

[lvi] “La mirada puede contener en sí misma el objeto a… donde el sujeto viene a caer: en este caso, por razones de estructura, la caída del sujeto siempre pasa desapercibida, por reducirse a cero, especifica el campo escópico, y engendra la satisfacción que le es propia”. En: Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, de Jacques Lacan. Ed. Paidós, Barcelona, 1989, pág. 84.

[lvii] Palabras de Conover, un fotógrafo del que al parecer estuvo enamorada. En: Íbid., pág., 118.

[lviii] “Querida Marilyn:

Por favor, querida hija me gustaría recibir una carta tuya. Las cosas son muy difíciles por aquí y desearía marcharme lo antes posible. Me gustaría tener el amor de mi hija y no su odio.

Con amor

Mamá”. En: Íbid., pág. 255.

[lix] “Tenías unos piececitos tan pequeños”. En: Íbid., pág. 86.

[lx] Íbid., pág. 256.

[lxi] Íbid., pág. 237.

[lxii] Íbid., pág. 494.

[lxiii]Fragmentos, de Marilyn Monroe. Ed. Seix Barral, Barcelona, 2010, pág. 57.

[lxiv] Íbid., pág. 204.

[lxv] Íbid., pág. 627.

[lxvi] Íbid., pág. 45.

[lxvii] My Story, de Marilyn Monroe. Ed. Global Rhytm, Barcelona, 2011, pág. 51.

[lxviii] Palabras de Sanders en: Marilyn Monroe. La Biografía, de Donald Spoto. Ed. Anagrama, Barcelona, 1993, pág. 204.

[lxix]Vueltas al tiempo, de Arthur Miller. Ed. Tusquets, Barcelona, 2015. Edición digital, dispositivo Kindle, posición: 7515.

[lxx]“Mi interés por el proyecto era ya tan técnico como emotivo: era un regalo que le preparaba”. En: Vueltas al tiempo, de Arthur Miller. Ed. Tusquets, Barcelona, 2015. Edición digital, dispositivo Kindle, posición: 9300.

[lxxi]Las manos de los maestros, de J.M. Coetzee. Ed. Penguin Random  House. Edición digital 2016, dispositivo Kindle, posición: 2520.

[lxxii]Marilyn Monroe. La Biografía, de Donald Spoto. Ed. Anagrama, Barcelona, 1993, pág. 472.

[lxxiii] Marilyn, de André de Dienes. Ed. Taschen, Köln, 20015, pág. 223.

[lxxiv] Íbid., pág. 124.

[lxxv] “Que ésa fue la primera de numerosas ocasiones en que tuvo que arrodillarse ante un ejecutivo (de nombre Schenck), una postura que no adoptaba precisamente para suplicar”. En: Marilyn Monroe. La Biografía, de Donald Spoto. Ed. Anagrama, Barcelona, 1993, pág. 164.

[lxxvi]My Story, de Marilyn Monroe. Ed. Global Rhytm, Barcelona, 2011, pág. 107.

[lxxvii] Marilyn Monroe. Fragmentos, de Merilyn Monroe, Ed. Seix Barral, Barcelona, 2010, pág. 185. Se trata de una nota recogida del libro que escribió el poeta y amigo muy cercano de Merilyn, Norman Rosten en Marilyn among Friends. El poema, del que Marilyn escribió dos versiones , se lo dedicó  a su amigo con motivo de su cumpleaños y  el  verso que encabeza la lista de nombres, en una de sus versiones, dice: Amor (todos te queremos)

[lxxviii] Íbid., pág. 161.

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