En el poema 42 de su anterior libro Morbo legítimo (Bandaàparte, 2019) escribía Niño de Elche: “¿Nos conocemos?”; un poemario lleno de fogonazos amoroso-eróticos con querencia por el aforismo y por el rayo que ciega (e ilumina).
No tan distinto de aquel (al menos en la voluntad de su forma y alcance) es su último libro: In memoriam. Posesiones de un exflamenco (Hurtado & Ortega, 2020). También del personaje que puebla estas páginas se podría repetir este poemilla: “¿Nos conocemos?”, pues aquí Niño de Elche se retrata para desdibujarse y, de alguna, manera (des)conocerse. Así, es un libro que va de desnudos, poses y gestos. Su máxima: cambiar el venir de una pena por el andar hacia una liberación. O dicho en otros términos, su particular superación del flamenco (y, en última instancia, de sí mismo).
Un breve volumen compuesto por 46 textos o estampas que recuerdan momentos puntuales de su formación flamenca, intercalados con fotografías poético-performativas (en blanco y negro) de Ángela Martín-Retortillo y que sirven de paratexto visual de lo que se expone en los textos.
Todos los breves capítulos suelen traer asociada una parecida dinámica: una anécdota, recuerdo o visión del pasado que se perfila con ingenio y en la que se profundiza con distancia crítica y de la que se extrae una enseñanza. Así, de todas ellas exprime Niño de Elche rasgos y actitudes que ahora ya le son propias y le han servido para, a contracorriente, forjar su carácter, tanto personal como en el plano artístico: saltarse los patrones, la necesidad de buscar siempre la provocación, la improvisación, el grito, el asombro, el dolor como liberación del propio dolor (y el cante como desahogo, como milagro emancipatorio), las intenciones revolucionarias, el comunismo, el vértigo de la soledad y la incomprensión o la clandestinidad de las emociones.
La gran fuerza motriz de todos los textos, lo que nos conmueve de ellos, es la amalgama sensorial que los atraviesa. Y de ahí viene la idea de la “posesión”, en tanto que forma de olvido. Niño de Elche vuelve a su pasado, como quien regresase en la forma de un espíritu, sin conciencia, a un yo anterior. El choque de este apareamiento con el entendimiento crítico desde el que ahora se enuncia esa “posesión”, esa mirada tensionada por un rito que se recrea produce en el lector un efecto catártico que turba, enternece y alecciona a un mismo tiempo. Porque, en última instancia, asistimos a la liberación de todas las máscaras que le han venido asistiendo a Niño de Elche en su proceso de desprendimiento del arnés flamenco hasta quedarse, como él mismo dice, con las “vergüenzas al aire”.
In memoriam es un ir quitando “las placas sobrantes de flamenco a mis voces para poder deshacerme del nudo, desnudarme para no convertirme en un mercenario”