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Nosotros, de pie, juntos

 

El 9 de enero del  año del señor de 2012, ayer, vimos por enésima el video que hay en tutubo con el nombre de We are the world. Es la vez enésima porque no sabemos cuántas veces lo hemos visto, aunque reconocemos que no son muchas. O sea, n puede ser solamente 4 veces, y desde que supimos que se podía volver al pasado a través del ordenador. De internet, para ser exactos.

 

Vimos el video y tenemos que reconocer que tuvimos una profunda y extraña sensación. De profunda pena, de zozobra, de contrariedad. Tuvimos, incluso, ganas de llorar. Y fue que mirábamos el vídeo  y veíamos el entusiasmo desbordante de tantos artistas que daban lo mejor de sí para llevar adelante aquel proyecto. África y Etiopía se encontraban postrados por un hambre atroz, la gente moría como si se hubiera manifestado el mismo Apocalipsis y uno pensó que algo había que hacer, que no podían seguir mirando como si la cosa no fuera con ellos. Y era uno que vivía a miles de kilómetros de África, aunque lo tuviera en el corazón.

 

Y miras el video y ves el entusiasmo de mayores y jóvenes, blancos y negros que se rascan la garganta para dar lo mejor de sí y sientes lo que ya describí. No puede ser: estos señores no tenían ninguna necesidad. No pensaban vivir en África, pero se reunieron y dijeron que lo que pasaba no se podía tolerar. Y sientes cierta vergüenza porque vives la actualidad y sientes que aquellos artistas, chicos y chicas de edades variopintas, han sido defraudados. Y es que mientras aquellos artistas daban lo mejor de su arte para paliar las miserias de África, 1985, muchos dictadores africanos llevaban los millones que robaban a sus países a los bancos de los países ricos, creyendo su propia estupidez de que se lo guardaban para sí, cuando era la manera de regalar el dinero que hubiera salvado la vida de millones de hermanos suyos. Descorazonador.

 

Ni siquiera reconforta, siguiendo la letra de la canción, sabiendo que aquellos artistas se creían que se estaban haciendo un bien. El reconocimiento de que cumplían su voluntad no alivia la paradoja de un continente que se muere mientras sus dirigentes regalan su dinero a manos llenas, permitiendo, de paso, que sus habitantes, negros en su mayoría, sean conocidos en el mundo como los únicos necesitados de alguien que les dé de comer, como si fueran niños. Es una cosa que no se puede explicar. Tampoco se puede creer que los que admiten en sus bancos estas ingentes cantidades robadas  tuvieran, siquiera remotamente, alguna relación con las celebridades que prestaron su tiempo y su voz para paliar los desastres del destino de los negros de África.

 

En la canción, ya mundialmente famosa, que ocupa nuestras reflexiones, aparece Dios. También se hace referencia a la conversión de piedras en pan. Es decir, a la reversión de la situación creada por la incuria de las dictaduras que aniquilan nuestra personalidad. Aquí, de pie, y estén protegidos por quien sea, juramos, aunque sea por un Dios menor, que nos pondremos en marcha para hacer nuestra aportación a la erradicación de la dictadura guineana, una de las más irracionales del continente africano.

 

Barcelona, 10 de enero de 2012

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