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“Nosotros”, ¿te gusta Edith Piaf?

Cartel de Nosotros

La semana pasada, por tan solo dos días, se juntaron en el Teatro de la Abadía Rosa Torres Pardo, Mario Gas y Luis García Montero. Entre los tres dieron un recital de música y poesía llamado Nosotros, ese nosotros que se crea a través de las palabras que se intercambian los seres humanos.

Cuidado, de las que se intercambian desde un escenario con el público, las que se intercambian a través de la tecnología, no deben de ser palabras, porque no permiten crear ese nosotros. O eso se deduce de lo que cuentan en este recital en el que a través de los poemas se viaja a Londres, París, Nueva York, Buenos Aires ¿queda algún sitio cool más que visitar? Y se demonizan las pantallas. Una idea que tiene muchos adeptos entre un amplio sector de la población que no son nativos digitales.

Si lo anterior ya hace sospechar no digamos visto el espectáculo entero. De un virtuosismo pasmoso. Incluso Rosa Torres-Pardo va más allá de la técnica de interpretación al piano. Siendo la que se lleva el interés de la función.

Pero, siempre hay un pero, uno se pregunta qué aporta un recital de esta características. Parece uno más de muchos. En el que esta vez, Mario Gas tiró de su savoir faire, más que de su saber estar en escena. Es decir, tiro de técnica, que la tiene y mucha, antes de poner el alma y el compromiso con lo dicho. Lo que se notó desde la butaca, en forma de no entender lo que se decía, aunque se disfrutaba de la musicalidad del verso.

Es cierto que el público salió complacido. Contento. Alegre. Un público entrado en años, canoso, que ha crecido y ha sido educado para disfrutar de este tipo de espectáculos. Que entiende que esta es la forma de disfrutar de la música y la poesía. Felices de poder asistir a una soirée en un ambiente que entienden como diletante y decadente, lo que les atrae. En el que se citan y se tocan referentes culturales de campanillas para su generación, aunque se trate de figuras populares.

Ilustra muy bien lo que se dice en el párrafo anterior la pregunta del título de este artículo. “¿Te gusta Edith Piaf?”, le interpela Mario a Rosa. Y no solo les gusta, sino que ha tocado una pieza de Poulenc dedica a dicha artista. En esa reunión de la alta y la baja cultura, que seguramente los más jóvenes, ausentes de este concierto, no entienden.

Y no, no es que se critique el que se cite a dicha cantante, sino al cómo se cita. Nada que ver a como lo hace Angélica Liddel en Vudú (3318) Blixen que se acaba de estrenar en Temporada Alta. Pues en Nosotros es cosmética, un caramelo, calorías vacías de alimentos. Mientras que la Liddell lo usa para contar como se ha construido emocionalmente su respuesta, y la de muchas personas, al rechazo amoroso a través de la chanson française.

Así que es todo muy, pero que muy bonito. Pero es todo poco, pero que muy poco bello. Primero porque al recital le falta enjundia. Lo que no se explica con el equipo artístico. Y segundo, porque le falta actualidad.

Por eso queda en el aire ¿Qué hubiera pasado si Mario le hubiese preguntado a Rosa si le gusta Taylor Swift? Cantante que tiene atrapado el imaginario colectivo de personas mucho más jóvenes que las que asisten a este concierto, con la que están aprendiendo a entender la vida y las relaciones a través de sus canciones, entre otras fuentes de ficción o de realidad. ¿Cuál sería el o la Poulenc contemporáneo que le ha escrito una pieza musical de alabanza? Y ¿permitiría esa pregunta un espectáculo como Nosotros?

Lo más seguro es que no. Y si se hiciese, se vería forzado. O con el paso cambiado. Y, sin embargo, si se quiere una renovación del público y facilitar que el público de siempre se ponga al día, entienda a los que probablemente no entiende, es necesario renovar repertorios, formas y maneras de hacer. Es en estos momentos cuando se echa de menos el arrojo y la voluntad renovadora de Carlos Aladro, el anterior director artístico del Teatro de la Abadía. No estaría mal recuperarlo como colaborador o asesor en ese aspecto más contemporáneo.

Porque no consiste en echar a unos públicos para meter a otros. Sino en facilitar el encuentro, el intercambio de palabras, el construir un nosotros diverso, no uniforme, como es la vida. Entre lo de siempre, lo de antes y lo de ahora. Lo que tampoco significa adocenar a los nuevos posibles públicos, ni convertirlos en una parroquia rejuvenecida que comulgue con el viejo credo. Sino en crear una comunidad teatral alrededor de la Abadía que supere la repetición de lo ya dicho, lo ya hecho. Y apueste por decirlo y hacerlo en presente. Y en presente la referencia es, guste o no, Taylor Swift. Vamos Mario pregúntale a Rosa si le gusta Taylor Swift y a ver qué se toca.

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