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Mientras tantoNuestro penúltimo clásico

Nuestro penúltimo clásico


Tengo la impresión arraigada de que el clásico de ayer disputado en el Bernabeu ya lo habíamos visto antes de celebrarse. Aunque el fútbol esconde siempre en su liturgia puñeteras razones para amagar con la sorpresa y salirse fuera de la norma, por eso al fin y al cabo nos gusta, el choque de ayer movía a una predicción indiscutible:hoy por hoy el Barça es mucho más equipo que el Madrid. Y si a eso le añadimos otra causa de fuerza mayor, Messi también resulta favorecido de la envenenada comparativa con Cristiano en el Olimpo, el desequilibrio cae del lado blaugrana. En tercer lugar, situaríamos también la posición táctica y en este caso hay que saludar la envidiable salud del colectivo de Guardiola frente a la incorregible ansiedad de grandeza de los de Pellegrini.

 

Aunque está mal decirlo a toro pasado, el Barca parece que aguardaba el choque con la confianza de sus enormes posibilidades y que lo disputaría como un partido más en su recta final que se nos antoja igual de rutilante que la pasada temporada. Es más, la trinchera cavada por Pellegrini a treinta metros de la portería de Casillas es un indicio del «fuego real» que empleará Mourinho en la próxima semifinal de Champions contra el Inter, por lo que el experimento de Guardiola, más defensivo que nunca, puede ser un indicio de cómo su equipo puede afrontar esos partidos dónde la contienda no sólo se fia al mejor en el tiempo efectivo sino al que marca los goles en el tiempo real. Es de esperar que contra los italianos se jugará muy poco y las interrupciones serán constantes por lo que el juego posicional y la efectividad serán determinantes.

 

Pero volviendo a Chamartín lo que allí se pudo ver es que al mejor Madrid de los últimos años, dicho sea en honor a Manuel Pellegrini, todavía se le acelera demasiado el pulso en las contiendas de importancia mientras que en la parte blaugrana hay una pléyade de jugadores que se sienten en su salsa disputando ese tipo de «finales»: Valdés, Puyol, Piqué, Xavi o Messi están en un gran momento competitivo y acumulan una experiencia letal en el terreno de juego, a eso hay que añadir que acompañantes del calibre de Alves, Pedro o Busquets, saben también batirse el cobre. Eso, ante un Madrid sin centrocampistas y con un Xabi Alonso desquiciado en la sala de máquinas es poco menos que entregar la cuchara a la primera de cambio.

No sabemos cuál será la meta final de este Barça que está encadenando dos temporadas de ensueño. Puestos a buscarle precedentes sólo encontramos en la recámara aquel Milan de Sacchi que durante un lustro fue amo y señor de las canchas mundiales. Como en aquel caso el Barca tiene jugadores y, visto lo visto, un repertorio táctico muy exigente que contagia Guardiola como a un vino de crianza destinado a ser gran reserva. Muchas veces, quizás demasiadas, hemos visto en el fútbol que ese amor por los detalles se dilapida en dos meses. Mucha culpa la tiene el temido entorno futbolero lleno de presidentes que son más coleccionistas de cromos que amantes de una filosofía del juego. Con las elecciones a las puertas en Can Barça es de suponer que a ninguno de los posibles ganadores, Rosell el primero, se le ocurra cambiar de política y empezar a emborronar esta primera y auténtica demostración filmada de que el fútbol ha vuelto con el Barca a iluminar la ofuscada inteligencia de los aficionados.

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