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Nuevos Paseos Matritenses

 

A pesar de sus 400 años como capital, Madrid sigue siendo una muchacha en flor, que no se cansa de posar para que le tomen retratos, ni que la piropeen por escrito sus cronistas. ¿Queda lugar en el planeta Internet para el costumbrismo? No puede decirse que el género sea el más codiciado entre los blogueros, los tuiteros o esa calaña de exhibicionistas que son los feisbuqueros. ¿Pero acaso han podido los tiempos modernos apartarnos de nuestro afán por fotografiarnos? No hay nada más costumbrista que las fotografías que vamos tomándonos a lo largo de toda nuestra vida. Son la huella tanto de lo que fuimos, como de lo que somos en este momento. Una partida de ajedrez visual con el tiempo.

 

La fragmentariedad del texto en Internet es moneda de cambio comúnmente aceptada. Bien troceadita la realidad y su escritura son más fáciles de digerir. El retrato costumbrista exige otro tempo, requiere del detalle y la sugerencia para conseguir fijar la atmósfera de un paisaje urbano en un tiempo. Quizás por eso no abunden en la actualidad estos géneros didácticos, más propios del S. XVIII y del S. XIX, que de este Siglo XXI, donde la alta velocidad es la mayor divinidad que adoramos.

 

Se dice que hay dos tipos de costumbrismo: el nostálgico y el crítico. Uno lo ejemplificaría Mesonero Romanos, y el otro los artículos del Fígaro larriano. El primero mira melancólicamente lo retratado, como si estuviera a punto de perderse para siempre; y el segundo se escribe como testimonio para ayudar a construir el futuro. La generación del 98 ejerció magistralmente el costumbrismo como una forma de mirar el alma podrida de España para regenerarla. Pero quizá de todos sus cronistas, el que más sabor consiguió sacarle a sus mejunjes literarios sobre lo matritense, fuera Ramón Gómez de la Serna. Lo que ocurre es que Ramón es de otra galaxia; nadie ha vuelto a ser como él, aunque haya sido tan imitado por sus discípulos.  

 

Los volúmenes dieciochescos dedicados a Paseos por las capitales más importantes de Europa, fueron para el costumbrismo, lo que la literatura epistolar para el nacimiento de la novela: un concepto, un sabor y un antecedente. Los Paseos por Granada (una de las ciudades más deseadas por los viajeros románticos), publicados por el célebre Padre Juan Echeverría en 1764, se dedicaban a divulgar los encantos y secretos de la enigmática ciudad de la Alhambra, a través de una serie de recorridos e itinerarios que realizaba un erudito local junto con un extranjero, al que se le iba iniciando en el duende cifrado de lo granadino. Por supuesto, el lector quedaba invitado a realizar por sí mismo esos paseos propuestos en el libro.

 

Aprovechándonos de la buena salud primaveral que respiramos este año en Madrid, nos parece pertinente iniciar en esta Huerta del Retiro, una serie de Nuevos Paseos Matritenses, tanto para dejar constancia de cómo somos en la actualidad, así como aportar la memoria de cómo fuimos, o incluso aquello que pudimos llegar a ser como ciudad. Este humilde cronista que va a cumplir 30 años de madrileñismo adoptivo, aportará todo lo que sepa, vea, o recuerde haber vivido por estos lugares que ahora se transitan y rememoran: para poder pasearse con sus lectores -de cuerpo presente- en cada recorrido.  

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