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Mientras tantoObiang y las etnias de Guinea Ecuatorial

Obiang y las etnias de Guinea Ecuatorial


 

Obiang Nguema Mbasogo, el suertudo que hace ostentación del poder y de la riqueza de Guinea, es de la etnia fang, originario del interior de Río Muni, la parte continental del país. El hecho de que sea fang no ha pasado desapercibido para nadie, un hecho al que se suma la particular composición étnica del país ecuatorial, donde alrededor del 80% de la población nativa es de esa etnia.

 

La importancia que adquiere la adscripción étnica del general en plaza es por su peculiar manera de ejercer el poder, o sea, porque Guinea Ecuatorial sufre una dictadura con variadas especificidades. Como el sentido común exige la erradicación de la misma, y por su grandísima capacidad para determinar el devenir del país, el recuerdo que se hace del origen del dictador es para encontrar los elementos emergentes asociados a este origen. Iniciamos el recuento de los mismos con el desvelamiento de la capacidad que tiene el régimen para condicionar, incluso pervertir, a los efectivos humanos de las otras etnias. En este punto estamos hablando de cómo la dictadura de Obiang constituye por sí sola un elemento de perversión de las formas de relación no solamente de la etnia fang, sino del resto.

 

En este punto de discusión anotaremos el hecho de que la dictadura elije y fortalece sólo a individuos de otras etnias que en otras condiciones no serían personas respetables. O si lo fueran, y por no haber cometido ningún delito, desprovistos de ningún atractivo social. Y es que la oscura extracción social de los miembros de la familia de Obiang hace que no puedan emparentarse con lo más granado de ninguna de las otras comunidades, además de que lo más granado de las mismas fue previamente eliminado en el régimen anterior, con su sospechosa complicidad. A lo que íbamos, Obiang solamente aúpa a personajes anodinos, a bubis, annoboneses o ndowés que en sus comunidades de origen no ocuparían ningún lugar destacado; en todo caso, solamente en cantidades testimoniales. En los casos en los que el escogido sí tiene prendas intelectuales, su elección se hace con fines oscuros, pues detrás de la misma está la intención de pervertirlo para que deje de ser una referencia en su comunidad de origen. Otra de las razones por las que Obiang elige a algún individuo de otra etnia es un burdo intento para distribuir la carga de culpa entre todos.

 

La relación que se quiere establecer entre el poder y las etnias se pone en evidencia con el descubrimiento de que todas las instituciones que toman parte activa en la represión de las libertades están en manos de individuos de la etnia fang, un hecho que, en parte, tiene raíces históricas. La importancia de este hecho descansa en la posibilidad del denuesto inmediato de la dictadura por parte de individuos de este etnia, y sin necesidad alguna de la ayuda de individuos del resto de las etnias. Es decir, ¿no están suficientemente capacitados los fang para que, sin ayuda de nadie erradiquen la dictadura, si dicen que no forman parte de ella? ¿Es cierto que sólo una parte ínfima de los fang, los de la provincia de Obiang, son los culpables de los destrozos actuales o hay una complicidad interclánica, como se dice desde las afueras del poder y cerca de las comunidades restantes? Es una pregunta que sólo pueden responder, de forma inmediata, los aludidos.

 

Desde nuestra posición, e imposibilitado casi ad vitam para tomar partido por comunidad étnica ninguna, queremos que los miembros adultos de la comunidad fang sometan a profundas reflexiones no solamente las alusiones anteriores, sino que también se percaten de la capacidad de la dictadura de subvertir sus normas de conducta. O sea, no solamente pesa sobre esta comunidad la sospecha anterior, sino que sus métodos de interacción, sus propias costumbres, su bagaje cultural, están siendo gravemente mediatizados por las formas censurables de la dictadura. En claro, los fang podrían estar adoptando comportamientos que no son aceptables desde sus propios planteamientos culturales, sociales y humanos. O sea, antes de erradicar la dictadura, y si la misma sobrevive o persiste sus efectos en la comunidad guineana, los fang, por efectos de esta masiva exposición, se verán en la necesidad de hacer profundos reajustes en la concepción de la vida, las formas de relación, etc. Visto así, y salvo que la identidad étnica deje de ser importante en Guinea, la actual marginación que sufre algunas etnias puede, a la larga, devenirse beneficioso.

 

Como la dictadura que está bajo riguroso escrutinio tiene mucho que ver con la época colonial, es importante recordar a ciertos individuos, o a comunidades enteras, que podrían estar denostando de la época colonial pero siendo miembros, o dando apoyo explícito a sus instituciones más señeras. Por ejemplo, y por ceñirnos a ejemplos que ilustren,  a numerosísimos individuos de la etnia fang se les debería recordar que son efectivos de un ejército, el guineano, que no ha abandonado todavía sus funciones de ocupación de territorios, de control de la población y de represión, propios de la época colonial, y preguntarles si desean, a sabiendas de esta función, seguir siendo miembros del mismo.

 

En las discusiones de los temas guineanos, y circunscritos al entorno de las etnias, se pone en evidencia el hecho de que tanto los fang como el resto de las etnias son víctimas de las exacciones de los miembros de la dictadura, y es el argumento que esgrimen los de esa etnia ante las acusaciones del resto de guineanos,  pero urge plantear la cuestión de las razones por las que un grupo importante de nativos de esta etnia deciden amargar la existencia al resto. E inmediatamente se pone en evidencia lo dicho arriba: en el seno de la comunidad fang hay una necesidad insoslayable de someter a juicio sus normas de conducta. O sea, pesa sobre esta comunidad una espada de Damocles de la que sólo ellos manejan los hilos.

 

Las preguntas que se hacen,  necesarias sobre etnicidad y la exclusión de otras etnias, se deben extender a los líderes de los partidos políticos de la oposición, casi todos ellos acreedores de idearios políticos simplistas, cuando no coloniales. Por ejemplo, no parece difícil para el guineano medio entender que las estrellas del escudo nacional representan los diferentes partes que conforman el territorio nacional. Tampoco parece que haya dudas a la hora de incorporar a sus experiencias el hecho de que estos territorios estén poblados de comunidades diferentes. Lo que sí comporta extrañeza para un grupo específico de guineanos es que haya una comunidad que añada a sus particulares sentimientos regionales, o étnicos, la necesidad del disfrute de sus recursos. Pues hasta ahí pueden llegar, parecen decir. Es como si, con su actitud, nos hicieran creer que los diversos territorios guineanos no están provistos de recursos o que los moradores indiscutibles de los mismos no tienen necesidades materiales que cubrir. Es este mismo sentimiento el que la propiciado que los recursos de toda Guinea Ecuatorial estén en manos de unos cuantos. Esta es la paradoja que sostiene el hecho de que el hijo más conocido del dictador disponga libremente de la riqueza maderera de Río Muni, a costa de la destrucción de las plantaciones de los lugareños, sin que éstos sean capaces de impedirlo. Y desconocer el vínculo íntimo entre un territorio y los recursos del mismo es una postura colonial.

 

En la lucha contra la dictadura hay un elemento que los guineanos todavía no han sabido incorporar como arma certera, el nacionalismo. Pero no éste nacionalismo pregonado por los del régimen, queriendo decir patriotismo, sino a lo referido en el párrafo anterior. Incluso, no solamente no ha sido incorporado, sino que se da la circunstancia de mostrar un visceral rechazo ante su mención o manifestación. Es decir, se podría dar la paradoja de que los actuales líderes políticos se aliaran con la dictadura en la defensa de «la patria». Esto es fruto de la herencia colonial. El nacionalismo, la posibilidad de reclamar un sentimiento o un territorio, con su bagaje de costumbres, es una de las armas más certeras en la lucha contra la dictadura. O sea, sólo sintiéndome dueño de algo, puedo reclamarlo a los que lo usurpan. En el caso concreto de la madera de los territorios interiores del Río Muni, y de otros recursos, la misma historia colonial ha jugado una mala pasada a los lugareños, pues entienden que son recursos del Gobierno, así que cualquier miembro poderoso del mismo puede acapararlo sin freno alguno. La realidad es que la mayoría de los guineanos se siente parte de comunidades vacías y de ahí la posibilidad de mostrarse impasibles ante los graves abusos que se cometen. El nacionalismo bien encauzado, pues, es una de las armas más eficaces en la lucha contra la dictadura del general Obiang.

 

El miedo atroz que muchos personas fang ante las reclamaciones nacionalistas de otras etnias debería ser un motivo de reflexión. Los que así se comportan ignoran que una de las consecuencias de una dictadura es la desmembración de países; o bien actúan presos de estos sentimientos. Este hecho de sus exagerados sentimientos por la unidad nacional es el que diluye sus disculpas de que al contrario que verdugos, son víctimas de la dictadura. Sólo las reflexiones posteriores demostrarán que la mayor parte de esta conducta descansa en el persistente hecho de la colonización, avivado por 30 décadas de dictadura.

 

En este punto urge también relacionar el Ejército y el nacionalismo y el patriotismo pregonado por el régimen de Obiang y preguntar si la pertenencia exclusiva de los fang en el Ejército es porque ellos poseen una capacidad especial o porque los nativos de otras etnias se verían incapaces de cumplir el cometido asignado a ellos de manera exclusiva.

 

En la lógica de estas discusiones, no estamos afirmando que los individuos de las otras etnias atesoran más recursos que el resto o que unos son más buenos que otros. En realidad, la falta de espacios de reflexión ha impedido abordar, en el seno mismo de nuestras comunidades, estos temas. En todo caso, no se ha expuesto en este artículo ningún tema que no tenga su correspondencia con nuestra realidad de encuentros y discusiones postergados.

 

Barcelona, 23 de octubre de 2013

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