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Oda a Viz


 

Nuestra amistad
si le hago caso a la memoria
fraguó en un viaje en tren a Oporto
en una cocina abuhardillada
(en realidad lo más abuhardillado era el cuarto de baño)
en un viaje en avión a Kiev
cuando todavía era la Unión Soviética
con escalas en Varsovia y Moscú
y las campanas de Santa Sofía
(cuando mi boda rusa)
un aula amarilla sin ventanas
un viaje en tren a Aviñón
y
sobre todo
gracias a la memoria de los sentidos
que siguiendo las enseñanzas de Stella Adler
nos inculcó Adela Escartín
a quien me gustaría invocar
como a una diosa entre canaria y cubana
en este homenaje a Juan Antonio Vizcaíno
aunque esta tarde en la RESAD
no pueda interpretar
a cuerpo gentil
este poema que no lo es
porque estoy en brazos de Albert Camus
tomando el sol ético
de la isla de Menorca
y recordando
que sin estética no hay ética que valga
y que lo que somos
lo aprendimos
para siempre
en nuestra infancia
en los primeros juegos
en los primeros amores
en la casa de nuestros padres
en las letras
que tanto Viz como yo
se nos metieron hasta tal punto
entre las uñas
es decir
entre el corazón y la cabeza
que ya no sabemos
leer la piel del mundo
sin abrir los ojos
sin dejar de cerrarlos
para que la noche
que nada explica
aunque todo lo diga
nos alumbre como la misma yesca
que iluminó a Adela
en Cuba
y en las clases de mito y ritual,
y a todos los que
en el teatro
han buscado
una experiencia
que nos diga
de qué va esta vaina
de qué va
este gran teatro del mundo
en el que Viz y yo
no hemos dejado nunca
de soñar.
Nosotros éramos
actores dodecafónicos.

Si digo Viz
digo una mirada fotográfica
que a mí me ayudó
a ver mejor
el mar
los barcos
los trenes
los puentes
y la tipografía
desde Rodchenko
y todo lo que vino después.

Si digo Viz
digo
atrévete a sentir
baja esos escalones
de piedra y verdín
que se internan
en el mar oleaginoso
en el aceite
el arco iris tenebroso
el cuerpo
el abismo del deseo
lo que él ha bebido
como nadie
con una temeridad
que yo nunca me he atrevido
a probar
y quizá por eso
como una forma de redención
porque el pecado
y el infierno
están grabados a fuego
en nuestros hombros
nunca me han abandonado
y por eso busqué en las guerras
en el dolor de los demás
una forma de redención.

Si digo Viz
digo aquellas primeras sesiones
con Adela
de memoria de los sentidos
(que no de la biografía)
y cómo
ante el escándalo de nuestros compañeros
dejamos que él fuera araña
y yo mosca
y jugáramos al juego
que el teatro
que no es la vida
pero que ha de estar
lleno de vida
para que nos haga sentir
en qué consiste la vida
nos permite.

Si digo Viz
digo las clases en el aula amarilla
(siempre la Escuela de Arte Dramático,
que ahora dicen RESAD
y que para nosotros
siempre será La Escuela)
donde gracias a Lourdes Ortiz
que sin decir nada
solo iluminando filminas
en la gran noche del conocimiento
íbamos desvelando
como si su gran cimitarra
la de Viz
y mi niño ansioso de aprender
fuéramos abriendo camino
para que nuestros compañeros
más pequeños
nos acompañaran
selva adentro
corazón indómito:
lo que el arte
nos brinda.

Si digo Viz
digo teatra
digo noches y noches y noches y noches
de Madrid
pegando sellos de correos del Rey Nuestro Señor
lijando ciclistas de plástico
buscando restos de fotografías
en fotomatones
radiografías descartadas
en los basureros
de los hospitales
de nuestra frágil condición
y otra vez Lourdes Ortiz
Fernando Arrabal
Isabel Muñoz
Emilio López-Galiacho
Eduardo Arroyo
Juan Lacomba
Alfonso Berridi
y tantos y tantos amigos
que lograron
gracias al patrón Vizcaíno
que la puesta en escena impresa
navegara
primero en el estanque de la escuela
después en el ancho mar
de tantas ediciones de Arco
pero también en jardines
en el Botánico
y en El Retiro
en el observatorio astronómico
en la Residencia de Estudiantes
y en los sótanos del Reina Sofía
en el Sena
y en Oporto, donde desemboca el Duero.

Teatra
(junto a Juanma, Ernesto, Blanca, Vallejo, Rojo e Ignacio)
fue la gran aventura equinoccial
de Juan Antonio Vizcaíno,
por la que será recordado
y celebrado,
aunque también como ayudante de Pepe Estruch
y luego director de escena
por derecho propio
(aquel Rey Juan)
aunque también como crítico
de teatro
tan incorruptible
como su amistad,
y por último
lo que nos ha traído
esta tarde de abril aquí
por su condición
de maestro
de teatro no verbal
de teatro oriental
de todo lo que él
ha sabido
aprender
y descubrir
para que sus alumnos
se hicieran a la mar
solos.

Cuántos no van a tenerle presente
cuando se den cuenta
de cuánto viento
puso Viz
con su amor y su sabiduría
en sus alas,
seguir la senda de Basho
que nos dijo
quedamente
sin levantar la voz:
“Marea baja,
la grulla caminando
sobre el ancho mar”.

Si digo Viz
digo nuestros amores
nuestro Jose y nuestra Corina
y los que hubo antes y alrededor
que a Viz
siempre se le dio bien
el arte de enamorar
y él sabe
cómo estas complicidades
callar
decir
compartir
estar
ser
nos han unido
hasta este día
y lo que te rondaré morena
desde Ceuta a Granada
desde Málaga a Madrid
desde Vigo a Cartagena
desde su casa a la mía
todas las casas
en las que nos hemos ido viendo
para armar
desde teatra a fronterad
un arca de papel
en la que quepan los sueños
un mundo
niños eternos
adultos de sangre y luz
en el que el teatro
que Adela Escartín
(su biografía en dos tomos
es una insuperable carta de amor y pedagogía)
y Pepe Estruch,
Francisco Nieva
y Marta Schinca,
García Pavón
y el espadachín Campomanes,
Monleón y García Pavón,
Doménech y Maruja,
y todos los que en esa escuela
hemos profesado
un amor eterno al teatro,
desde los altillos del Real
donde con tanto miedo nos miraban
las madres de las bailarinas
al Cuartel del Palacio
y finalmente
la Avenida de Nazaret
que es toda una promesa,
porque el teatro siempre fue
como decía mi padre
cosa de putas, maricones y suicidas
de los que en los márgenes
hablan con los dioses
y con tantos diablos cojuelos
para levantar los tejados
y las bragas
de los mortales
para decirles que la vida
era esto
la amistad
en este valle
de tantas lágrimas y tanta alegría
sueño de una noche de verano
y noche de invierno
en la que un viajero
por recado de un tal Italo Calvino
llamó a nuestra puerta
para que la vida
fuera una obra
irrepetible.

Gracias de todo corazón,
querido Viz,
mi hermano querido.

 

Madrid, la tarde del 24 de abril, pensado para la tarde del 28 de abril, de 2023. Como no se puede estar en dos lugares a la vez, y no estar loco, o no estar muerto, Daniel Sarasola e Ignacio García May leyeron en mi nombre este homenaje a mi amigo, porque yo estaba en Menorca en unas jornadas de homenaje a Albert Camus. [La foto, si no recuerdo mal, la tomó el propio Juan Antonio en Oporto].

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