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Mientras tantoOda al autoengaño

Oda al autoengaño


 

 

En la última entrevista de trabajo que tuve me hicieron la siguiente pregunta: “¿En qué consideras que eres realmente buena?” Se encendió una luz en mi cabeza: Alarma roja, Laura, esto es una pregunta trampa. Porque ante este tipo de preguntas, uno nunca sabe muy bien qué decir. Echarse flores es difícil y en ocasiones, elegir el adjetivo adecuado entre la pila de cosas-adecuadas-para-decir-en-entrevistas-de-trabajo es complicado. Dije que era organizada y asertiva. Asertiva es una de esas palabras comodín que usamos todos sin saber muy bien a qué nos referimos y cuál es su aplicación concreta. Por eso queda tan bien y gusta tanto en  los departamentos de Recursos Humanos.

 

Hoy se me ha venido a la cabeza esa pregunta y he pensado que claramente, mi respuesta habría tenido que ser otra. Porque hay algo en lo que destaco por encima de la media. Sí: soy buenísima en la práctica del autoengaño.

 

Recuerdo el diálogo de Alicia en el país de las maravillas:

Alice laughed. “There’s no use trying,” she said. “One can’t believe impossible things.”

“I dare say you haven’t had much practice,” said the queen. “When I was your age, I always did it for half an hour a day. Why, sometimes I’ve believed as many as six impossible things before breakfast.”


Al contrario que Alicia, soy de las que tienen práctica en lo de las cosas imposibles y que no solo es capaz de creer en seis sino en veinte cosas distintas antes del desayuno. Las ‘to-do lists’ son maravillosas, como todo lo irreal. Sobre todo cuando se está en la cama, pegado a las sábanas, dando vueltas postergando el momento de tomarse el café. Porque el café despierta y con él… tachán: con él aparece la realidad.

 

Hoy he tenido un episodio agudo de autoengaño. En el blog La aldea digital, Jaime G. Mora nos preguntaba a algunos colaboradores de fronterad cuáles serían nuestras lecturas de verano. He contestado seria, porque en esto del trabajo soy seria. Y asertiva, eso ya lo he dicho. Mi respuesta ha sido nada más y nada menos, que iba a leer El mundo después del cumpleaños, de Lionel Shriver (704 páginas), Las correcciones, de Jonathan Franzen (672 páginas) y La novia liberada de Abraham Yehoshua (734 páginas). Me ha faltado decir que acto seguido iba a coger la enciclopedia Larousse, el primer tomo, para seguir con el atracón de páginas. Porque he obviado decir que antes de decantarme por estos tres, la semana pasada empecé Perdida, de Gillian Flynn (576 páginas). Suma y sigue.

 

Mi plan de lecturas imaginario para este verano consta de 2110 páginas “por placer”. En realidad –acabo de hacer la división- me tocarían 35,16 páginas por día. Y eso no es mucho, cierto. Pero a eso debería restar los fines de semana y los nueve días de julio que llevamos. Después, sumar un par de libros empezados que tengo que acabar, añadir los que leo para mi tesis doctoral –no, Derrida no entra en la categoría “por placer”- y encargos varios y lecturas para editoriales. Total: que creo que debería volver a responder en el blog y decir que mis predicciones han sido, cuanto menos, poco modestas.

 

Lo que más me preocupa es que entre mis planes de verano también se incluía terminar la tesis y avanzar muchísimo el libro que estoy escribiendo. Todo esto sin contar mi trabajo. Y claro: se le suma que la playa está cerca y que estar morena tiene su punto. Por no hablar de esos sueños que tenía –ese verano sí, por fin- de ser la surfera del año. No, no, para quien se lo esté preguntando: lo más parecido a lo que me he subido estando en el agua es una colchoneta. No voy a seguir con la lista porque tendríamos para rato. Aunque sí por acabar; me he apuntado  también al gimnasio.

 

Lo he vuelto a hacer. He caído. Porque sí, hay que reconocer que lo hago muy bien. Bienvenida al eterno e infinito territorio del autoengaño, Laura. Por lo menos, me digo, los autoengaños nunca fallan. Para empezar ya llego tarde a las 35 páginas que me quedaban para hoy. Y hace sol y… en fin, que la playa está cruzando la calle. Si al menos fueran libros más cortos, no pesarían tanto para llevarlos, ¿no?

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