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Mientras tantoOé, oé, oé, oé, oé,oé…

Oé, oé, oé, oé, oé,oé…


Estas últimas semanas me he llevado una alegría.

El Atlético de Madrid, mi equipo, ha ganado la Liga de la UEFA al Fulham inglés, 2-1. También una pequeña decepción al perder la final de la Copa de España contra el Sevilla, 2-0, una semana después.

El partido contra el Fulham me pilló en Burkina y decidí ir a verlo al hotel de mi pueblo y cenar mientra lo veía. Invité a un amigo y su copine y a una amiga. Nos presentamos en el hotel, pedimos la cena y venga a cambiar de canal de TV porque no lo retransmitían por ninguno. Yo renegaba de los canales franceses (Canal +) por semejante desprecio y acabamos de cenar y nos fuimos. 

 

Mi guarda con la camiseta que le regalé y la moto para la que le presté dinero para poder comprársela. Él es del Madrid, pero el muy pelota se puso la del Atleti cuando me pidió el préstamo y cuando vino a enseñarme la moto recién comprada

 

Realmente empiezo a estar muy mayor y quizás tenga que empezar a pensar en un discreto mutis por el foro. Lo que significaría ir viendo posibilidades de ingreso en alguna residencia geriátrica en que sonrientes e intransigentes monjitas tocadas con sus hijabs se ocupen de mi persona, soñando con ocuparse de mi alma. ¿Qué por qué digo esto? Pues porque me presenté a ver el fútbol el martes y el partido era el miércoles.

 

Así que el miércoles repetí la jugada. Invité a los mismos amigos, me cogí mi camiseta del Atlético de Madrid (me la eché por los hombros, no me cabe, que estoy gordo) y nos plantamos de nuevo en el hotel. El gerente también se rió un poco y yo intenté hacerme el simpático admitiendo mi error, pero pensando en revisar la cuenta de la cena no fueran a aprovechar para meterme algún gol, por si cuela, a un tipo, pensarán, tan lelo.

 

Mi amiga Nadége con la camiseta que a mí no me cabe, celebrando el triunfo de mi Atleti

 

El partido acabó con empate a un gol y había una prórroga. Mis amigos estaban algo más que aburridos y yo algo más que nervioso pensando que, al final, como casi siempre, mi equipo haría honor a su sobrenombre: ‘el pupas’, así que en el descanso de la prórroga les dije que nos fuéramos. No insistieron lo más mínimo y tuve que esperar un sms de un amigo para saber que habíamos ganado. Me tragué el sufrimiento y me perdí la alegría del triunfo.

El partido de Copa me pilló en España y no lo ví, cenaba con unos amigos, pero me hubiera acercado a celebrarlo a Neptuno si hubiéramos ganado.

 

La plaza de Neptuno, preparada para celebrar la segunda copa pero que no pudo ser… Tampoco hay que emborracharse a copas

 

En Burkina Faso el fútbol es el deporte nacional por más que no se puede decir que jueguen muy bien, que haya habido algún jugador importante burkinés (el más famoso es Jonathan Pietroapa, que juega en el Hamburgo alemán) o los ‘Etalons’ (‘sementales’, nombre con el que se conoce a la Selección Nacional) suelan ganar algún partido.

Hace poco más de un mes tuvo que suspenderse la Liga de Fútbol porque la Federación Burkinesa de Fútbol se había quedado sin dinero (no han explicado todavía dónde ha podido ir a parar) y la federación es la que pagaba los campos y los desplazamientos de los equipos.

Aquí el dinero líquido se evapora como por ensalmo. Supongo que serán estos calores los que tienen la culpa, que todo lo funden.

Hace poco fui a ver la escuela de fútbol Naaba Kango, que hay en mi pueblo.

 

El cartel de la escuela de fútbol Naabá Kangó

 

Tengo un buen amigo, Juan, amante del fútbol y, lógicamente, del Atleti, que colabora con alguna escuela de fútbol y me dijo que mirara por si podíamos establecer contactos y colaboración. Me regaló 30 balones de fútbol para repartir en Burkina (se merece algo más que una primera plana, mi amigo). El caso es que los fui dando a colegios, vecinos, niños que jugaban en la calle… Hasta que me han puesto en contacto con esta escuela. Les llevé los 6 balones que me quedaban y me lo agradecieron como si fuera un regalo maravilloso.

 

A la izquierda el dueño, Noufou Ouedraogo, a la derecha el entrenador, de Costa de Marfil. El edificio que se ve al fondo, al lado de la cabeza del entrenador, es la escuela donde siguen los estudios

 

La escuela no está nada mal para lo que es Burkina y mi pueblo. Tiene mucho espacio, un campo con césped aunque con montículos en medio del campo que no ayudarán a los finos estilistas del balón y que me daban pavor porque alguno de los chavales acabe rompiéndose los tobillos. La escuela es en plan internado y tiene un edificio de 2 plantas con habitaciones comunes, comedor, sala de TV, sala de musculación… También construcciones con refectorio-cocina, administración-oficinas, enfermería, escuela donde los chavales deben continuar sus estudios, etc. Todo bastante digno para lo que es aquello, aunque el Director me comentaba que había visitado alguna escuela de fútbol en Francia e Italia y que alucinaba con las instalaciones que tenían. Supongo que no se le ocurriría visitar hospitales para comparar.

 

Los chicos con el presidente, el director y el entrenador. A la izquierda aparece el empresario que NO construye mi biblioteca (tiene las obras paradas y mi dinero movido, lo que no sé es dónde)

 

El fundador y propietario de la escuela es un hombre de negocios local, apasionado del fútbol. Es presidente del equipo de Ouahigouya que juega en la 1ª división burkinesa y presidente, también, del club de seguidores de los Etalons.

Me confesaba que el día que consiga ‘vender’ algún ‘producto’ (así llamaba a los jugadores) a algún equipo importante habrá recuperado toda la inversión realizada. Con eso sueña.

Lo mismo que los chavales, unos 30, a los que no les ha importado firmar unos contratos leoninos, pero que les permiten vivir intentando hacer lo que más les gusta: soñar con salir de la miseria y la pobreza y mientras tanto comer y estudiar. 

Y jugar al fútbol.

¡Ojalá alguno lo logre!

 

 

GALERÍA DE RETRATOS DE JAVIER NAVAS




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