Dejemos el juego como está. Los árbitros son como son. Forman parte del paisaje. Como las amapolas. Si entraran todos los balones, si no hubiera injusticias, si los linieres pitaran todos los fueras de juego, si las camisetas rotas fueran un síntoma de agarrón en las áreas, esto sería otro deporte. Sin embargo, el debate está servido tras los goles de Lampard y de Tévez. Esta mañana sin ir más lejos entro en A bola (www.abola.pt) para ver como lloran los portugueses y me encuentro con un fastuoso gráfico de O Globo (claro, los brasileños son parte interesada) que demuestra analíticamente que David Villa estaba 21 centímetros en fuera de juego. Para que vean: científicamente está en offside aunque nadie puede poner en duda el gran gol del asturiano. Ni siquiera los portugueses. O sea que el ojo de halcón para las líneas del tenis, lo que es a España le hace falta superar de una vez todos los goles fantasmas que nos hemos metido en nuestra propia portería, empezando por el de Michel a Brasil y acabando por el de Arconada en París. A mi personalmente no me gustaría que Steve Jobs acabara pitando los partidos.